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Ana Belén Montes
Ana Belén Montes a la derecha. Foto: Defense Intelligence Agency

Conozca a Ana Belén Montes, antigua espía de Cuba, ahora retirada en Puerto Rico

Tras cumplir una condena de 20 años en una prisión federal, Montes pasará su jubilación en casa.

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Ana Belén Montes, puertorriqueña encaramada en las altas esferas del FBI y condenada por espionaje a favor de Cuba, fue puesta en libertad el domingo 9 de enero. 

Montes, de 65 años, fue condenada originalmente a 25 años de cárcel federal, pero sólo cumplió 21.

Tras cumplir condena en Fort Worth (Texas), Montes se instaló en Puerto Rico, donde al parecer pasará el resto de su jubilación. 

"Estoy más que feliz de volver a tocar suelo puertorriqueño", dijo Montes a través de su abogado. 

"Después de dos décadas bastante agotadoras y ante la necesidad de volver a ganarme la vida, me gustaría dedicarme a una vida tranquila y privada. Así que no participaré en ninguna actividad mediática". 

La historia de Montes es tan sorprendente como sorprendente.

Era una empleada administrativa en el Departamento de Justicia en 1984, dicen los archivos del FBI, donde aparentemente captó la atención de los funcionarios cubanos porque con frecuencia repudiaba el trato que Estados Unidos daba a Cuba a través de sus políticas. 

Cabe señalar que, tras un castigo de 20 años, Montes mantiene su mentalidad activista, llegando incluso a "animar a aquellos que desean centrarse en mí a que se centren en su lugar en asuntos importantes, como los graves problemas a los que se enfrenta el pueblo puertorriqueño o el embargo económico de Estados Unidos contra Cuba", rezaba otra parte de su declaración. 

En 1985, Montes solicitó trabajar en la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA), una estudiosa rama del Pentágono que, como su nombre indica, combina defensa e inteligencia para diseñar la estrategia, la respuesta e incluso la política relacionada con la inteligencia nacional. 

Montes ascendió rápidamente en el escalafón hasta convertirse en el principal analista sobre Cuba de la DIA, siendo ya un "espía totalmente reclutado", según consta en los archivos. 

Pero dentro de la agencia -a pesar del hecho de que algunos funcionarios remontan su espionaje a sus días de oficinista- era una experta en Cuba. Una prueba de polígrafo también ayudó a disipar las dudas. 

Incluso entonces, colegas y funcionarios de seguridad habían expresado su preocupación, dadas sus opiniones sobre la relación entre Estados Unidos y Cuba, uno de los contratos políticos de larga data que capturan el control estadounidense sobre el Caribe, tal vez sólo rivalizado por Puerto Rico. 

Fue una propuesta desafiante para Montes, que no hizo un registro digital o un rastro de papel que conectara su esfuerzo de espionaje con su papel en la DIA. En su lugar, Montes tomaba nota mentalmente de los mensajes codificados que recibía a través de los servicios de inteligencia, que ella, a su vez, descodificaba en un ordenador portátil personal. 

A medida que las instrucciones se filtraban a través de Montes y se filtraban en su casa, se reunía con un "controlador", al que entregaba los datos.

En 1996, el velo sobre su plan empezó a descorrerse. 

Un colega, actuando por instinto, hizo saber a un funcionario que Montes trabajaba encubierta para los cubanos y, aunque fue interrogada, no admitió haber cometido ningún delito. 

El informe inicial se archivó y se olvidó en gran medida hasta que el mismo oficial que la interrogó -cuatro años más tarde- se enteró de que un "agente cubano no identificado" había estado activo en D.C., y se activó una investigación oficial. 

Finalmente, tras espiar a la espía, el FBI creyó tener pruebas suficientes para construir un caso contra Montes, pero quiso esperar hasta que ella y el "controlador" concertaran una reunión, lo que al parecer llevó demasiado tiempo y nunca ocurrió. 

No fue hasta los trágicos acontecimientos del 11-S cuando el FBI ordenó su detención, ya que la agencia no quería que Montes se viera involucrada en trabajos relacionados con los planes de guerra de Estados Unidos, dicen los archivos del FBI. 

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En septiembre de 2001, Montes fue detenida y en 2002 llegó a un acuerdo con la fiscalía federal, tras admitir sus delitos. 

Montes admitió haber revelado a las autoridades cubanas las identidades de cuatro agentes estadounidenses encubiertos en Cuba, aunque, en aquel momento, los fiscales federales dijeron que los agentes cuyas identidades se revelaron no resultaron perjudicados. 

Los fiscales federales también acusaron a Montes de compartir material altamente clasificado, y el nivel de sensibilidad en torno a ellos era tan alto que los detalles no podían ser compartidos con el público. 

"Señoría, participé en la actividad que me llevó ante usted porque obedecí a mi conciencia antes que a la ley", dijo Montes en el juicio. 

"Creo que la política de nuestro gobierno, hacia Cuba, es cruel e injusta, profundamente antipatriota, y me sentí moralmente obligado a ayudar a la isla a defenderse de nuestros esfuerzos por imponerle nuestros valores y nuestro sistema político."

Lo poco que se sabe de las actas judiciales es que Montes proporcionó documentación que contenía detalles sobre la vigilancia estadounidense de las armas cubanas. 

Ricardo Urbina, el juez que presidió el caso de Montes, escribió en su sentencia que ella había puesto en peligro a ciudadanos estadounidenses y a la "nación en su conjunto". 

Años antes de su encarcelamiento, Montes solicitó la libertad condicional a la administración Obama como parte de los acuerdos de intercambio de prisioneros con Cuba, pero se retiró de la consideración en los años de Trump. 

Los términos de la libertad de Montes incluyen una libertad supervisada de cinco años, acceso monitoreado a internet y la prohibición de trabajar para el gobierno y contactar agentes extranjeros sin supervisión.

¿Y qué tenía que decir Montes sobre sus delitos, en concreto, después de pasar 21 años en la cárcel?

"¿Quién en los últimos 60 años ha preguntado al pueblo cubano si quiere que Estados Unidos le imponga un embargo asfixiante que le hace sufrir? La acuciante necesidad de una cooperación mundial que detenga e invierta la destrucción de nuestro medio ambiente también merece atención. Como persona, soy irrelevante. No soy importante, mientras que hay graves problemas en nuestra patria global que exigen atención y una demostración de amor fraternal".

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