Una edición más de la Champions League ha comenzado esta semana. Como siempre, el debate sobre el posible equipo campeón está en boca de todos.

“El Real Madrid no puede ganar por cuarta vez seguida, simplemente no puede”, me grita Jordi en el bar, mientras prepara el café con leche que me permite arrancar por la mañana.

“Pues no tienes ni idea”, le espeta un joven, nervioso, desde el fondo del bar. “Sin el portugués (Cristiano Ronaldo) jugamos mucho mejor y el chico mallorquín (Marco Asensio) será pronto la gran estrella del fútbol mundial”.

“Estrella del fútbol mundial no hay otro que Messi”, sentencia un hombre de edad avanzada de forma radical.

Bueno, nada como una dosis del mejor fútbol europeo para combatir el estado de ánimo de una Barcelona enrarecida en este convulso mes de septiembre. Las manifestaciones vuelven a sucederse asiduamente y hasta unos cuantos, en pro de la independencia, han decidido acampar en la misma Plaza Sant Jaume (San Jaime), que comparten el Ayuntamiento de la ciudad y el Gobierno de Catalunya.

Sin embargo, el martes, en el majestuoso Camp Nou, todo siguió igual. Esto parece la película del Día de la Marmota. Atrapados en el tiempo, nos hemos acostumbrado a ver un año sí y otro también los espectaculares recitales de Leo Messi.

Venía a Barcelona un complicado PSV Eindhoven, campeón de la liga holandesa, con el mexicano Hirving Lozano, verdugo de Alemania en la pasada Copa del Mundo, como jugador referencia. Pero volvió a aparecer Messi. Una, dos y hasta tres veces. El astro argentino firmó su octavo hat-trick en la Champions League, pasando a superar a Cristiano por uno. La jornada fue aciaga para el portugués, que tuvo que retirarse antes de tiempo en Valencia, al ser expulsado en su debut europeo con su nuevo equipo, el Juventus italiano.

Al Barça le costó doblegar a un férreo PSV que mantuvo el 1-0, obra de arte de Messi en un espectacular lanzamiento de falta, hasta el minuto 74. En los minutos finales, bajo el liderazgo del argentino, el conjunto local fue un vendaval. El joven delantero francés, Ousmane Dembélé, cada vez más adaptado al juego del cuadro azul y grana, se encargó de ampliar la ventaja y Messi redondeó la faena, materializando el tercero y el cuarto gol del Barcelona.

El resultado devolvió la confianza a una afición que dudaba, tras la estrepitosa caída ante el Roma la temporada pasada en cuartos de final. Los inicios de la Champions League son esperados siempre con fruición. La competición marca, en realidad, el inicio del curso futbolístico. El Barça vuelve a poner la mirada en arrebatar a su gran rival, el Real Madrid, un trofeo que se ha teñido de color blanco en los últimos tres años. La ilusión representa un aliciente fundamental para una afición que vuelve a tener como gran referente a un Messi cuya eficacia no decrece jamás.