Volar, una industria que se transformó luego del 9/11
Estas son las medidas de seguridad y los procedimientos que se implementaron en los aeropuertos de Estados Unidos y el mundo luego de los atentados terroristas…
Luego de que el 11 de septiembre de 2001 diecinueve hombres secuestraran cuatro aviones comerciales para hacerlos estrellar contra las Torres Gemelas en Nueva York, el Pentágono en Washington y otro que, al parecer por la intervención heroica de los pasajeros a bordo, cayó a las afueras de Shanksville, Pensilvania, la forma en que los ciudadanos de todo el mundo volaban, cambió para siempre.
Tras el profundo dolor de la impactante jornada terrorista, las autoridades aéreas, a nivel global, decidieron hacer más estrictas las normas que los pasajeros deben cumplir para poder acceder a un vuelo comercial, emitiendo un listado específico de aquellos objetos que no se pueden llevar abordo en el equipaje de cabina, así como de una serie de acciones que cada pasajero debe realizar al ingreso del aeropuerto y que han sido diseñadas para garantizar un viaje seguro.
Antes de que el siglo XXI iniciara, ya las compañías aéreas se habían visto obligadas a implementar medidas de seguridad luego de que varios aviones fueran secuestrados con destino a Cuba en pleno auge de la Revolución, por lo que los detectores de metales fueron instalados en los distintos aeropuertos de Estados Unidos (1973), para luego propagarse por el mundo. Asimismo, luego de un atentado terrorista en Lockerbie, Escocia (1988), en el que explosivos plásticos fueron camuflados en una grabadora, se empezaron a implementar controles más estrictos para la identificación de los equipajes.
Además de tener que llegar más temprano al aeropuerto para cumplir con los protocolos de seguridad emitidos tras los ataques, esto es lo que debemos hacer antes de abordar un vuelo y lo que no podemos llevar con nosotros en cabina:
- Sin secretos
Máquinas de escaneo corporal 360º, rayos x y detectores de armas y explosivos capaces de analizar la composición química de los elementos transportados por los viajeros en sus equipajes, así como estrictos controles para identificar correctamente a cada pasajero y los objetos que lleva consigo.
- Institucionalización de la seguridad aérea
El control de la inteligencia y seguridad aérea, que hasta los atentados era realizado por las aerolíneas privadas, pasó a control público por medio de la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA). Con una multimillonaria inversión del gobierno de George Bush, se pasó de 16.200 guardias de seguridad privada para los controles, a 72.200 para finales del 2002. Se contrataron también más de 60 mil agentes federales nuevos para apoyar estos nuevos procedimientos en los más de 400 aeropuertos comerciales de Estados Unidos.
- Adiós a las despedidas emotivas
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Antes del 11 de septiembre era común ver concurridas o incluso románticas despedidas en la puerta de embarque de cada vuelo, algo impensado en nuestros días, entendiendo que actualmente el pasajero debe completar solo cada uno de los filtros de seguridad de los aeropuertos, situación que la pandemia por COVID-19 extendió hasta el punto de pedir a los viajeros llegar sin compañía a la terminal aérea. Precisamente, debido a los extensivos y estrictos controles de seguridad que pueden tomar largos periodos de tiempo, las compañías aéreas le solicitan a sus usuarios llegar con 90 minutos de anticipación, en caso de vuelo local, o con 3 horas en caso de tener un viaje internacional.
Paciencia es la palabra clave para cada pasajero que debe tomar un vuelo comercial, pues dentro de los ejercicios de control y seguridad por los que se debe pasar al interior del aeropuerto, el mostrarse afanado o incómodo no es un buen consejo. Someterse a escáners corporales, a pasar por separado su computador portátil y su teléfono móvil, a tener que quitarse los zapatos, la correa, las gorras o sombreros, así como a tener en su equipaje de mano solo aquellos elementos que son permitidos por la ley (despidiéndose para siempre de aquellos que no lo son), son algunas de las normas que todo viajero, sin excepción, debe cumplir antes de abordar su vuelo.
Por ejemplo, la exigencia de quitarse los zapatos se impuso luego de que en diciembre de 2001, en un vuelo internacional de American Airlines, un hombre, que afirmaba pertenecer a Al Qaeda, llevara explosivos en sus botas. Por su parte, la prohibición de llevar consigo líquidos que sobrepasen una medida determinada, fue implementada en el 2006 luego de que un grupo de más de 20 terroristas intentarán hacer explotar varios aviones en Gran Bretaña con bombas líquidas. En este mismo año surge también la medida de quitarse las chaquetas y/o abrigos, así como la de retirar los dispositivos electrónicos de sus respectivas fundas.
Por otro lado, los servicios de seguridad debieron implementar controles más estrictos para aquellos paquetes que califican como envíos (es decir, que no se requiere que un pasajero lo lleve sino que son enviados a través de compañías de envíos), por lo que después del 9/11 cada paquete debe ser cuidadosamente inspeccionado.
Aunque quisiéramos que muchas de estas medidas no existieran, también entendemos las lógicas de los actores violentos, las cuales obligan a que la seguridad de los aeropuertos no tenga espacio para el error o la omisión. Justamente después de los atentados terroristas salieron a la luz pública informes que hacían alusión a distintos vacíos en la estrategia de seguridad, empezando por la falta de personal capacitado para las nuevas amenazas y las precarias condiciones de trabajo, lo cual influyó para que en un importante y crítico número de ocasiones las amenazas a la seguridad de los vuelos hubiesen estado a la orden del día.
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