Tania Bruguera, Vida, Disidencia y Performance
El reciente secuestro de la reconocida artista cubana ha vuelto a poner sobre la mesa el alcance de la censura Castrista.
Los arrestos arbitrarios a artistas, periodistas y activistas en Cuba son moneda común; un país de creadores e intelectuales a los que su Gobierno teme, y por ello silencia.
Una de las víctimas históricas de la censura y la persecusión en la isla ha sido la reconocida artista de instalación y performance Tania Bruguera, secuestrada por el régimen Castrista el pasado mes de Junio cuando se disponía a asistir a una manifestación por el asesinato de un joven en manos de la policía.
A Hansel Hernández la Policía lo asesinó por la espalda ni bien había pasado un mes de la muerte de George Floyd. Hansel tenía 27 años y era afrocubano, y según los reportes, trató de apedrear a los patrulleros cuando lo descubrieron robando en Guanabacoa, en la periferia de La Habana. Los Cuerpos de Seguridad se apresuraron a incinerar su cadáver por la amenaza de COVID, pero Hansel no estaba enfermo, ni tampoco iba armado.
Seis días después de su asesinato, el 30 de junio pasado, la artivista Tania Bruguera iba a asistir a una protesta pacífica delante del cine Yara de La Habana. Lo había anunciado en las redes de la Fundación Hannah Arendt que ella misma creó, le había pedido a la Policía que se abstuviera de boicotear este acto pacífico, eso dijo.
Sin embargo, hicieron todo lo contrario.
El acto iba a celebrarse a las 11. Tania fue secuestrada por los agentes de Seguridad del Estado a primera hora de la mañana, según denunció su hermana en redes sociales.
“Tania Bruguera ha sido llevada (aún no sabemos si por militares o policías vestidos de civiles -secuestro-) saliendo de su casa en este preciso momento (6:17 a.m. hora de Cuba) para impedir su presencia en la manifestación pacífica que tendrá lugar hoy en diversos puntos del país contra la #ViolenciaPolicial,” escribió Deborah Bruguera.
“Tuvieron su oportunidad de demostrarse el contrario de lo que son, pero la perdieron. Comienza el día con la desaparición de #TaniaBruguera. Es el momento de salir y defender nuestros derechos #BASTAYA!!”
Al parecer, Bruguera fue detenida con el pretexto de "contagio pandémico", escribe su hermana. Pero una fotografía de la artista preparándose para la protesta la muestra con una máscara y gafas.
“No permitiremos que a Tania Bruguera ni a ningún otro manifestante pacífico, todos bien avisados de cumplir con las reglas higiénicas, uso de nasobuco, distancia social, activistas responsables, se le vaya a abrir un indebido, incorrecto e ilegal proceso por un inexistente ‘contagio de pandemia’".
Tania Bruguera fue puesta en libertad 10 horas después, no sin antes haber sido sometida a la tortura psicológica de quienes le habían puesto en lo que llamaban “depósito”.
“Y cuando la pusieron en una celda, escuchó también cómo le recordaban las posibilidades metafóricas de ese hecho concreto, amenazas, choteo y humillaciones hacia su persona'', explicó su hermana en otro post en las redes sociales. “El argumento menor fue que nadie la sigue, la quiere ni la defiende, que no vale nada y pudo oír, incluso, como de forma amenazante mencionaron que su única familia -su hermana Deborah Bruguera y su sobrino Marcel- están en otra geografía, en el mismo lugar donde murió en extrañas circunstancias recientemente su madre Argelia y donde pudo haber perdido la vida también su hermana.”
“Violencia psicológica de las más vulgar y de la más primaria. Usar a la familia ya no sólo refleja el carácter mezquino y matón de ese gobierno sino también la falta de originalidad. El agotamiento mismo de sus cancerberos denota que se parecen más a narcos de una mala telenovela que a una policía política.”
Algo parecido le ocurrió al director del portal El Estornudo y corresponsal de The Washington Post, Abraham Jiménez, que iba a cubrir la marcha de protesta por la muerte de Hernández cuando se encontró a una patrulla guardando la puerta de su casa. “Estoy en arresto domiciliario”, escribió en sus redes.
