[OP-D]: Las editoriales no deben confinar a los autores latinos a “historias de inmigrantes”
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No estaba preparada para ésa. Pensé: “¿Qué latinos no leen? Todos lo que yo conozco, leen,” pero la percepción era que los hispanos o no leen para nada o consumen libros en inglés.
La cuestión es que aunque sería mejor que más hispanos pasaran su tiempo con libros de calidad, la situación no es tan terrible como algunos la pintan.
Primero, para establecer una base, según el Pew Research Center, el 26 por ciento de los estadounidenses encuestados en 2016 dijo que no había leído un libro (impreso, electrónico o en forma oral) ni en su totalidad ni en parte, el año anterior.
Al dividir según la raza, los adultos hispanos tenían el doble de probabilidades comparados con los blancos (40 por ciento vs. 23 por ciento) de reportar haber leído un libro en los 12 meses anteriores. Nuevamente—sería fantástico que más latinos leyeran más libros, pero es algo que se puede aplicar a todos los estadounidenses.
“No es que los latinos no lean, es que los latinos que buscan libros a menudo buscan el mismo tipo de libro, que se limita a historias latinas repetidas y ya sabidas de inmigración e identidad, y eso es lo que todos leen,” dijo Jonathan Marcantoni, editor y co-fundador de La Casita Grande Press, que se centra en literatura latina y del Caribe. Naturalmente, hay pocos de esos títulos para escoger en el mercado editorial principal, y por lo tanto, según la lógica de Marcantoni, menos lectores.
Marcantoni que acaba de publicar “Tristiana”, siente el aguijón de ese estereotipo genérico y se ha visto afectado por el interrogante de si los lectores latinos prefieren obras en español o en inglés.
Sus otros libros fueron escritos en inglés—la lengua madre de Marcantoni—y mientras los promocionaba, la respuesta que obtuvo del público en los diversos eventos, de sus seguidores en línea y de su familia fue: “¿Cuándo sale la versión en español?”
Eso instó a Marcantoni a pasar años aprendiendo a escribir apropiadamente en español y a quebrar las reglas gramaticales y de estilo a fin de incorporar el sonido de la jerga y de los dialectos locales de toda América Latina.
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Pero cuando “Tristiana”, una novela experimental sobre un grupo de artistas que intentan decidir cuál es su lugar en una revolución marxista latinoamericana, salió hace unas semanas, la recepción fue tibia.
“Cuando publiqué ‘Tristiana’ contacté a todas las personas que dijeron que querían un libro en español, y cada vez que me comuniqué no hubo respuesta, absolutamente sin respuesta,” dijo Marcantoni. “Publiqué fragmentos de mi novela en los medios sociales y cuando lo hago en inglés, obtengo una avalancha de respuestas. Pero con los de español fue un fracaso. Entonces, ¿dónde están todos esos lectores de español?”
Según Pew, el 68 por ciento de todos los hispanos habla inglés adecuadamente. Y, en 2013, el centro notó que la mayoría dijo preferir las noticias en inglés, lo que indica que debe haber una diferencia entre lo que los lectores latinos dicen que quieren y lo que en realidad consumen.
Pero Marcantoni dice que el asunto más importante no es el idioma, sino una selección mejor del tipo de historias en que los hispanos quieren verse pintados y, a su vez, leer.
“Cuando me encuentro con lectores que gustan de obras de género—como historias experimentales, ciencia-ficción, mitología y fantasía—se criaron leyendo autores blancos porque los autores latinos están marginados en la categoría de ‘historias de inmigrantes’,” me dijo Marcantoni. “No es que los lectores latinos no sean educados, pero hay una escasez del contenido que les gusta, escrito por su propia gente.”
Eso indica que hay ciertos nichos literarios para llenar. Si los lectores hispanos realmente buscan historias de horror, ficción erótica, misterios de detectives, comedias e historias alternativas con un componente cultural, lo que necesitamos realmente es una Patricia Cornwell latina, un Stephen King latino y un E.L James latino.
Pero sin embargo, lo que es más importante es que las grandes editoriales reconozcan que los lectores latinos no están interesados exclusivamente en historias sobre el shock cultural y la marginación. Cuando aparecen escritores latinos que no cuentan “historias de inmigrantes”, hay que darles una oportunidad.
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