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Una sabrosa y muy inteligente forma de reciclaje. Photo: Shutterstock.
Una sabrosa y muy inteligente forma de reciclaje. Photo: Shutterstock.

¿Pueden el queso y el vino convertirse en el motor de una nueva electricidad “limpia”?

Científicos mexicanos están utilizando residuos de dos de las industrias más prolíficas del país para producir biocombustible. ¿Cómo lo hacen?

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El estado de Querétaro, en México, es conocido por su arquitectura colonial, por su papel clave en la independencia de México y también, cómo no, por su industria agrícola y su gastronomía. 

Sobre todo dos, la producción de vino y queso de gran calidad. Pero, como dicen los españoles, “el jamón va con el hueso”, y en el procesado de ambos productos se generan numerosos residuos industriales que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha decidido convertir en algo de provecho.

Como una suerte de alquimistas medioambientales, los científicos del Departamento de Ingeniería de la UNAM en Querétaro trabajan para extraer hidrógeno y metano del orujo de uva y el suero de leche sobrantes de la producción de vino y queso. ¿Y qué harán con estos gases? Magia. O mejor dicho, electricidad limpia.

Así lo explicó el líder del proyecto, el investigador Germán Buitrón Méndez, quien señaló en un comunicado que el orujo que se emplea procede de las bodegas de la zona, que lo producen desde junio a noviembre (en la vendimia) sobre todo en la región que comprende las ciudades de Tequisquiapan y Ezequiel Montes. Mientras que el suero de leche puede obtenerse todo el año.

Luego estos residuos son llevados al laboratorio donde se descomponen mediante microorganismos para producir biocombustibles gaseosos. 

“El orujo de uva tiene un ph ácido, ideal para iniciar el proceso en dos fases”, señaló Buitrón Méndez. Asimismo, tanto hidrógeno como metano se producen en dos reactores distintos, ya que el metano tiene un ph más neutro y el del hidrógeno es ácido. 

Por si esto fuera poco, los investigadores han conseguido “cerrar el círculo” de la excelencia medioambiental, ya que una vez consiguen el biocombustible lo envían de vuelta a las bodegas y queserías que suministraron los residuos con la idea de que puedan autoabastecerse. 

Un hecho nada baladí si se tiene en cuenta que, según la Asociación de Viticultores de Querétaro, el estado es la mayor región productora de vino del bajío de México, con alrededor de 28 bodegas. Así que este esta forma de conversión de los residuos de su producción en energía limpia para seguir manteniendo la industria podría reducir en mucho la contaminación.

Si bien la propuesta es que este biogás quede en la zona y no transportarlo muy lejos, la UNAM ha automatizado los procesos. ¿Imaginan cómo sería que en un futuro pudiéramos encender las bombillas gracias a los prodigios que trae la conjunción de la ciencia y la agricultura?