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A longtime Norris Square resident, Eddie, opens a fence to one of the lots he's maintained for the last 30 years. Photo: Nigel Thompson/AL DÍA News.
Eddie quien ha vivido en Norris Square por decadas abre la entrada a uno de los lotes que ha mantenido durante los últimos 30 años. Foto: Nigel Thompson / AL DÍA News.

Norris Square: un barrio que lucha por su existencia enfrenta un nuevo desafío

Hace treinta años, Norris Square luchó para deshacerse de las drogas y la violencia. Ahora enfrentan una nueva pelea con una inversión externa.

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Si le pregunta a cualquier residente que haya vivido en Norris Square por más de 30 años cuál es el nombre del parque “Norris Square”, lo más probable es que lo escuche referirse a él como "El Parque de Las Ardillas".

El nombre proviene de un momento más tranquilo en la historia del vecindario, pasivo pero no sin dificultades.

La comunidad reconstruye el barrio

En la década de 1970, Norris Square luchaba por sobrevivir al abandono industrial que aquejaba a Filadelfia. En lo que pareció un abrir y cerrar de ojos, las fábricas que alguna vez emplearon a la mayoría de los residentes del vecindario quedaron inactivas. 

Las casas que albergaban a los trabajadores se convirtieron en propiedades fantasma. Lo que quedaba era una comunidad predominantemente puertorriqueña, que había establecido sus raíces en la década de 1950, viviendo junto a poblaciones afroamericanas y blancas más pequeñas.

 La comunidad co-existía en relativa paz, pero la dificultad económica de la época significaba que el prejuicio a menudo era alto entre los grupos.

En un intento por traer gente de regreso a la ciudad, Filadelfia comenzó a ofrecer algunas de sus propiedades vacantes por $1 dólar. Los nuevos residentes aliviaron parte de la desolación de Norris Square, pero aún se necesitaban más oportunidades de trabajo.

Esa responsabilidad recayó en los residentes, quienes con esfuerzo fueron construyendo una nueva comunidad. Hasta la década de 1980, cuando la epidemia del crack arrasó con la ciudad. Lo que una vez fue una vida dura pero gratificante pasó a ser peligrosa y llena de adicción.

A mediados de la década de 1980, Lisa Segarra se mudó a Norris Square con su hijo de un año. Añoraba llevar a su niño al parque, pero para ese entonces  El Parque de las Ardillas había dejado de ser un lugar para niños.

"Era considerado un parque de agujas", dijo.

Norris Square Park estaba en el corazón de los barrios que The Philadelphia Inquirer denominó "The Badlands". Un nombre que, desafortunadamente, se aferra a Kensington y sus comunidades adyacentes hasta el sol de hoy.

Segarra recuerda el parque completamente cubierto de basura, agujas y vidrios rotos. Un escenario que como madre le impedía permitirle a su hijo jugara allí. En su lugar, Segarra optaba por llevarlo fuera del vecindario para tomar aire fresco.

"Fue muy triste", dijo.

En ese momento, la respuesta de la ciudad fue hacerse de la  vista gorda. Al menos eso sintieron los residentes ante las condiciones del barrio.

“Nos marcaron”, dijo Segarra. “No recogían la basura, no había ningún tipo de servicios en el vecindario. Estabamos abandonados", agrega. 

Una vez más, la responsabilidad del vecindario recayó en los residentes. Debido a la ausencia de servicios de la ciudad y la lucha por sobrevivir, algunos desarrollaron una inmensa pasión por la comunidad.

Quienes encarnaron esa pasión y empezaron la lucha fueron 5 mujeres. Comenzaron desafiando el problema de la violencia y las drogas en la comunidad, bajo el "Grupo Motivos".

"Ellas fueron las que dijeron que ya es suficiente", dijo Segarra.

El grupo comenzó limpiando Norris Square Park y continuó su trabajo transformando seis lotes baldíos en espacios verdes que permanecen en la comunidad hoy en día.

Lento pero seguro, su trabajo empujó las drogas y la violencia fuera de la comunidad e inspiró a otros en el vecindario a invertir en el área.

Lo que la ciudad no hizo lo logró el esfuerzo colectivo de los residentes.

