La Bella Durmiente Cubana
Dayesi Torriente, prima ballerina cubano-americana, será la princesa Aurora en la producción de “La Bella Durmiente” realizada por la Escuela de Ballet de…
Arabesque, chassé, chassé, chassé, coupé, pas de bourre, grand jeté… La princesa barroca está encantada con sus pretendientes en la corte, valseando alegremente entre la muchedumbre y sus amados príncipes, que le entregan guirnaldas de flores mientras ella danza con una sonrisa encantadora dibujada en el rostro. De repente, una figura le entrega otra guirnalda a la princesa, pero ésta viene con un objeto escondido dentro, un objeto prohibido en su reino: un huso. Ella inspecciona la afilada aguja con curiosidad, y la sangre brota de la punta de su gráciles dedos. El ritmo lentamente cambia a medida que la ingenua ingenuidad de la princesa comienza a menguar, ella comienza a dar piruetas en relevé, su rostro tratando de expresar con la mirada que está bien y convencerse a sí misma y a su audiencia de que no hay nada de qué preocuparse, pero al son de los adaggios de pánico y desesperación de Peter Ilyich Tchaikovsky, Aurora se desmaya y se derrumba. Después de este primer acto, ella se convierte oficialmente en La Belle au bois dormant.
Clap, clap, clap. De repente, la princesa es despertada por el director artístico asistente y presidente temporal de la Escuela de Ballet de Pennsylvania. Samantha Dunster rompe a la princesa de su hechizo, y nos quedamos a solas en un cuarto de ensayo con Dayesi Torriente, todavía recuperando el aliento y relajando los músculos adoloridos de sus cuádriceps. La inocencia de una pequeña Briar Rose de dieciséis años gotea de la cara de Torriente, mientras se concentra intensamente en las directrices de Samantha.
Después de contemplar un ensayo de la bailarina cubana en su rol de prima ballerina en "La Bella Durmiente", queda claro que los deberes y obligaciones de una princesa se extienden mucho más allá de forzar una sonrisa y mover los pies por el escenario como pétalos de rosa atrapados en una suave ráfaga de viento de abril. Mucho antes de poder recrear la ilusión de revivir la magia de un cuento de hadas en todos aquellos que tengan la suerte de ir a ver el espectáculo en la Academia de Música entre los próximos 12 y 22 de octubre, Torriente tuvo que llenarse los pies de ampollas y estirar mucho los brazos durante años para poder ser coronada bailarina principal.
Torriente empezó su carrera de bailarina con cinco años en la Habana, Cuba, después de que un vecino y amigo de madre le dijera que su hija tenía las “condiciones y aptitudes” para hacer ballet. Empezó la formación básica de danza en el año 2000 en la escuela de Alejo Carpentier, “entre la calle 19 y la L”, en El Vedado. Nueve años después, se graduó con honores en la prestigiosa Escuela Nacional de Ballet, considerada una de las escuelas de ballet más prestigiosas del mundo. De allí, bajo la dirección nada menos que de la prima ballerina assoluta y coreógrafa artística Alicia Alonso, Torriente se enfundó el tutú y alumbró con su chassé los escenarios de Mexico, Suráfrica, Italia, Canadá, Brasil, China y Colombia.
“El mundo del ballet es, en realidad, increíblemente difícil,” comenta Torriente. Y en Cuba, todavía más, dada la elevada competencia por ser el mejor y poder formar parte de las compañías de danza más prolífica de la isla. Algunos de los mejores bailarines del mundo son cubanos, como Carlos Acosta y Rolando Sarabia. ¿Qué hizo Torriente para formar parte de esta corriente? Mucha formación, disciplina e interés: “tenemos escuelas magníficas en Cuba, que ofrecen formación excelente, con profesores excelentes, existe una inmensa cultura entorno al ballet… Muchos chicos y chicas estudian ballet a nivel profesional. El nivel de ballet en Cuba es bastante alto, muchos niños sueñan con ser bailarines.”
