Las secuelas de una pandemia en la educación de América Latina | OP-ED
Una mirada a los efectos indudables que ha dejado la pandemia del Covid-19 en estudiantes e instituciones. Nada distinto de las condiciones propias de estos…
La pandemia del Covid-19 transformó, entre otros, la realidad de la educación en muchos países alrededor del mundo, dejando retos y tareas de muy largo alcance que seguramente transformarán los planes de desarrollo de gobiernos e instituciones.
A pesar de las carencias propias de la desigualdad y la inequidad en América Latina, instituciones educativas, maestros y estudiantes se ajustaron rápidamente a las nuevas circunstancias. Según el Banco Mundial, antes de la pandemia apenas el 19% del portafolio de programas de educación superior de la región se ofrecían virtualmente y solo el 16% utilizaba modalidades híbridas.
Las brechas en aspectos como el acceso a Internet, las condiciones paupérrimas de muchas poblaciones, la carencia notoria de computadores, el descuido en el proceso de formación, entre otros, quedaron en evidencia sorprendiendo a muchos lideres del sector educación que, en condiciones normales, jamás se habrían visto enfrentados a tan cruda realidad.
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Entre quienes lograron seguir estudiando durante la pandemia, según una encuesta de la ONU sobre juventud de América Latina y del Caribe, el 38% afirmó tener mala conexión o no contar con ella en sus hogares, el 28% debe compartir el computador con otros miembros de la familia y el 11% no cuenta con un computador, lo que por supuesto ha impactado los procesos de aprendizaje y aumentado la deserción.
Como un bálsamo para el terror de las cifras, la pandemia también nos devolvió la esperanza con múltiples ejemplos de solidaridad entre los jóvenes que se organizan incluyendo a todos, porque la diversidad hace parte de su cotidianidad y sin formalismos, pero con mucha efectividad. A las aulas regresaremos vacunados contra la indiferencia y fortalecidos para trabajar por el cierre de las brechas porque ahora más que nunca, y a pesar de todo, nos sabemos conectados.
Los gobiernos y las instituciones regresan a la normalidad habiendo vivido en la carne propia de los seres humanos que las conforman la importancia de lo mínimo, de lo básico, de la salud mental y de las familias como verdaderos soldados en las reales contingencias.
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