Otros activistas denunciaron a su vez estar retenidos en sus hogares. Los que consiguieron llegar al cine Yara lo hallaron acordonado por la Policía.
Vivir y expresarse en libertad en Cuba se ha convertido en un eterno y arriesgado Día de la Marmota. A los arrestos les suceden otros modos más sibilinos de acallar la disidencia, el corte de Internet, que se ha convertido en la única brecha para difundir la verdad de quienes denuncian las detenciones arbitrarias y la censura en una isla que se proyecta como idílica hacia el exterior, pero que vive su propio encierro interno.
El lunes 20 Tania Bruguera despertó sin conexión a Internet. Casualmente iba a protestar frente al edificio del Instituto Cubano de Radio y televisión para exigir la denuncia de su directora de Comunicación, Yusimí González, acusada de comentarios homófobos.
La compañía de telecomunicaciones cubana, Etecsa, también dejó sin acceso a datos móviles a otros cinco artistas, activistas y reporteros, al menos los que se atrevieron al fin a denunciarlo en sus redes.
“En Cuba no se mata a periodistas, se asesina su reputación”, afirmaba hace unos días un reportero, refiriéndose al caso de Jiménez Enoa, que ha denunciado estar sufriendo una “campaña de difamación” promovida por las “ciberclarias”, una suerte de Santa Inquisición informática a sueldo del régimen que se dedica a atacar en redes a opositores y a todo el que contravenga la versión de los medios oficiales utilizando perfiles falsos y hostigando también a sus familiares.
Todo ello fruto del decreto 370, conocido como Ley Azote, uno de los tres ‘decretazos’ creados a finales de 2018 por el Gobierno Cubano y que pretende ‘parchear’ Internet, sobre todo en su artículo 68, donde puede leerse que se considera una violación !difundir, a través de las redes públicas de transmisión de datos, información (que el régimen cree) contraria al interés social, la moral, las buenas costumbres y la integridad de las personas”.
Cuando el régimen no tira del decreto, lo hace, aseguran quienes han vivido en sus carnes el silencio, de otras formas. Convirtiéndote, por ejemplo en “un prófugo” en tu propio país.
Como le ha ocurrido a la periodista Camila Acosta, que empezó a sufrir la persecución de la Seguridad del Estado cuando abandonó su empleo en Canal La Habana para reportear de forma independiente miserias reales como las largas colas que hace su gente para comprar alimentos o referirse al Gobierno en sus textos publicados virtualmente como “Castro Virus”.
Acosta no sólo denuncia sanciones a su libertad de prensa, sino que ha tenido que cambiar cinco veces de domicilio en lo que va de año, las dos últimas en menos de un mes, alegando que sus caseros reciben amenazas para que la echen a la calle.
Una de las primeras veces que la artivista cubana Tania Bruguera (1968) escuchó aquello de “Vamos a dar un paseo”, fue su padre quien se lo dijo. Ella tenía 25 años y preparaba una exposición con textos de artistas para un periódico, cuando Miguel Brugueras, a quien Tania solía ver un par de veces al año, se presentó en su casa y la llevó a ver a unos “compañeros”. Miguel había sido uno de los fundadores del Partido Comunista y su defensa del castrismo le hizo tomar distancia de la familia. “Aquel día no era mi padre, era un policía”, recordaba la artista en conversación con El País Semanal.
Desde ese día “el paseo” ha sido frecuente en la vida y la carrera artística de Tania, que vive entre La Habana y Chicago, entre La Habana y las múltiples exposiciones y proyectos en el MOMA o en el TATE que la han consagrado como una de las grandes artistas cubanas y la enemiga número uno del régimen.
Cada interrogatorio, cada arresto, dice, refuerza el motivo de su arte, que no puede desligar la política de su tiempo. Una disidencia que asegura tiene el germen en sus 12 años, cuando regresó a Cuba después de haber seguido a su padre como diplomático en Beirut, París y Panamá, y se dio cuenta de que la isla revolucionaria de la que le habían hablado tenía poco que ver con la Cuba de su niñez. De su juventud. De su mediana edad.
