Facebook, privacidad y mensajes de odio: ¿está la tecnología preparada para nosotros?
Desde el escándalo de Cambridge Analytica hasta el tiroteo en Nueva Zelanda, las redes sociales están en el centro del debate. Es quizás hora de echar un ojo…
A principios de marzo Mark Zuckerberg volvía a escribir en su cuenta de Facebook. Esta vez no era un post resumido, más bien era un post muy largo, con demasiadas explicaciones y meas culpas sobre cómo la nueva integración de Facebook, Instagram y Whatsapp daría una solución para proteger la privacidad de los usuarios de la red social.
Pero, en verdad, ¿sigue siendo un problema de privacidad el que tiene Facebook?
“Al pensar en el futuro de Internet, creo que una plataforma de comunicaciones centrada en la privacidad será aún más importante que las plataformas abiertas de hoy. La privacidad le da a la gente la libertad de ser ellos mismos y conectarse más naturalmente, por eso construimos redes sociales” afirmaba Zuckerberg en el post.
El CEO de Facebook se vale de la palabra libertad, esa arma arrojadiza que puede darnos libre albedrio a nuestros actos pero, al mismo tiempo, nos coloca en una posición de responsabilidad mayor, la de hacernos cargo de nosotros mismos, de nuestra información y de lo que compartimos, librándolos a ellos de las repercusiones legales por la data que circule en redes privadas.
Pensemos en el caso Nido en Chile, donde miles de imágenes de mujeres desnudas, violadas o con partes de su cuerpo mutiladas se difundieron en redes sociales a finales del mes de febrero debido a que fueron alojadas en un foro privado bajo el dominio Nido.org.
Según el portal Ahora Noticias en Chile, Nido estaba desarrollado bajo el formato Imageboard, una red basada en el anonimato “una mutación de 6Chan -sitio basado en 4Chan en donde se comenzó a subir material íntimo privado-, que principalmente contenía fotografías de mujeres desnudas, muchas de ellas obtenidas mediante compras de ‘packs’ -archivo comprimido con fotos de índole sexual que una persona vende en internet- o por el envío de material íntimo sin consentimiento”.
El caso Nido es el mejor ejemplo para explicar que la palabra privacidad no está asociada a cantidad de usuarios que vean una noticia, sino a la calidad de dichos usuarios, el tipo de contenido y la ética involucrada en lo que se está compartiendo.
Que Facebook saque a la luz el tema de la privacidad en estos momentos, solo es necesario a nivel de relaciones públicas, una maniobra de contención ante la grave crisis de reputación que sufre la empresa desde el caso de Cambridge Analytica y que ha generado una gran desconfianza entre los usuarios, debido a que la red social sigue bajo el escrutinio de los medios de reguladores norteamericanos.
Según explica en el New York Times, la Comisión Federal de Comercio (FTC, por sus siglas en inglés) está considerando una multa de miles de millones de dólares contra de la compañía por violar un decreto de consentimiento de privacidad en el año 2011, donde se requería que la compañía de Mark Zuckerberg solicitara el permiso a los usuarios para si se compartían datos con terceros.
Algunos funcionarios de la FTC han presionado para obtener sanciones máximas debido a nuevos informes existentes donde aparecen posibles violaciones a la privacidad desde el inicio de la investigación. La FTC podría multar a Facebook hasta con 41.000 dólares por cada violación encontrada por la agencia.
Si recordamos que el caso de Cambridge Analytica afectó a una población de 87 millones de usuarios de la red social, saquen ustedes las cuentas. Solucionar el problema de privacidad a nivel interno es una posibilidad de una inversión menos costosa que pagar una multa. Una forma de lavarse la cara a nivel público y lograr ganarse nuevamente la confianza de los usuarios.
Hace unas semanas las redes sociales vislumbraron un nuevo problema entre terrorismo y viralidad en sus canales de distribución: Facebook fue el principal problema digital durante el tiroteo masivo en dos mezquitas de Christchurch, Nueva Zelanda.
Brenton Tarrant, el terrorista y supremacista blanco, hizo todo lo posible para que el evento se hiciera viral. Parte de su estrategia de odio no solo fue disparar, sino generar terror al transmitir en directo a través de Facebook un vídeo de 17 minutos de cómo iba produciéndose el tiroteo.
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La transmisión se realizó como si fuera un videojuego con armas violentas y en primera persona pero disimulando el arma con pintadas de memes que contenían mensajes de odio supremacistas.
Tarrant, transmitió un video en vivo desde Facebook, pero su centro de distribución aparentemente era 8chan, la misma comunidad de tableros de imágenes que se usó en el caso Nido pero en este caso con contenido enfocado en promover el extremismo de derechas.
La red social eliminó rápidamente de sus cuentas de Facebook e Instagram el video. Sin embargo, no importó que el video original fuese eliminado, el clip ya se había descargado y viralizado más rápido de lo que las redes sociales y plataformas podían responder.
Según reportó el WSJ, de los 1.5 millones de videos compartidos de la masacre filmados por la cámara que llevaba pegada al cuerpo el terrorista, solo 1.2 millones se bloquearon en la carga.
Frustrar este tipo de transmisión en las redes sociales es un gran acertijo, casi imposible de resolver debido a la falta de supervisión legal, la naturaleza invasiva de la tecnología y la reacción instintiva de los usuarios a dichas imágenes.
A pesar de que Facebook usa Inteligencia Artificial y moderadores humanos, la viralidad de las imágenes morbosas parece imparable. Ahora piensen cómo destruir un mensaje así en grupos pequeños, más privados.
¿Cómo se encripta este tipo de contenidos violentos en un nuevo y privado Facebook? Pienso en el caso Nido, en el pistolero de Nueva Zelanda y en cómo supo saltarse las normas. ¿Acaso la solución es que Facebook se convierta en el WeChat creado en China pero con una visión occidental?
La pregunta quizás podría ser otra: ¿acaso la tecnología está preparada para los prejuicios y vicios humanos?
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