LIVE STREAMING
Mark Zuckerberg ha comparecido en varias ocasiones ante el Congreso para explicar distintos aspectos de las políticas y estrategias de Facebook. Ahora ha anunciado la finalización de sus programas de verificación de hechos. (Foto de Brendan SMIALOWSKI / AFP)
Mark Zuckerberg ha comparecido en varias ocasiones ante el Congreso para explicar distintos aspectos de las políticas de Facebook. Ahora ha anunciado la finalización de sus programas de verificación de hechos. (Foto de Brendan SMIALOWSKI / AFP)

Adiós al fact-checking en Facebook: ¿quién nos va a decir la verdad?

Mark Zuckerberg anunció el fin de sus programas de verificación de información en esta red social. Claudicación o acomodación a las nuevas circunstancias?

MÁS EN ESTA SECCIÓN

¿Alguien nos escucha?

¿Qué pasó con American?

¡Paro en Navidad!

Invertirá $100.000 millones

Ella derrotó a Simone Biles

Siempre en su mejor momento

¿Biden bloqueara el negocio?

COMPARTA ESTE CONTENIDO:

A la par que Mark Zuckerberg anunciaba el fin de sus programas de verificación de datos en la red, se anunciaba la nueva junta directiva de Meta, su gran holding tecnológica. Uno de los nuevos miembros de una de las máximas instancias de administración en la compañía es Dana White, el CEO del Ultimate Fighting Championship, empresario muy cercano al Gobierno Trump y su aliado irrestricto.

Es importante tener en cuenta estos dos hechos en el análisis sobre los procesos de verificación de información en las redes sociales. Lo primero es que resulta evidente que las grandes tecnológicas se están frotando las manos con la llegada del nuevo gobierno Trump: además de tener una gran cercanía gracias al rol que Elon Musk jugó durante la campaña, es claro que estas compañías abogan por unos mercados menos regulados y con menor supervisión para hacerse a todas las posibilidades comerciales que implican. Esa es la primera discusión: la tensión entre libertad de prensa y libertad de empresa.

Pero hay otra subyacentes: ¿de qué manera se está informando la gente y hasta donde es van las responsabilidades de cada uno de los actores en el complejo ecosistema de circulación de la información en un mundo dominado por la digitalización?

Vamos por partes. Primero resulta muy preocupante el enorme espacio que van a tener las grandes tecnológicas en la nueva administración y la forma en que podrían cogobernar durante la administración Trump.

Al explicar su decisión, Zuckerberg aseguró que "vamos a eliminar a los fact-checkers (verificadores de contenido) para reemplazarlos por notas comunitarias similares a las de X (antes Twitter), empezando en Estados Unidos".

Zuckerberg dijo que "los verificadores de hechos han sido demasiado parciales políticamente y destruyeron más confianza de la que han creado, especialmente en Estados Unidos".

Esa tarea será reemplazada "por notas comunitarias similares a las de X", añadió.

En esta materia, la pelea ha sido peleando, porque no solo están en juego la dominancia de ciertas compañías en los mercados tecnológicos, sino uno de los principales valores para cualquier democracia: la verdad.

El gobierno Biden y las autoridades europeas ya habían avanzado en la tarea de proteger los derechos de los usuarios ante el evidente riesgo monopólico en los mercados tecnológicos: han puesto contra las cuerdas a Google y otras compañías tech por sus posiciones dominantes en varios mercados. Más allá del sesgo ideológico, es claro que hay asuntos pendientes por resolver de cara a la disrupción digital y el tipo de ecosistema que se crea; cuando le incorporamos temas como inteligencia artificial, la evidencia se vuelve irrefutable, porque son muchos los aspectos éticos y de competencia que quedan sobre la mesa.

Por eso preocupa mucho el rol que puedan jugar los magnates tecnológicos en esta nueva era política. De acuerdo con un artículo de análisis de la AFP firmado por Aurélia END, todas las recientes movidas de las grandes tecnológicas buscan alinearse con la nueva administración de Donald Trump. El anuncio de Facebook de que pondrá fin a su programa de verificación de datos en Estados Unidos es la última victoria del presidente electo y de su multimillonario asesor Elon Musk, señalan algunos expertos, porque hasta el momento ningún presidente de una empresa tecnológica estadounidense había expresado un apoyo tan directo al concepto radical de libertad de expresión defendido por Trump y Musk.

