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BERLÍN, ALEMANIA - 18 DE FEBRERO: Una mujer joven camina delante de un anuncio de cartelera para la aplicación de citas Tinder el 18 de febrero de 2019 en Berlín, Alemania. Tinder se ha convertido en una de las aplicaciones de citas más populares. (Foto por Sean Gallup/Getty Images)
BERLÍN, ALEMANIA - 18 DE FEBRERO: Una mujer joven camina delante de un anuncio de cartelera para la aplicación de citas Tinder el 18 de febrero de 2019 en Berlín, Alemania. Tinder se ha convertido en una de las aplicaciones de citas más populares. (Foto…

El romance no se ha acabado: cómo internet, Tinder y los simuladores de citas han cambiado nuestra sociedad

Internet se ha convertido en el amante de muchos humanos desde el momento en que abrieron su primera cuenta Hotmail. Ni se diga si se enamoró de MySpace o…

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El amor en la era digital ha cambiado. Nuestras formas de socialización ya no se dan porque conociste a alguien en un bar, te atrajo y tuviste la valentía de proponerle una cita. Ahora pasa por plataformas -OkCupid, Tinder, Match- que nos hacen desechar, en cuestión de segundos,  a una posible pareja únicamente por su físico. Algo tan parecido a un mercado de carne, donde eliges el corte por su color sin saber de dónde proviene, de qué tipo es, etc.

Helen Fisher, investigadora sobre el amor y la química entre seres humanos y asesora científica de Match.com, afirmó durante una presentación para IntelligenceSquared Debates, que el problema del uso de las aplicaciones no es que perdamos el amor romántico, “el mayor problema es la sobrecarga cognitiva. El cerebro no está bien construido para elegir entre cientos o miles de alternativas”. Tenemos demasiadas opciones y no sabemos cómo manejarlas, porque siempre queremos más.

Por su parte, Libby Heany, artista y experta en computación cuántica, durante una entrevista en su paso por Barcelona, nos explicó que su proyecto Lady Chatterley’s Tinderbot,  en el que un bot es introducido en la app para chatear con los usuarios a través de pasajes de la novela Lady Chatterley’s Lover, es la constatación del profundo desconocimiento del otro que presentan estas plataformas. No sabemos con quién estamos conversando en estas aplicaciones y -lo que más critica Heany- es que terminan banalizando el concepto de intimidad.

Al igual que Heany, la última novela del argentino Patricio Pron, Mañana tendremos otros nombres, indaga en la reflexión de cómo es la vida de una pareja que termina su relación de muchos años y, aún siendo jóvenes, no saben cómo enfrentarse a esa ruptura o a la búsqueda de una nueva relación en tiempos donde la práctica de flirteo pasa por la tecnología.

Para quienes se enamoraron en tiempos pre-tecnológicos, el hecho de enviar un desnudo o la foto de un pene por mensajería, son actos incomprensibles, a diferencia de los usuarios que han encontrado pareja formales en estas aplicaciones de citas. “Pensaba que todas esas parejas que se formaban en redes de intercambio y de las que todos hablaban eran unicornios” afirma la protagonista de esta novela ganadora del premio Alfaguara 2019 en España.

Pero más allá de la crítica o la reflexión, ¿estamos realmente ante un cambio negativo o es un problema cultural?

Sopesar, es quizás la palabra clave

Las aplicaciones de citas no han estado el tiempo suficiente entre nosotros como para tener una idea clara de su buen o mal uso: ¿debemos permitir que Tinder sea únicamente para acostarse con alguien una noche, que Match sea para personas que estén buscando parejas estables o que OkCupid sea para relaciones poliamorosas? ¿Debemos enviar fotos desnudos sin pensar en lo que implica para nuestra privacidad?

He pasado 35 años buscando parejas estables, he tenido alguna y sé lo difícil que es salir cada fin de semana con la esperanza de encontrar a alguien en el parque, en un bar o en una reunión de amigos, es igual de desgastante que pasar el dedo y aproximarme a alguien desde una foto, sin saber cómo huele ni cómo piensa.

Nuestro problema principal es combatir la soledad, porque no sabemos quizás, cómo sobrellevarla.

La serie de televisión Ósmosis, transmitida por Netflix, relata cómo los seres humanos estamos tan desesperados por dejar de tener corazones rotos, de estar solos o de socializar que lo mejor es apuntarse a un programa de Inteligencia Artificial (IA) en el que se puede precisar la búsqueda de tu alma gemela haciendo un match real acorde a tus gustos y estructura cerebral.

En base a los estudios realizados por Fisher, el profesor de psiquiatría en el Hospital McLean en Belmont, Richard Schwartz, afirmó que la idea del amor romántico es un mecanismo del ser humano por mantener la supervivencia, un mecanismo primitivo tan enraizado en la corteza cerebral como el que organiza nuestros impulsos ante la sed o el hambre. 

No es irreal, por tanto, que Fisher comentara en su presentación que: "la tecnología no puede cambiar la estructura cerebral básica del romance; la tecnología está cambiando la forma en que nos enganchamos". El cerebro funciona como un algoritmo, estamos haciendo lo mismo pero a nivel digital.

Si nos enamoramos de personajes de ficción que idealizamos en nuestras mentes, ¿el cambio de soporte no podrá hacer que nos enamoremos de Inteligencias Artificiales? ¿Acaso la película Her está tan lejos de nuestra realidad? Si el sexo se desplaza hacia robots sexuales, ¿por qué no podríamos solventar nuestra soledad con un simulador?

Nada es totalmente imposible en nuestro mundo

En Japón hay una palabra que conceptualiza la idea de amar a un ser virtual no humano. Esa palabra es moé , que deriva del verbo japonés moeru, que significa florecimiento, literalmente “estallar en capullos”, lo que en castellano sería algo así, como mariposas en el estómago. 

Según The Moe Manifiesto, esta palabra se usó originalmente en los versos románticos de la antigua poesía japonesa para describir cómo la naturaleza florece, pero actualmente es una palabra clave entre los gamers de los simuladores de citas, subcultura de anime o porno hentai, quienes han llegado a describir a través de esta palabra el sentimiento único de intimidad que puede sentirse por un ser virtual o ficticio.

Casos como Mystic Messenger -el simulador con interfaz de mensajería de texto que pone a interactuar a los jugadores con los personajes a través de la narración de una novela romántica- pueden responder muchas preguntas. Mystic Messenger ya ha dejado miles de corazones rotos en todas partes del mundo, así como las plataformas de juego, Love and Producer, donde las chinas han gastado millones de yuanes en conseguir novios virtuales  o Dream Daddy donde puedes encontrar a tu DILF favorito.

Créanme, ya hay robots que piensan en su soledad y en cómo “solventarla”.