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La foto corresponde a lo ocurrido en Filadelfia y que refleja el descontento de un amplio sector de la población.
La foto corresponde a lo ocurrido en Filadelfia y que refleja el descontento de un amplio sector de la población. Foto Nigel Thompson/ALDÍA News

Legal o no, las mujeres seguirán abortado | OP-ED

La decisión de la Corte Suprema es uno de los más grandes retrocesos para el feminismo moderno. Siguen metiendo las narices en nuestros cuerpos.

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Desde que la Corte Suprema de los Estados Unidos derogó el caso Roe v. Wade el pasado viernes, me sobran las preguntas sin respuestas. ¿Qué pasaría si existiera una ley que regule el cuerpo de los hombres? ¿Qué hubiera dicho la difunta Ruth Bader Ginsburg si aún fuera jueza?¿Por qué las armas tienen más derecho que las mujeres? ¿Cuándo volveremos a tener autonomía sobre nuestros cuerpos? Entre tanta incertidumbre, estoy segura de que no soy la única que le aterra ser mujer y latina en pleno 2022. 

Además de la jueza Ginsburg, quien falleció en el 2020, también pienso en la feminista francesa Simone de Beauvoir y en la escritora inglesa Virginia Woolf, grandes pensadoras del siglo XX cuyas posturas siguen vigentes por más años y siglos que haya de por medio. ¿O será que el tiempo es como una rueda donde reaparecen los mismos ciclos conservadores cada cierto tiempo?

“Nunca olviden que solo hace falta una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres sean cuestionados. Estos derechos nunca pueden darse por sentados. Debes permanecer vigilante durante toda tu vida”, nos dejó por escrito de Beauvoir hace más de 50 años. Para muestra, un botón basta. 

En el 1971, Simone de Beauvoir se juntó con otras 342 mujeres para publicar un manifiesto donde afirmaban haberse sometido a un proceso de aborto y sin importarles las represalias legales y posibilidad de cárcel que pudieron haber enfrentado. Sin embargo, el “manifiesto 343” logró ratificar la Ley Veil en Francia y despenalizar la interrupción voluntaria del embarazo para diciembre de 1974. 

“Un millón de mujeres abortan cada año en Francia.

Ellas lo hacen en condiciones peligrosas debido a la clandestinidad a la que son condenadas cuando esta operación, practicada bajo control médico, es una de las más simples. Se sume en el silencio a estos millones de mujeres.

Yo declaro que soy una de ellas. Declaro haber abortado.

Al igual que reclamamos el libre acceso a los medios anticonceptivos, reclamamos el aborto libre”, leía parte del manifiesto. 

Virginia Woolf transitaba la misma línea feminista que de Beauvoir. En su literatura repensó la postura de la mujer en el ámbito académico y profesional y resaltó la importancia de que las mujeres obtuvieran independencia económica, libre pensamiento y total autonomía de decisión para reivindicar lo propio. De ahí, el famoso ensayo “Una habitación propia”.

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“Cuántas mujeres olvidadas porque ni siquiera ellas mismas pudieron, pueden o podrán decir 'esta boca es mía', 'este cuerpo es mío', 'esto es lo que yo pienso’”, dice una de las frases más célebres de Woolf.  

Para movernos a tiempos más modernos, regreso con el feminismo de Ruth Bader Ginsburg. En un vídeo filmado en el 1993, la jueza resaltó, con la sabiduría que la distinguía, la importancia de legislar a favor de la autonomía y el derecho al aborto. 

“Es algo fundamental para la vida de una mujer, para su dignidad. Es una decisión que debe tomar por sí misma. Y cuando el gobierno controla esa decisión por ella, se la está tratando como si fuera menos que una persona adulta responsable de sus propias elecciones. Y que si se imponen restricciones que la perjudican, se la está perjudicando por su sexo. Que el estado controle a la mujer significaría negarle su plena autonomía y su plena igualdad”, contestó Ginsburg durante su confirmación como jueza de la Corte Suprema.

Las barreras para acceder al aborto aumentan significativamente en las mujeres latinas, que representan un porcentaje alto dentro del nivel de pobreza. Como mujer latina, el miedo de no tener un aborto seguro se intensifica aún más. Según las estadísticas de la organización Planned Parenthood, las mujeres hispanas tienen casi 2,5 veces más tendencia que las mujeres blancas a someterse a un aborto. Mientras que el índice de abortos entre las mujeres que viven por debajo del nivel federal de pobreza es más de cuatro veces mayor que el resto. En definitiva, una amenaza directa hacia la salud y la vida de las mujeres latinas. 

La prohibición del aborto representa uno de los retrocesos más grande en la historia del feminismo moderno. ¿Hasta cuándo un grupo de jueces confirmados en la Corte Suprema bajo el mal gobierno de Donald Trump seguirá controlando lo que hacemos con nuestros cuerpos y nuestra autonomía? Lo que ellos no entienden es que legal o no, las mujeres seguirán abortando. Cuando nuestra privacidad se convierte en asunto del Estado, las mujeres nos volvemos ciudadanas de tercera. Así lo dijo Ruth Bader Ginsburg, Simone de Beauvoir y Virginia Woolf. Y la historia se repite. 

 

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  • abortion