La extraña razón por la que a muchos nigerianos les gusta Donald Trump
Revisionismo pop y mito neoliberal se dan la mano para convertir al magnate en la promesa de proteccionismo y ansía de autarquía.
Centenares de hombres, mujeres y niños como una oleada roja, cantando y bailando mientras sacuden carteles o banderas, cruzaban la ciudad como si fuera la rúa de un festival o una batucada estival. Aplausos, sonrisas y alegría colectiva, una pasión desmedida parecida casi a la de algunos eventos deportivos. Esto no sucedía en América sino en Onitsha, una pequeña ciudad de medio millón de habitantes a la orilla del río Níger, en Nigeria.
Pero, ¿por qué en un país de trece millones de habitantes que fue explotado por Portugal y luego sufrió el azote de la gresiva geopolítica mundial celebra las elecciones norteamericanas? ¿Qué celebra?
Celebran a Donald Trump.
Unas peculiares imágenes de una concentración en apoyo al candidato republicano que se revelan como una pequeña muestra de la leyenda que ha tejido Trump sobre su legado en ciertos países y que es en realidad una ansia de neoliberalismo y autarquía extrema, que algunos calificarían de filofascista, causada por la revisión pop y mercadotécnica del magnate americano.
La noticia saltaba con las imágenes de un pastor en nigeriano que afirmaba no haber visto nunca una manifestación de apoyo de tales proporciones.
La paradójica situación es que, pese al trato que ha dispensado Donald Trump al continente africano, plagado de insultos y teñido de racismo, según informa The Guardian, cuenta allí con el apoyo del 58% de la población, como sucede en otros países como Filipinas, Israel o Kenya.
Una información similar venía acompañada en Reuters por el retrato del artista Peter Odoakang que, vestido con la tradicional agbada roja, cuelga de una pared en Lagos, la ciudad portuaria más grande de Nigeria donde también se reverencia al famoso empresario.
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Los motivos sólo son parcialmente religiosos. Nigeria es un país católico y a los sectores más conservadores les preocupan las alegaciones de abuso sexual pero, por el otro lado, no pueden ni tolerar las posturas demócratas claramente a favor del aborto o los derechos de los homosexuales, así como lo que algunos llaman “agenda islamizadora”. Más bien, en las palabras de algunos de ellos, es esa ansia primordial de autarquía y proteccionismo que esconde la promesa del fin de la necesidad de las jóvenes generaciones de huir del país para buscar un futuro mejor.
Hay quien dice que, más que conservadurismo o filofascismo, se trata de un complejo de inferioridad. Mi apuesta sería que en realidad se trata de revisionismo pop, nacido por la leyenda que generará el hecho de que The Art of the Deal (1987) fuera un long-seller en Nigeria durante años. Por una parte ello implica el nacimiento y expansión del mito liberal del hombre que se hace a sí mismo y levanta economías e imperios, contado subjetivamente por el propio Donald Trump, que viene acompañado también por un revisionismo pop del estilo de vida norteamericano. Debemos recordar también que el país africano es conocido por Nollywood, su propia meca de explotaition nacida a inicios de milenio, siempre en comparación con el gigante estadounidense.
Ya suelen decir aquello de que comparar es humillar.
Hace unas semanas saltaban las noticias del escándalo de Rudy Giulani con motivo de la cámara oculta en el estreno de Borat Subsequent Moviefilm (2020), en la que ya podría apreciarse en clave de parodia ese mismo revisionismo pop del mito neoliberal por parte de países tercermundistas, en el caso de la película de la mano de un reportero de Kazajistán.
Algo similar sucedía en clave de distopía en la película de culto del madrileño Miguel Llansó, Crumbs (2015), los que nos indica hasta qué punto lleva este fenómeno ya en juego. Todo ello revela un caldo de cultivo de más de una década del que esa pequeña manifestación es solamente una muestra.
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