LIVE STREAMING
Photo: Malba.
Photo: Malba.

Arte comestible: ¿Y si el mar Caribe fuera un helado?

Los prejuicios tienen un sabor amargo, pero esta obra de arte efímero lucha contra ellos con una cucharada de frescor salado y turquesa.

MÁS EN ESTA SECCIÓN

Origen Carnaval de Pasto

Cultura hispana en el cine

Carnaval 2025

La luna fue volcánica

Uso de los velos en cara

Principe Harry en NYC

Mexico apoya a Coca-cola

COMPARTA ESTE CONTENIDO:

Seguro que alguna vez se han zambullido en el mar y han tragado sin querer un ‘bucho’ de agua salada. 

Más o menos esta es la experiencia sensorial que planteó la artista cubano-dominicana Quisqueya Henríquez, que en 2002 invitó a los asistentes a su exposición a agarrar una cuchara y sumergirla en una bola turquesa de aspecto increíblemente apetecible y que era como tener todo el mar Caribe en la boca y que bajase salado como el demonio por la garganta.

Y sucedió en Chicago y en Nueva York, y también en República Dominicana, donde grandes y chicos hacían cola frente a un refrigerador para degustar algo que en cuestión de unas horas -tal vez menos- iba a ser poco más que un recuerdo. 

Ahora el Malba de Buenos Aires presenta una exposición virtual dentro de su programa La historia como rumor de recontextualización de performances de arte latinoamericano en donde recoge esta acción que la artista latina llevó a cabo como una forma de criticar los estereotipos y ambigüedades en torno a las Antillas. 

"Helado de mar Caribe" forma parte del proyecto  titulado “Burlas” que gira alrededor de la idea de lo que está helado pese a vivir en el trópico: la ropa, la sangre… O dicho de otra manera, los tópicos que rodean todo lo caribeño.

“La temperatura tiene que ver con esos determinismos geográficos. Por ejemplo, si el pensamiento es mucho más posible en climas fríos, o cómo se comporta un sujeto social en temperaturas más cálidas, y la negación que yo tenía de asumir eso como un hecho. Siempre ponía el ejemplo de Abilio Estévez, un escritor cubano que había migrado a Barcelona y cada vez que iba a una fiesta lo sacaban a bailar. Y él decía que no sabía bailar y estaba un poco triste por haber migrado… Pero en España le decían: “Un cubano triste, deprimido y que no sabe bailar, cómo es posible”, contó Henríquez a Clarín. 

El poder de la burla

Un heladero, un galerista y una artista cansada de que sólo hubiera drama a su alrededor. Esa podría ser una buena premisa para una comedia de enredo, pero le sucedió realmente a Quisqueya Henríquez, que al regresar a la República Dominicana a principios del 2000, cuando parecía que el país respiraba nuevos aires de cambio político, se dio cuenta que aquella promesa era bastante efímera y estaba idealizada. 

“Me planteaba ir a la inversa de mi origen familiar, que yo le digo un entorno de amarguras, y abordar mi práctica desde el humor. Porque como participantes de las luchas políticas ya venían asimilando el fracaso de la izquierda y de los cambios en Latinoamérica. Quería burlarme de mi propia historia”, dijo.

Resultó que el casero de su galerista en Miami, al que ella conoció a finales de los noventa, se había mudado también a Dominicana porque su mujer había heredado una empresa de helados y ambos coincidieron en una exposición justo en el momento en que a ella le rondaba la idea de hacer la pieza.

“Fui directo a él, sin saludar a nadie: ‘Oye, tienes que ayudarme en esta empresa, no me puedes fallar’. Me dijo: ‘Mañana empezamos’, y en 15 días ya estaba haciendo la primera prueba. Trabajamos con un ingeniero químico francés que era brillante, poético, que estudió el sabor, maceramos algas, trajimos el agua del mar”, explicó la artista. 

"Quería burlarme de mi propia historia”.

La acción, a parte del componente helado, tiene otros simbolismos. Como el agua de mar, que conecta a todos los antillanos, con sus particularidades idiomáticas y culturales, a la vez que los desconecta del resto.

“Esa fragmentación de las Antillas, una zona sometida a controles imperiales de Europa y Estados Unidos, es lo que la hace poderosa geopolíticamente. Para mí era importante que lo efímero estuviese relacionado con esa lectura del mar”, concluyó. 

De forma que este arte comestible contiene a su vez una reflexión histórica y nos obliga a reflexionar sobre las opresiones pasadas y presentes, y nuestro futuro. O mejor dicho, el caribeño… Y en cómo factores como el turismo han afectado la región. Sobre todo a través del color azul turquesa, asociado en nuestro imaginario al Caribe. 

Atractivo a la vista, pero condenadamente salado.

 

Pueden seguir la exposición virtual AQUÍ.