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Foto de archivo de un "Latinos para Trump" en la Convención Nacional Republicana en Ohio, 20 de julio de 2016. CARLO ALLEGRI/Reuters
Foto de archivo de un "Latinos para Trump" en la Convención Nacional Republicana en Ohio, 20 de julio de 2016. CARLO ALLEGRI/Reuters

¿Existe realmente el Latino Republicano?

La relación entre el Partido Republicano y la comunidad Hispana en Estados Unidos es particularmente atípica, pero la presidencia de Donald Trump parece…

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Ser Latino durante la era Trump parece ser no sólo un estigma sino una característica sine qua non para oponerse al Partido Republicano, una base política históricamente sólida y que, para sorpresa de muchos, ha respaldado y defendido a capa y espada las conflictivas decisiones de la Casa Blanca.

Pero si echamos ojo de las estadísticas en el país, ser Latino y Republicano no es necesariamente una contradicción.

Según datos del Pew Research Center, “la imagen del Partido Republicano entre los votantes latinos registrados ha cambiado poco desde el 2002”, donde el 10% ha asegurado que los Republicanos se preocupan más por los Latinos que los Demócratas. Consecuentemente, durante los últimos años el apoyo de la comunidad hispana al partido azul ha aumentado de un 45% a un 54%.

Si bien los votantes Latinos registrados han asegurado en su mayoría que el Partido Demócrata responde de manera más positiva a sus inquietudes y necesidades, este partido ha dado por sentado el apoyo de las minorías raciales y ha perdido de vista la conexión uno-a-uno con sus votantes en la calle, lo que ha permitido que cierto estrato dentro de la comunidad hispana se sienta menos motivada a votar en lo absoluto.

Pero analizar a la comunidad Hispana en general, es un error garrafal, pues su diversidad étnica, etaria y profesional es muy amplia, y afecta directamente sus posturas políticas.

Por ejemplo, y según continúa el centro de investigación, los hispanos de mayor edad suelen inclinarse más hacia el Partido Demócrata, al igual que la gran mayoría de los Millennials. Y las mujeres suelen incluirse en esta tendencia con mayor frecuencia que los hombres.

Sin embargo, más de la mitad de los cubano-americanos en Florida apoyaron la candidatura de Donald Trump a la presidencia, marcando una importante diferencia ideológica dentro del universo demográfico.

Para el columnista Charles Krauthammer, el “conservadurismo” hispano debería ser “natural” pues “le dan prioridad a la familia, son religiosos y socialmente conservadores”, según escribió para el Washington Post. Ted Cruz o Marco Rubio son un ejemplo sencillo de esto: además de ser cubano-americanos, hombres y blancos, representan un ala hispana que corresponde perfectamente con los planteamientos ideológicos del GOP tal y como, al parecer, hacen sus conciudadanos en Florida.

Aunque esta realidad fuese palpable hace un par de años, la Administración Trump y sus medidas anti-inmigrantes han permeado la comunidad hispana, haciéndole virar en direcciones imprevisibles.

Los cambios generacionales y las dinámicas familiares son cada día más adaptables y menos rígidas, y el surgimiento de una segunda generación latina, con formación académica y con un acceso a la vida política del país ha permitido el cuestionamiento del bipartidismo, trayendo como consecuencia un grupo de jóvenes que buscan una solución lejos del tradicional azul-rojo.

Un análisis de la High Brow Magazine explica que “los Latinos, aunque ya no son consistentemente conservadores, tampoco son muy ideológicos”, en especial al no prestar mucha atención a asuntos como el matrimonio igualitario o el derecho al aborto. “En cambio”, continúa el medio, los Latinos “citan el desempleo, el aumento de los costos de atención médica y la educación pública como los temas más importantes que creen que deberían abordarse”.

Estos son precisamente los temas fundamentales en campañas de candidatos progresistas que han representado “la tercera opción” en las elecciones primarias de este año, lo que demuestra que la ideología y la religión no son las piezas clave para hacer que un Latino vote a favor o en contra de un partido, sino la certeza de que sus necesidades básicas – obviadas durante años por el establishment político – son abordadas desde la base de la campaña política.