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Harvey Weinstein (65) es uno de los pesos pesados en Hollywood - conocido por ser el responsable de la producción de obras maestras como Pulp Fiction (1994), Shakespeare in Love (1998) y Pandillas de Nueva York (2002) – pero su reputación se vio manchada y destruida tras la publicación de varios reportes en su contra por abuso sexual.
Harvey Weinstein (65) es uno de los pesos pesados en Hollywood - conocido por ser el responsable de la producción de obras maestras como Pulp Fiction (1994), Shakespeare in Love (1998) y Pandillas de Nueva York (2002) – pero su reputación se vio manchada…

El efecto Weinstein: no hay marcha atrás

El acoso y el abuso sexual han sido los temas más fulgurantes en los medios durante las últimas semanas. Después de la publicación del secreto a voces en…

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Esta historia apareció en el número del 29 de noviembre de 2017 de AL DÍA

Octubre del 2017 será recordado como el mes en el que todos conocimos al monstruo que se sentaba en la mesa.

Todo comenzó cuando el New York Times y el New Yorker hicieron públicos los recuentos históricos (que databan de más de una década) de varias mujeres que fueron víctimas de la conducta sexual inapropiada del productor cinematográfico Harvey Weinstein en octubre de este año.

Ambos medios publicaron las declaraciones de al menos doce mujeres que aseguraban haber sido asaltadas, insinuadas y hasta abusadas sexualmente por el productor.

Weinstein, de 65 años, ha producido obras maestras como Pulp Fiction (1994), Shakespeare in Love (1998) y Pandillas de Nueva York (2002) de la mano de su hermano y su compañía familiar, The Weinstein Company, de la cual acaba de ser despedido. Más adelante, la Academy of Motion Picture Arts and Sciences y otras asociaciones profesionales procedieron a hacer lo mismo.

El valor de esta docena de mujeres inspiró a treinta más, abriendo la caja de Pandora y poniendo sobre el tapete una retorcida realidad normalizada, que ha condenado a tantas personas a un sufrimiento silente.

Sin embargo, nada de esto es nuevo.

Desde principios de los años noventa, la sociedad estadounidense ha tenido su cuota de escándalos sexuales. En 1991, Anita Hill testificó contra Clarence Thomas, quien todavía mantiene su escaño en la Corte Suprema el día de hoy. Durante la década de los 2010, varias mujeres aseguraron haber sido drogadas y abusadas por el comediante Bill Cosby y más recientemente, la prensa sacó a la luz las conductas inadecuadas del comentarista político de la cadena Fox, Bill O’Reilly, que también fue expulsado de la empresa que le dio fama y renombre.

Pero quizás el epicentro de todo esto haya sido la publicación de un vídeo en el que se escuchaba al entonces candidato presidencial, Donald Trump, haciendo comentarios lascivos contra las mujeres en un compañerismo detestable con Billy Bush.

El fenómeno fue creciendo y muchas mujeres encontraron el valor para hacer del año 2017 el momento en el que “el acoso sexual se convirtió en una ofensa causal de despido”, según sentenció USA Today.

Una bola de nieve imparable

Las acusaciones a Weinstein lograron lo que muchos creían imposible: se reconoció a nivel nacional la gravedad del acoso y la agresión sexual. Tanto hombres como mujeres hablaron públicamente de sus historias de conducta sexual inapropiada en lugares de trabajo, y la consecuencia inmediata fue la rápida expulsión de muchas personas en posiciones de poder.

Después de que la actriz Alyssa Milano (Who’s the Boss?, Melrose Place, Charmed) compartiera a través de las redes sociales la etiqueta #MeToo (“Yo También”) y alentara a la gente a compartir sus experiencias, tanto Twitter como Facebook reportaron más de 2 millones de respuestas al comentario.

El silencio se rompió y no había manera de pararlo.

Andy Signore (Screen Junkies), Roy Price (Amazon Studios), Tyler Grasham (Agencia para las Artes Escénicas) y Chris Savino (The Loud House) fueron los primeros nombres en salir a la luz.

