México en guerra contra la apropiación cultural en la pasarela
Carolina Herrera, Louis Vuitton y ahora Isabel Marant son algunos de los diseñadores de renombre acusados de utilizar los símbolos culturales de los indígenas…
Las fronteras entre la inspiración, el tributo y el plagio son a menudo brumosas, sobre todo teniendo en cuenta que ya está todo inventado y que la cultura, por así decirlo, es una suma de orígenes y narraciones que vienen de muchas partes. Pero cuando se colocan en el centro del debate los símbolos sagrados de un colectivo social y económicamente vulnerable y esos símbolos se utilizan para lucimiento y ganancia de otros, los viejos fantasmas de la colonización -y sus procesos contemporáneos- hacen sonar todas las alarmas.
No sólo en Estados Unidos, sino en países como México, que lleva tiempo en la carrera contra la apropiación cultural en la moda a través de su más incansable luchadora, la responsable de Cultura mexicana Alejandra Frausto, quien no ha duda en enfrentarse a diseñadores de la talla de Carolina Herrera o Louis Vuitton para proteger los intereses de los pueblos indígenas del país.
Ahora Frausto vuelve a la carga con la diseñadora francesa Isabel Marant, que ha incorporado en su nueva colección de invierno diseños de comunidades de los estados de Michoacán, Tlaxcala, San Luis Potosí y Oaxaca. Como ya había hecho en 2015, recordaba la Secretaria, cuando usó los típicos bordados de las blusas de las nativas mixes de Santa María de Tlahuitoltepec (Oaxaca) para una de sus colecciones. Unos diseños, por cierto, que se vendían en torno a 290 dólares la prenda -diez veces más caro que las originales.
Alejandra Frausto acusa a la diseñadora de intentar privatizar una propiedad colectiva, “haciendo uso de elementos culturales cuyo origen está plenamente documentado”, le explicó a Marant por escrito. Asimismo, la política señaló que prendas como la capa "gabin" son “producto de una creatividad colectiva que revela un pensamiento biocultural y muestra la parte intangible de la cosmovisión de un pueblo originario de México”.
El Senado mexicano ha tramitado una queja y denuncia que la francesa se está aprovechando de pueblos como el purépecha, ubicado en Michoacán y que si utiliza su iconografía, debería compartir con ellos los beneficios. Una reivindicación que ya se había hecho a otros diseñadores pero que hasta la fecha no ha tenido efecto en las comunidades locales que inspiran sus creaciones.
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En el verano de 2019 fue Carolina Herrera quien encendió la polémica al presentar en una colección un vestido blanco con bordados de plantas y animales que estaba inspirado en la comunidad de Tenango de Doria (Hidalgo), quienes representan con estos motivos la historia de su pueblo y en donde “cada elemento tiene un significado personal, familiar y comunitario”, denunció el gobierno de AMLO.
Si bien el director creativo de Herrera, Wes Gordon, se apuró a hacer un comunicado asegurando que esas prendas rendían homenaje a la “riqueza de la cultura mexicana” y ensalzaba el “maravilloso trabajo artesanal” de México, la Secretaria de Cultura aprovechó la controversia para “hacer un llamado de atención y poner sobre la mesa un tema impostergable: promover la inclusión y hacer visibles a los invisibles”.
Lo curioso es que pese a las quejas por parte del Ejecutivo, no ha habido ningún avance relevante para un cambio en la legislación que proteja las obras de las comunidades indígenas. Y tan inefectivos han sido estos tirones de oreja a los grandes de la pasarela que la subsecretaria de Diversidad Cultural y Fomento de la Lectura, Natalia Toledo, llegó a decir en un acto público que “estamos trabajando desde la perspectiva del pensamiento indígena, mediante conjuros y proverbios que tienen los pueblos originarios respecto del plagio”.
Literal o figurado, donde no llegan las leyes igual lleguen los chamanes.
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