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“Sé que soy un objetivo del Gobierno cubano. Ellos me han clasificado como enemiga, y eso no tiene vuelta atrás”, dijo en la entrevista Bruguera, que vive siempre alerta, perpetuamente vigilada no importa si está en La Habana o en Nueva York.
Su fama internacional le permite ponerse en primera línea de fuego, decir y hacer lo que otros temen porque si algo le ocurriera, admite Tania, el escándalo sería demasiado grande.
“Una vez en un interrogatorio me dijeron: ‘No te vamos a meter más presa porque no queremos que seas la Ai Weiwei cubana ni que te den un premio nobel’”, recordaba.
No es que Bruguera sea contraria a los ideales de la revolución, a la justicia social, pero Cuba está muy lejos ya de eso. A años luz de aquel 1959 en que la Revolución cubana planteó un momento único de libertad creativa que atrajo a la isla a Sartre, a Ginsberg, a Simone de Beauvoir, llamados por sus ideas y sus artistas y narradores.
Así lo recuerda el Premio Nacional de Literatura Antón Arrufat, que vio cómo en los 70’ esos aires de vanguardia dieron paso a una línea muy dura, y muchos intelectuales acabaron huyendo del castrismo, con casos tan conocidos como el del escritor Reinaldo Arenas, que padeció la tortura, el presidio y finalmente el exilio. Pero yo seguí escribiendo porque era la única cosa que no podían quitarme”, dijo Arrufat a NYT.
Tras el colapso de la Unión Soviética y luego, años más tarde, cuando Raúl Castro asumió la presidencia, en 2006, Cuba tuvo unos años de respiro durante el que aparecieron galerías, compañías teatrales e importantes festivales de cine. El turismo ya no venía a buscar sexo y playa, sino cultura.
Sin embargo, los tres decretos de 2018, sobre todo el que atañe a los artistas -en realidad, a todos los cubanos-, el fatídico 349, amenaza con hacer retroceder todo lo andado.
Ahora todo artista en Cuba debe estar afiliado si quiere actuar, exponer o vender su trabajo en la isla. Los inspectores del Ministerio de Cultura pueden interrumpir una lectura de poesía o una inauguración en cualquier momento, y multar a los creadores, cuando no requisarles su trabajo o incluso retirarles la licencia. El Gobierno insiste en que no es censura, sino una forma de proteger su patrimonio de la globalización.
“En los años setenta no existía ningún decreto ni ley que justificara la censura; ahora el derecho a censurar está codificado en un decreto”, insiste Arrufat, autor del emblemático ‘Los siete contra Tebas’.
Tania Bruguera volvió a ser detenida en 2018 por protestar contra el decreto 349, como lo había sido en 2014, por organizar una performance en la Plaza de la Revolución cuando Obama suavizó las relaciones con Cuba. Como se negó el pasado año 2019 a participar en la Bienal de La Habana por el nuevo decreto que legaliza la censura.
“Se les está yendo el poder de las manos y quieren controlar a los artistas. Tienen miedo porque en Cuba están sucediendo cosas nuevas”, concluyó la artivista, y añadió: “Al poder hay que hablarle sin miedo. El arte político en Cuba es una ruleta rusa, un juego a todo o nada en el que uno apuesta a perderlo todo”.
Según Cuban Prisoners Defenders, actualmente hay en Cuba más de un centenar de personas encarceladas por motivos políticos.
Para la ONG, los casos se enmarcan en un “aumento de la represión, el control y la retórica de la Guerra Fría” que han observado desde 2018, cuando empezó a debilitarse el aparato del régimen.
“Pretenden controlar a una población cada vez más desafecta del sistema y a una opinión pública internacional que cada vez es menos manipulable”, dijo la CPD.
El arte y el periodismo son peligrosos para los totalitarismos. A veces internet también lo es.
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