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 Ciudadanos asisten a votar en el Ayuntamiento de Santa Mónica durante las elecciones primarias de California. California es un estado fuertemente democrático y los líderes del Partido Demócrata esperan cambiar varios escaños del Congreso en las elecciones de mitad de período de noviembre. EFE
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En los Estados Unidos de Trump, la batalla por ponerle bozal a un gobierno descarriado es la primera urgencia en la política demócrata, así como mantener las filas cerradas es la desesperación de los republicanos.

Desde que se diera inicio a las elecciones primarias, mucho ha sido el terreno recuperado por el partido azul –en una contienda favorable en especial para las candidatas mujeres– pero precisamente la desesperación por un nuevo terreno ha volcado a numerosos candidatos a sobrellenar las boletas, algo que el hermetismo republicano pretende utilizar a su favor.

Las elecciones primarias en California, por su parte, resultaron profundamente reveladoras para quienes se aventuran a anticipar un posible resultado en las elecciones definitivas en noviembre.

Con un sistema electoral particular –donde los dos candidatos más votados son los que llegan a la carrera final, sin importar su partido– el estado profundamente demócrata, y uno de los pilares fundamentales para la resistencia a Trump, no revolucionó los resultados como muchos esperaban.

“Los demócratas escogieron su lista de candidatos al Congreso de un enorme grupo de contendientes, en algunos casos resolviendo primarias caóticas por el más estrecho de los márgenes”, explica el New York Times. “Y a pesar de toda la energía de la izquierda, los demócratas parecen haberse conformado en gran medida con un conjunto principal de candidatos para disputar los principales puestos republicanos de la Cámara de Representantes”.

La población parece haberse inclinado más hacia el camino seguro que al riesgo de nuevos contendientes más liberales y con una estructura de campaña menos sólida, en lo que el Times llama “poner la táctica por encima de la ideología”.

La mayoría de los candidatos electos para la Cámara, por ejemplo, resultaron ser personajes fuertemente posicionados en el “mainstream” demócrata, como fue el caso de T.J. Cox en el Distrito 21 o Josh Hardner en el 10.

En otros casos, como el de Gil Cisneros en el 39 o Katie Hill en el 25, los candidatos, aún siendo más liberales de lo que dicta la norma, contaron con el apoyo de la maquinaria nacional demócrata así como con el espaldarazo de figuras públicas del partido, lo que les volvía a centrar, de una manera u otra, en el rango más “equilibrado” de la ideología azul.

Y es esta inferencia estructurada en la política lo que podría poner precisamente en riesgo la llamada “Ola Azul” en noviembre.

Según explicó el Centro para la Política de la Universidad de Virginia a CNN: “Las complejidades del formato de los dos primeros explican por qué el Comité de Campaña del Congreso Demócrata (DCCC) y sus aliados han tenido que botar varios millones de dólares (hasta ahora) en tres asientos republicanos del sur de California (…) porque los demócratas está preocupados por no presentar candidatos a las elecciones generales en uno o más de esos distritos”.

Hasta el momento, la jugada ha dado sus frutos. De 53 distritos en California, los demócratas quedaron electos para todos, mientras los republicanos no lograron posicionarse en 10 de ellos, lo que implica, según continúa CNN, que en “siete de los puestos en la Cámara ocupados por republicanos, y que Hillary ganó en las elecciones del 2016, los demócratas tendrán un candidato”.

¿Podemos decir entonces que la Ola Azul es una realidad?

Nunca es sabio contar los pollos antes de nacer. Si los demócratas quieren retomar el control sobre los órganos legislativos, deberán solidificar las ideologías en una estrategia que no deje flancos abiertos por discrepancias internas.

Asimismo, la incidencia macro política de organizaciones como la DCCC ha funcionado en la agresividad de la primera contienda; es quizás momento de pasar a la defensa del territorio ya ganado.