Un nuevo desafío

Ahora, 30 años después, la ciudad quiere la tierra que olvidó hace años, y Norris Square enfrenta un nuevo desafío.

Las drogas y la violencia que enfrentaron en los 80 ya no son el desafió principal. La "reurbanización", que a echado raíces en la ciudad las últimas dos décadas, ha llegado a esta comunidad.

Después de Northern Liberties y Fishtown, Norris Square es el siguiente en la fila para enfrentar la gentrificación que trae este desarrollo.

Eddie (quien prefirió no dar su apellido) se mudó a Norris Square en 1975. Al igual que Grupo Motivos, Eddie se encargó de cuidar de dos lotes vacíos al lado de su casa.

"Siempre corté las malas hierbas y las limpie", dijo.

Después de constantemente recoger la basura que botaban en los lotes, Eddie construyó cercas a su alrededor y con el tiempo desarrolló un pequeño jardín para sembrar frutas y verduras. 

"Me río cuando recuerdo los tomates y pimientos que coseché", dijo.

Por 20 años cosechó sus hortalizas con cariño, regalando la mayoría a los miembros de la comunidad.

Pero todo se detuvo cuando el impuesto a la propiedad que Eddie pagaba por los lotes aumentó exponencialmente.

"Pasé de pagar $ 200 al año a $ 1,500 en los últimos dos o tres años", dijo.

Cuando ya no pudo pagar el impuesto, la ciudad designó los dos lotes para la venta del sheriff. El hijo de Eddie compró uno de ellos, pero el otro no corrió con la misma suerte. La ciudad lo vendió a un desarrollador. Ahora el nuevo dueño tiene la última palabra sobre el futuro de la tierra que Eddie ha cuidado por los últimos 20 años.

"Seguiría plantando, pero creo que van a construir una casa aquí", dijo.

Un par de bloques al sur, Iris Rodríguez y a su esposo Julio viven una situación similar. Ambos han vivido en Norris Square durante los últimos 43 años.

“El vecindario no era genial cuando llegamos aquí, pero mejoró. Ahora es perfecto ", dijo Rodríguez.

Al igual que Eddie, ella y su esposo han mantenido tres lotes detrás de su casa desde que se mudaron al vecindario. Uno, Julio lo usa como huerto para cosechar vegetales que también le da a la comunidad, mientras que otro se usaba para organizar fiestas de cumpleaños para los niños de la cuadra.

"Prefiero tenerlos aquí y a salvo que en la calle donde es peligroso", dijo Julio.

Más allá de compartir su propiedad con la comunidad, Rodríguez también es la capitana del bloque y su trabajo ha ganado múltiples premios a lo largo de los años.

El tercer lote que ella y su esposo conservaron apareció recientemente en la venta del sheriff. Rodríguez fue a la ciudad para intentar que lo sacaran, por ahora el predio no está en  venta.

Sin embargo, un par de semanas atras aparecio un hombre que dice ser el dueño. Una vecina le comentó a Iris que el hombre le ofreció el lote como garaje para parquear su carro por $100 mensuales.  

Rodríguez y Eddie son solo dos ejemplos de residentes que han estado aquí toda una vida y ahora enfrentan la ola de desarrolladores que  se expande en Norris Square.

Segarra dice que los residentes no se oponen a que llegue el desarrollo, pero que se debe compensar a aquellos que cuidaron de los lotes del vecindario por décadas.

"No te lleves lo que le costó mucho trabajo mantener a alguien, que hagan una especie de  buen trato para que todos se vayan con una sonrisa", dijo.

Al no hacerlo, muchos se sienten dolidos al ver que la historia que crearon esta siendo eliminada.

"Hemos sido utilizados en este vecindario", dijo Segarra. "Hemos estado acostumbrados a cuidar la tierra que la ciudad no quería limpiar y ahora quiere recuperarla. Entonces, ¿dónde está la justicia aquí?

Este artículo es parte de Broke in Philly, un projecto peridistico colavorativo entre 20 agencias de noticias, enfocado en la movilidad económica de Filadelfia. Lea nuestras historias en brokeinphilly.org