Remedios Varo, la bruja del surrealismo mexicano
“Constelaciones” es el título de una exposición del Malba de Buenos Aires sobre la obra de Remedios Varo que puede seguirse desde su cuenta de Instagram.
“Remedios ríe, pero su risa resuena en otro mundo”, escribió Octavio Paz sobre la surrealista española en un artículo titulado Apariciones y desapariciones. En el mismo, se refería a la gran capacidad de la artista para reflejar parajes no surgidos de su imaginación, sino del recuerdo.
Escenas de una memoria muy lejana, infantil, que casi parecen colgar como la ropa de un tendedero, azotada por el viento. Un viento alquímico, el elemento en que, según José María Català, autor de Visionarias (ed. Sans Soleil), se manejaba la pintora para crear unas obras coloristas, plagadas de símbolos, que se alzan sobre ruinas y personajes brumosos.
Ahora el Malba de Buenos Aires recoge su obra en la exposición Constelaciones, que puede ser seguida a través de la cuenta de Instagram del museo con la introducción de un experto. Nada menos que 35 pinturas, dibujos, esbozos e incluso cuentos fantásticos de su archivo personal.
Todo ello centrado en los casi treinta años que vivió en el exilio mexicano, desde 1942 a 1963, después de haber huido de España con el estallido de la guerra civil. Un exilio mágico y no exento de aventuras y amistad con otras “brujas del surrealismo”.
Nacida en un pequeño pueblo catalán cuyos contornos ruinosos y afantasmados seguiría rememorando en su obra de adulta, Remedios fue bautizada así para aliviar el dolor de la madre por la pérdida reciente de dos de sus hijos.
Se crió en una familia de librepensadores y vivió en diversos países, entre ellos Marruecos, y desde pequeña mostró inclinación por la pintura. Su madre la animó a estudiar Bellas Artes en Madrid, donde frecuentó a artistas como Lorca y Dalí en la conocida Residencia de Estudiantes y conoció a su primer marido, con el que se mudó un año a París, para luego volver e instalarse en Barcelona y trabajar como dibujante publicitaria.
Remedios Varo fue falsificadora, ilustradora de insectos y participó en expediciones, además de practicar la magia.
En el ambiente libertario de la España republicana, entró por mediación de otros artistas en el círculo de André Breton, ingresando más tarde en un extraño grupo de surrealistas catalanes que se hacían llamar los Logicofobistas y utilizaban como materia de creación sus propios estados mentales.
Cuando la guerra civil estalló, en 1936, Remedios se unió a los republicanos y conoció al que sería el gran amor de su vida, el poeta francés Benjamin Péret, que había llegado como brigadista a Barcelona y con quien viajaría a Francia, y más tarde como exiliada política a México, durante la invasión nazi de 1941.
Si recuerdan la película francesa de Amélie, o incluso son amantes de la obra de la artista Sophie Calle, le serán bastante familiares los juegos surrealistas con los que Remedios Varo abrazaba el absurdo antes de recalar en México, como mandar cartas a desconocidos cuyos nombres encontraba en el listín telefónico o vender pasteles en plena calle.
Pero fue en tierras mexicanas donde llegó su reconocimiento y también su amistad con otras dos brujas del arte surreal, la británica Leonora Carrington y la húngara Kati Honra, además de entrar a formar parte del circulo del escritor Octavio Paz. Aunque, lamentamos desilusionarles, corre como el viento el rumor de que la pintora Frida Kahlo la tenía “entre ceja y ceja” –si no fuera por su ausencia de entrecejo-; es decir, sentía por ella bastante antipatía.
Como alma libre, tras la separación de Péret, a quien Remedios mantuvo económicamente y hasta cuidó en su lecho de muerte, la surrealista se lanzó a la aventura.
CONTENIDO RELACIONADO
Se sumó a una expedición en Venezuela para estudiar a los mosquitos que transmitían el paludismo y se dedicó a la ilustración entomológica. De ahí tal vez venga que los personajes de algunas de sus obras nos recuerden por sus caras o sus poses a algunos insectos.
También fue falsificadora.
Como jamás pudo vivir de la pintura, combinó durante una época la ilustración publicitaria con la copia de obras de Chirico.
A inicios de los años sesenta, la artista escribía frecuentemente a su psicoanalista sobre sus pesadillas y su sentido de culpa y timidez.
Estaba muy centrada en sus procesos mentales, tanto como nos muestra una de sus mejores y más inquietantes obras, Mujer saliendo del psicoanalista, donde aparece una figura con varias máscaras a la que Varo menciona en una carta a su hermano:
“Esta señora que sale del psicoanalista arrojando a un pozo la cabeza de su padre (como es correcto hacer al salir del psicoanalista). En el cesto lleva otros desperdicios psicológicos: un reloj, símbolo del temor de llegar tarde, etcétera. El doctor se llama Dr. FJA (Freud, Jung, Adler)”.
Se interesó como gran parte del surrealismo por la astrología, con pinturas en las que aparecen personas atadas a los astros por cuerdas o hilos -incluso retrató a su psicoanalista colgado de ellos. Diseñó cartas de Tarot y desarrolló algunas prácticas brujiles encarnando el papel de la hechicera, junto a su amiga Leonora Carrington.
Por ejemplo, en La Llamada, el cabello de la protagonista está atado al cosmos. Las referencias y alusiones a la alquimia, por otro lado, también son frecuentes. Para ella, la Gran Obra era una forma de trascender, pero lo hizo a través de la pintura. Un viaje.
Como dijo Octavio Paz en aquel mismo artículo sobre Remedios Varo, Su arte es un “arte de la levitación”.
DEJE UN COMENTARIO:
¡Únete a la discusión! Deja un comentario.