Donald Trump ataca a los medios de comunicación que lo critican pero aboga por la libre circulación de contenidos de sus seguidores en las redes sociales, que suelen amplificar su retórica antiinmigrante, su hostilidad a las personas transgénero y las amenazas a sus oponentes.

"Para aquellos de nosotros que hemos librado las guerras de la libertad de expresión durante años" es "una gran victoria y un punto de inflexión", estimó David Sacks, empresario y futuro asesor de Trump en inteligencia artificial (IA) y criptomonedas.

Este amigo de Elon Musk celebró que Meta haya "corregido su trayectoria".

"Gracias presidente Trump por crear este realineamiento político y cultural", escribió.

"Tiene sentido abordar esta decisión (de Meta) desde un ángulo político", dijo a la AFP Ethan Zuckerman, profesor de políticas públicas, comunicación e información en la Universidad de Massachusetts.

El académico recuerda que Dana White, partidario de Trump, ha pasado a formar parte del equipo directivo de Facebook.

La decisión anunciada el martes también "favorece los objetivos financieros de Zuckerberg: la verificación de datos es una actividad difícil, cara y controvertida", señala este investigador, que recientemente demandó a Meta por el funcionamiento de su algoritmo.

"Los partidos políticos, al igual que las redes sociales, prosperan cuando hay divisiones, por lo que no es muy sorprendente (que una empresa) como Meta deje de verificar los hechos", señala Wendy Schiller, profesora de ciencias políticas en la Universidad de Brown.

Otros líderes del sector han mostrado, de forma más discreta, su deseo de cooperar con la futura administración de Trump, una vez que termine el mandato de Biden, marcado por un tono duro hacia las empresas tecnológicas, acusadas de permitir la proliferación de la desinformación y los discursos de odio.

Donald Trump prevé atacar a estas empresas y a los medios de comunicación en general. En el pasado arremetió duramente contra las redes sociales, sobre todo después de haber sido excluido temporalmente de Facebook y Twitter, adquirida por Elon Musk, que cambió el nombre por el de X.

El martes, el presidente electo estimó que el jefe de Meta había reaccionado "probablemente" a las amenazas de su parte.

A culture of verification?

El otro aspecto de la discusión tiene que ver con cómo van a ser los procesos de verificación en contextos dominados por las tecnologías digitales y la Inteligencia Artificial.

Aquí el punto es más filosófico y tiene que ver con hasta dónde va la libertad de expresión y hasta dónde el derecho a la verdad. No es un tema menor. Hay casos recientes: un juez de Estados Unidos obligó al activista Alex Jones a pagar una multimillonaria multa por cerca de US$1.200 millones por haber propagado información falsa acerca del tiroteo de Parkland School que cobró la vida de varias personas incluyendo varios menores de edad. Jones afirmaba que todo ello había sido un montaje y desestimó que hubiera víctimas, a pesar de que las autoridades certificaron.

El caso de Jones pone sobre la mesa con claridad que sí hay una tensión entre la libertad de expresión y pensamiento y el derecho a a la veracidad. Claramente hay una diferencia entre tener una opinión y conocer lo que ha ocurrido. La falta de claridad sobre estos límites puede llevar a los pueblos por caminos equivocados.

Para quienes defienden el derecho absoluto a expresarse, pasan por alto que las opiniones pueden tener un alto contenido de falsedad y es claro que defienden este derecho solo cuando las corrientes de pensamiento dominantes en una sociedad los benefician. El indicador de la opinión pública hoy se pone del lado de la extrema derecha: vale la pena preguntarse si van a considerar lo mismo cuando las corrientes de pensamiento se inclinen hacia el lado contrario. Es probable que entonces crean que no son convenientes ni la libertad de expresión ni la libertad de pensamiento.

La solución al desafío sí pasa porque la ciudadanía tenga una mayor comprensión sobre la necesidad de la verificación y la utilidad para los pueblos. En ello deben trabajar los gobiernos, las autoridades y la sociedad civil. ¿Eso pasa necesariamente por la consolidación de una mainstream mediático? Tal vez la respuesta sea no y eso resulta igual de inquietante para quienes defienden el legado de la prensa tradicional que ha aportado mucho en la conformación de democracias. El debate va a seguir abierto.