Sin embargo, tras conseguir el anhelado rol de ballerina principal en el ballet nacional en 2015, Torriente decidió que era hora de experimentar con otros niveles de ballet, otros coreógrafos, bailar cosas diferentes. UNa mezcla de suerte y ambición llevó a Torriente a la Escuela de Ballet de Pennsylvannia. Su novio, Arian Molin Saca (a quien conoció cuando bailaba en Cuba) fue convocado por el madrileño Ángel Corella - director artístico de la Escuela de Ballet de Pennsylvannia- y al poco tiempo ella decidió seguirle hasta Filadelfia.
“Al principio fue complicado, Ahora estoy muy feliz, pero fue duro empezar de cero como inmigrante. La parte más dura fue el idioma. Hay que ir aprendiendo, poco, a poco, hasta que finalmente vas empezando a entender, a hablar. Fue difícil abandonar a mi familia y a mis amigos detrás, mis costumbres, mi idioma, tener que adaptarme a algo totalmente nuevo. Estoy agradecida de la cálida acogida que recibimos aquí [en la compañía de danza] y la ayuda que nos prestaron para alojarnos. Mi novio y yo solo conocíamos una o dos parejas más en Filadelfia, así que aprecié mucho su hospitalidad,” comenta Torriente.
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Esta hospitalidad viene de la mano de Dunster, que ha estado instruyendo a Torriente en un español sin apenas acento, traduciendo para Maggie (la pianista) las necesidades de Torriente, con el fin de que la dinámica entre las tres fluya sin perder el ritmo.
Puede que la camaradería y voluntad de ayudarse las unas a las otras explique cómo Torriente haya podido ascender a ballerina principal del Pennsylvania Ballet en menos de un año, pero gran parte de su éxito (que ella niega humildemente) se debe a sus años de trabajo duro y dedicación, al sudor y las heridas en la espinilla que oculta debajo de una delicada tiara reluciente y unos leotardos laboriosamente diseñado. "Para ser una bailarina", declara Torriente, "debes hacer lo mejor y dar lo mejor de ti en todo lo que hagas. No existe tal cosa como un "pequeño papel"; haga lo que haga, debe hacerlo a su capacidad máxima. Uno lo da todo, y en esa llamada final, cuando se alcen las cortinas, el público podrá verlo, sus maestros reconocerán sus esfuerzos, y se sentirá mejor que nunca. Cuando bailo, siempre trato de ser la mejor versión de mí misma."
Las costumbres de Torriente han demostrado ser efectivas. En Cuba, fue solista en “Coppélia” y este otoño actuará en el papel de Aurora en “La Bella Durmiente.” Aunque todavía quedan unas cuantas semanas para el estreno, los bailarines del Pennsylvannia Ballet están muy ocupados perfeccionando sus tendus, ensayando casi cada día de la semana de 10am a 6pm.
Torriente ya tiene experiencia con esta obra maestra de Tchaikovsky: en Cuba tuvo ocasión de ser la Hada Lilac en una puesta en escena del Ballet Nacional Cubano, “”y se conoce bien la historia.” Eso no quita que a nivel técnico “La Bella Durmiente” sea uno de los ballets más complicados para una bailarina, y la actuación en sí - con prólogo, tres actos y final - agotadora.
Torriente se siente muy honrada de poder ser el rostro de la joven belleza durmiente, y a pesar de que su hogar, La Habana, esté a miles de millas de distancia de Filadelfia, está emocionada de “poder aprender más” aquí y “valora de verdad el reto.” Tiene la esperanza de que algún día las relaciones entre Cuba y los EE.UU se normalizarán, para que los bailarines de ambos países aprendan los unos de los otros y enriquezcan su formación como profesionales - y como personas - por medio del intercambio artístico y cultural.
Puede adquirir tickets para “La Bella Durmiente” en la web del Pennsylvania Ballet. Y si no consigue llegar a contemplar los ágiles movimientos de princesa de Torriente en el escenario, igual se topa con ella y con su novio almorzando en el Cuba Libre o el Alma de Cuba, dos locales - según la pareja - “exquisitos.”
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