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Vivian Suter se enamoró de Guatemala en 1981 y a partir de entonces decidió que viviría a orillas del lago Atitlán, que se ha convertido en colaborador de su obra. 
Vivian Suter se enamoró de Guatemala en 1981 y a partir de entonces decidió que viviría a orillas del lago Atitlán, que se ha convertido en colaborador de su obra. 

Vivian Suter, una “Robinson” del ecoarte en la selva guatemalteca

Pasó tres décadas olvidada hasta que un curador dio con ella en lo profundo de Guatemala. Vivian Suter, perdida del mundo, había convertido a la naturaleza en…

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Hablar de la artista suizo-argentina Vivian Suter (70) es como preguntarle a un volcán qué es el arte y leer en la lava seca la respuesta. Un enigma para muchos, consiguió triunfar en el mundo del arte a los 18 años en Basilea, pero una crisis existencial -un divorcio y el hartazgo que sentía de Suiza- la llevó en 1981 a un viaje salvaje por América Central que culminó a orillas del lago Atitlán, en Guatemala. Se enamoró de aquel paraje de feroz naturaleza, más si cabe porque había una guerra, y su pista se perdió durante 30 años. 

Se volvió a casar. Tuvo un hijo, Pancho (34). Su madre, la también artista Elisabeth Wild, que ha muerto esta semana, se mudó a vivir con ella cerca de la ladera de un volcán, en un bungalow  a orillas del mismo lago que se ha convertido en el colaborador perfecto para su arte. 

Tres décadas de obras se almacenan en su jardín trasero; cuando llueve el lodo las cubre y aporta su granito de arena; sus tres mastines también colaboran, pisotean los lienzos dejando sus huellas. “Ahora son parte del trabajo”, le dice a The Guardian. “No creo que a nadie le importe". 

Bungalow propiedad de Vivian Suter en Guatemala. Vía Vivian's Garden.

En menos de una semana este lienzo se exhibirán en el Centro de Artes de Candem (Londres), en una exposición homenaje a uno de sus perros. Se titula “Tintin’s Sofa” y, más tarde, también recalará en Berlín y Madrid. Algo que no había ocurrido en todos aquellos años en que vivió casi sin dinero, empleando cola de pescado, grandes botes de pintura para paredes y telas baratas para seguir trabajando. 

Vivian Suter no tuvo más remedio que trabajar con la naturaleza y no contra ella. 

Incluso estuvo apunto de perder la casa, si no hubiese sido porque un curador se empeñó en dar con ella en relación a una obra que había hecho nada menos que en 1981. Cuando la encontró, descubrió que Vivian Suter era la artista que mejor expresaba la gran crisis ecológica que amenaza nuestros días. Una pionera del ecoarte. Una pionera también del arte interespecie, si es que acaso existe ese término…

La madre de Vivian, Elisabeth Wild, no dejo de crear ni a sus 98 años. Su arte era contrario al de su hija: metódico, geométrico, siempre firmado y fechado. En cambio, Suter es una espíritu libre, sus brochazos son frenéticos y jamás firma sus obras. De eso ya se encarga la lluvia, el viento huracanado que en 2005 cubrió de barro todos su trabajos expuestos en el jardín y, aunque en un principio lo creyó una catástrofe, acabó por admitir que si quería vivir y pintar en lo profundo de la selva, no tenía más remedio que trabajar con la naturaleza y no contra ella. 

Vivian's Garden.

"Entonces empecé a dejarlos afuera bajo la lluvia para que se salpicaran. Fue un punto de inflexión que transformó todo. Hizo que todo lo que hago se convirtiera en una obra, y así es como lo veo ahora, no como piezas individuales sino como un todo”, concluye esta Robinson que ha hecho del mundo su lienzo. 

Hasta el próximo marzo, parte de su obra también se encuentra en el “En Plein Air” de la High Line, Nueva York.