Algunos, como el actor Kevin Spacey (House of Cards, American Beauty), no supieron responder adecuadamente a las acusaciones, y cayeron en una retahíla de errores mediáticos que sepultaron sus carreras. Lo mismo sucedió con el comediante Louis C.K., el cineasta Brett Ratner y James Toback.

Después de lo sucedido con O’Reilly, en la industria del periodismo muchos otros fueron expulsados. Tal fue el caso del director editorial de Vox Media, Lockhart Steele, Mark Halperin de la NBC News, el jefe de noticias de NPR, Michael Oreskes y el director de The New Republic Leon Wieseltier.

En el epicentro de la política estadounidense, las conductas erróneas no son un mito. Basta con recordar el escándalo Lewinsky en 1998 – cuando el presidente Bill Clinton, que entonces tenía 49 años, sostuvo una relación extramarital con una empleada de 22 años de la Casa Blanca, Mónica Lewinsky -, el caso de Henry Hyde, el de Bob Livingston o incluso el de Bob Barr.

Pero cuando se trata de abuso o acoso, este es el episodio más convulso en la política estadounidense.

Desde que se detonara el Efecto Weinstein, seis mujeres han acusado al Senador del Estado de Florida, Jack Latvala por acoso; varias mujeres han acusado al Senador del Estado de Minnesota Dan Schoen, y una activista acusó al Senador de Illinois, Ira Silverstein, de acoso, lo que le costó su puesto en el caucus Demócrata del Senado.

Más recientemente – y con mayor cobertura mediática – la locutora Leeann Tweeden expuso al Senador de Minnesota, Al Franken, por sus conductas abusivas e inapropiadas durante el 2006. Después de que el caso se hiciera público, otra mujer acusó a Franken de “manoseo”  mientras se tomaba una foto con él en la Feria Estatal de Minnesota, en 2010.

Asimismo, ocho mujeres han acusado al candidato al Senado de Alabama por el partido Republicano, Roy Moore, de conductas sexuales inapropiadas y abuso, incluyendo el haber salido con niñas menores de edad mientras él contaba con treinta años.

Si bien varios integrantes del partido Republicano han insistido en que Moore debería retirarse de la contienda, la Casa Blanca ha decidido respaldar al candidato, tan sólo por el miedo a que su contrincante en la carrera – el liberal Doug Jones – llegue al Senado.

¿Quiénes deciden hablar?

Según Fátima Goss Graves, presidenta y directora general del National Women’s Law Center, “la clase, la raza y la estatura influyen en que se crea o no a una mujer. La naturaleza de quien está contando la historia es lo que importa aquí”.

Muchos son los casos – en especial, el de Weinstein – en el que el dinero y los acuerdos privados han logrado silenciar a muchas víctimas del acoso. El trauma, el fracaso profesional y las demás consecuencias, nunca se llevaron al bufete de un abogado.

“Si tienes el impulso de hablar algo que te has guardado durante 20 años, y ves a otros hablar de ello, entonces lo haces”, dijo la terapista de trauma Kathleen Carter Martinez, autora de “Permission Granted: The Journey from Trauma to Healing from Rape, Sexual Assault and Emotional Abuse”, a CNN. “Hace años no teníamos eso, y era mucho más difícil hablar al respecto”, agregó.

De la misma manera, las redes sociales y las organizaciones de apoyo han promovido una campaña de concientización, en la que la distinción entre “acoso”, “abuso” y “violación” ha hecho a muchos caer en cuenta de que han sido víctimas de una u otra manera y que las conductas sexuales inapropiadas no son simples “gajes del oficio”.

Hoy en día, colectivos feministas, mujeres en industrias “predominantemente masculinas”, políticos y figuras públicas, han decidido que el momento de actuar “es ahora”, y que la normalización del acoso y las connotaciones sexuales en el trabajo tiene que detenerse.

¿Cómo puede ayudar? Es sencillo: levante la voz.