Las deudas sociales con la vejez | OP-ED
Cada vez se inclina la balanza poblacional en el mundo: más proporción de viejos que de jóvenes.
El mundo se vuelve cada vez más viejo. Según el Banco Mundial, la población de más de 65 años suma el 9% del total de la población global, porcentaje que se mantendrá en ascenso en los siguientes años.
En Europa, por ejemplo, las estadísticas dan cuenta de esta realidad. Al 2030, la Unión Europea aumentará el número de trabajadores de más de 50 años al 55% de su mano de obra total. Para 2040 aumentará 2,3 puntos porcentuales el gasto en atención sanitaria y en pensiones. Algunos de sus países ocupan ya los 10 primeros puestos de la más baja natalidad en el mundo y el 36% de la población tendrá más de 65 años para el 2050.
En Estados Unidos, como en Europa, el aumento de la población mayor guarda relación con la caída en la tasa de natalidad. Incluso, se plantea que la inmigración sería un factor central para equilibrar el envejecimiento con la población en edad de trabajar.
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El aumento de la población mayor guarda relación con la caída en la tasa de natalidad.
Otro asunto es la condición propia de la vejez. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, en un porcentaje considerable los viejos sufren demencia y depresión que no son tratadas, ni reconocidas por los sistemas de sanidad. A esto se suma la incapacidad de realizar actividades cotidianas básicas de forma independiente y no contar con la guía de cuidadores apropiados, aislándolos de una sociedad indiferente a esta problemática.
Sin duda alguna, las deudas con la vejez no son solo de los estados. En nuestras conciencias reposan responsabilidades sobre la sostenibilidad de nuestras finanzas, la disciplina de nuestro autocuidado y la deuda con el descubrimiento de nuestros talentos, hobbies, metas y proyecto de vida.
La escritora e investigadora chilena Pilar Sordo indagó sobre la vejez en América Latina y lo plasmó en su libro ‘No quiero envejecer. Las claves para vivir plenamente y disfrutar del paso del tiempo’. Asegura que uno envejece cuando vive más de recuerdos que de proyectos.
Envejecer es una de las pocas cosas que todo ser humano tiene seguro desde que nace y, paradójicamente, es para lo que menos nos preparamos. Si desde niños entendemos que día a día cultivamos lo que nos va a soportar en la vejez, tal vez aprendamos a ser adolescentes menos tristes, jóvenes menos inconscientes, adultos menos irresponsables y, por supuesto, viejos menos acomplejados. z
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