LIVE STREAMING
Los mercados financieros fueron los primeros en entrar en pánico por la epidemia. Philip Fong /AFP/Getty Images
Los mercados financieros fueron los primeros en entrar en pánico por la epidemia. Philip Fong /AFP/Getty Images

Claves del coronavirus: ¿Por qué los países de Occidente está fracasando en controlar la pandemia?

E.E.U.U ya es el segundo país con más casos de contagios, después de Italia. Las razones, según el eminente filósofo surcoreano Byung-Chul Han, se hallan en el…

MÁS EN ESTA SECCIÓN

Origen Carnaval de Pasto

Cultura hispana en el cine

Carnaval 2025

La luna fue volcánica

Uso de los velos en cara

Principe Harry en NYC

Mexico apoya a Coca-cola

COMPARTA ESTE CONTENIDO:

Mientras países como Corea del Sur, Japón e incluso China, donde tuvo origen la pandemia, ya tienen bajo control la situación y se registran en algunos casos cero contagios, Italia y Estados Unidos se han convertido en el epicentro del caos, con 59.138 y 35.070 detecciones, respectivamente, según cifras del 22 de marzo. 

Unos datos alarmante que para el filósofo Byung-Chul Han, autor entre otros de La sociedad del cansancio, tienen que ver con una abismal diferencia cultural entre la sociedad asiática y la occidental. 

Así lo aseguraba en una columna publicada hoy en el diario español El País, donde alerta sobre las medidas “sobreactuadas” e “inútiles” como el cierre de fronteras:

“Nos sentimos de vuelta en la época de la soberanía. El soberano es quien decide sobre el estado de excepción. Es soberano quien cierra fronteras. Pero eso es una huera exhibición de soberanía que no sirve de nada. Serviría de mucha más ayuda cooperar intensamente dentro de la Eurozona que cerrar fronteras a lo loco”, escribe el filósofo. Señala también el “absurdo” de prohibir la entrada de extranjeros -Chul Han reside en Alemania-, ya que es a Europa “adonde nadie quiere venir”. 

“Como mucho, sería más sensato decretar la prohibición de salidas de europeos, para proteger al mundo de Europa. Después de todo, Europa es en estos momentos el epicentro de la pandemia”, subraya.

Autoritarismo y Big Data

Para el pensador coreano, los ciudadanos de países como Taiwán, Japón o Singapur, con una tradición cultural y una mentalidad más autoritaria, confían mucho más en el Estado, son más obedientes y colectivistas; sobre todo, creen en la vigilancia digital y el uso de los metadatos para defenderse de la pandemia.

“Se podría decir que en Asia las epidemias no las combaten sólo los virólogos y epidemiólogos, sino sobre todo los informáticos y especialistas en macrodatos. Un cambio de paradigma del que Europa todavía no se ha enterado. Los apologetas de la vigilancia digital proclamarían que el big data salva vidas humanas”, afirma Chul Han.

En China, sin ir más lejos, existen 200 millones de cámaras de vigilancia provistas con un sistema de reconocimiento facial que observan a sus ciudadanos en todos los momentos de su vida pública. Pero, además, han conseguido algo impensable en otros países defensores de la privacidad, que sus ciudadanos no sólo se sometan a la control de las empresas y el gobierno a través de sus propias redes sociales, sino en vigilantes del resto.

“En el vocabulario de los chinos -dice el filósofo- no aparece el término ‘esfera privada’”, lo que ha facilitado la construcción de toda una infraestructura para la vigilancia sumamente eficaces para contener una epidemia:

“Cuando alguien sale de la estación de Pekín es captado automáticamente por una cámara que mide su temperatura corporal. Si la temperatura es preocupante todas las personas que iban sentadas en el mismo vagón reciben una notificación en sus teléfonos móviles”. 

Existe también drones que sobrevuelan las calles deteniendo a quien se salta la cuarentena. 

Algo parecido ocurre en Corea donde, además de la famosa Corona-app, existen cámaras en los edificios y un grupo de profesionales llamados “trackers” que se dedican a ver el material de vídeo filmado para seguir a los infectados y a las personas con las que han mantenido contacto.

Una sociedad que a muchos nos puede parecer distópica, pero que ha demostrado cómo ya no es soberano quien cierra “absurdamente” sus fronteras, sino el que dispone de los datos.

O de mascarillas. Las que emplean especiales para el coronavirus en países como Corea, que filtran el aire y lleva incluso el Primer Ministro en sus comparecencias. Mascarillas y fábricas que se construyen para su abastecimiento. 

En tanto en Occidente se cuestiona la eficacia de las mascarillas o se requisan como ocurre en Francia, porque ya no es posible encontrarlas. 

El virus enemigo

En Occidente, el pánico -“desproporcionado”, según el escritor-, y las ‘fake news’ se expanden tan rápido como el virus. Y se resucitan viejos discursos bélicos a los que no asistíamos desde la Guerra Fría, hablando del virus como enemigo invisible pero en un contexto de globalización, y de poco contacto con la “realidad” que ha propiciado la digitalización.

Los mercados financieros fueron los primeros en entrar en pánico por la epidemia. “Probablemente -asegura-, el virus no sea más que la pequeña gota que ha colmado el vaso. Lo que se refleja en el pánico del mercado financiero no es tanto el miedo al virus cuanto el miedo a sí mismo. El crash se podría haber producido también sin el virus. Quizá el virus solo sea el preludio de un crash mucho mayor”.

No obstante, hay una luz al final de este túnel-embudo en el que parece haberse convertido Occidente y es repensar el sistema, este “capitalismo destructivo”. Aunque no en el sentido de China, con un régimen policial digital. 

La posibilidad a la que nos abre el pensador surcoreano tiene más que ver con una revolución humana:

“El virus no vencerá al capitalismo. La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa. No podemos dejar la revolución en manos del virus. Confiemos en que tras el virus venga una revolución humana. Somos NOSOTROS, PERSONAS dotadas de RAZÓN, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta”.