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Las moscas son para el artista un símbolo de las paradojas de la vida. Foto: Herani Enríquez Amaya 
Las moscas son para el artista un símbolo de las paradojas de la vida. Foto: Herani Enríquez Amaya 

Un artista mexicano transforma su enfermedad en insólitas performances

¿Cómo es vivir mientras morimos? ¿Es el arte una forma de resistencia ante la enfermedad? Felipe estuvo diez años a las puertas de la muerte y esta fue la…

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Su nombre artístico es más largo que la esperanza de vida que le dieron: Felipe LechedeVirgen Trimegisto. Nació en Querétaro (Mexico) hace 27 años, diez de los cuales enfrentó una Insuficiencia Renal Crónica, una enfermedad degenerativa e incurable donde el funcionamiento de los riñones va disminuyendo progresivamente. Y la convirtió en el tema de su obra. Para resistir. Para entender su propia fragilidad y la finitud de las cosas. 

“Fue una forma de aceptar que podía morir pero también entender qué es estar vivo –cuenta a The Objective-. Comencé a abordar mi cuerpo enfermo cuando me encontraba en lo que la ciencia clínica denomina “etapa terminal”, y así pude confrontar los peores dolores, la peor angustia y desesperación”.

"Setecientas moscas muertas equivalen a una vida humana", Felipe LechedeVirgen.

Para Lechedevirgen, el arte es una de las mejores herramientas para comunicarse con la enfermedad. Su cuerpo es un espacio de batalla y reflexión, donde ocurren cambios fisiológicos, quirúrgicos y farmacológicos, pero también emocionales.

“Mi materia prima es mi propia vida; el arte sana de forma muy diferente a la medicina, te ayuda a ver lo que ocurre frente a tus ojos todo el tiempo y a ser consciente de las paradojas- apunta-. Porque no es lo mismo estar vivo que estar viviendo, ni estar muriendo que estar muerto”.

En un texto maravilloso, La Tierra Removida, el performer, para el que los insectos son un símbolo de la vida misma – “700 moscas muertas equivalen a una vida humana”, dice- hacía esta reflexión en torno a la enfermedad como viaje e iluminación:

“Necesitamos del hambre para recordar que somos estómago”.

Convertir un proceso de enfermedad en un camino de iluminación.

El enfermo no es el culpable

¿Qué es exactamente un cuerpo enfermo? ¿Quién narra nuestros cuerpos y quién los diagnostica y legisla sobre ellos? 

Estas son algunas de las preguntas que se hacen artistas y activistas en busca de una forma nueva de entender los procesos de enfermedad y el papel que cumple la sociedad y las instituciones médicas en la estigmatización de algunos tipos de enfermedad, como, por ejemplo, la serofobia –fobia a los enfermos de VIH- o las condiciones mentales como la bipolaridad o el trastorno de personalidad límite.

Una de las performances de Felipe, ‘Los Campos del dolor’, está inspirada en la vida de José Jesús Constantino Síntora, que era conocido en México como “El niño Fidencio’, un curandero del norte del país famoso por su habilidad para curar cualquier enfermedad con métodos poco convencionales, como subir a los enfermos a un columpio o abrirlos sin anestesia con vidrios de botellas rotas, o asustarlos con la persecución de un puma.

“Soñé con El Niño hace unos años, lo vi extirpando un tejido luminoso parecido al de una neurona de dentro de mi cabeza. Desde entonces dejé dejé entrar al niño en mi vida y en mi obra”, cuenta el artista, a quien en marzo de 2017 realizaron un trasplante que salvó su vida. Su madre fue la donante. 

“Creo que los artistas estamos aquí para recordar al mundo que está muriendo y que, por lo tanto, está vivo”, concluye Felipe.