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Más de 30 millones de aficionados latinos siguieron el gran acontecimiento deportivo, que cada año crece en popularidad. Vía Lasillarota
Más de 30 millones de aficionados latinos siguieron el gran enfrentamiento deportivo que cada año crece en popularidad. Vía Lasillarota

La cara más antipática de la Super Bowl: ¿Es el rey de los eventos deportivos tan “latinófilo” como presume?

Fue un acontecimiento épico por muchas razones, pero la mayor de todas permanece bajo la piel y la pulpa de la Superbowl, y no es agradable. La clave está en…

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No es ningún secreto que la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL) lleva el último año tratando de acercarse a sus aficionados latinos, que conforman la nada desdeñable cifra de 30 millones de los 98, 2 millones de espectadores que siguieron ayer el más esperado evento deportivo del país. Y el número de fanáticos no para de crecer, incluso atravesando fronteras, en el propio Mexico.

Por eso, ver a dos grandes divas latinas como Jlo y Shakira levantando a ritmo de salsa y cumbia el estadio Hard Rock de Miami, algo que no había ocurrido en 54 años, supuso un acontecimiento de esos que llaman para “golpear piñatas”. Un momento “épico”, con los Tigres del Norte atronando también en el medio tiempo y las multitudes saltando en la olla o en sus casas. 

Como gloriosa fue también la victoria de los Chief de Kansas City frente a los 49ers de San Francisco, que ganaron su segundo título después de medio siglo, aunque en Miami, donde siete de cada diez habitantes son hispanos, hubieran preferido la gloria para los segundos. 

Sin embargo, hay algo más épico incluso que todo lo anterior… Algo que tiñó, digamos, los festejos de un color verde apagado de textura suave y que casa muy bien con un partido, para qué negarlo: el consumo de guacamole, la salsa mexicana más popular en todo el mundo, batió récords durante la Super Bowl. 

Hasta 140.000 toneladas de aguacate se exportaron de Mexico a Estados Unidos para consumirse durante el evento “del año”, una cifra que, según el secretario de Desarrollo Rural mexicano, Rubén Medina Niño, superó en 20.000 toneladas las del pasado año y que espera que siga creciendo.

Si bien, lo que parece un punto a favor de la “latinidad” de la Superbowl y, por extensión, de la cultura mexicana, esconde al mismo tiempo una indigesta verdad.

Tras el preciado ‘oro verde’ 

Aunque las ventas de esta fruta generen a Mexico unos 2.500 millones de dólares anuales, la violencia y la devastación se ocultan como el hueso bajo su piel y su jugosa pulpa. Sobre todo en el estado de Michoacán, donde se cultiva el 77% del aguacate del país y que se ha convertido en un rentabilísimo negocio para los cárteles de la droga. 

Clanes mafiosos como el Cártel Jalisco Nueva Generación, la Nueva Familia Michoacana o el Cártel de Tepaltepec se disputan el mercado negro del aguacate causando oleadas de muertes, secuestros y extorsiones a los productores agrícolas. Cada día cuatro camiones, sí, camiones que debían cruzar la frontera con Estados Unidos, son robados por los cárteles. Y es moneda común que aparezcan desmembrados y colgados de un puente o tiroteados en las carreteras desde transportistas a agricultores, e incluso ecologistas que se interponen en su camino. 

Hasta 140.000 toneladas de aguacate se exportaron de Mexico a Estados Unidos para consumirse durante la Super Bowl.

Una guerra sin cuartel a la que Mexico lleva intentando poner fin desde que comenzó la lucha contra el narcotráfico en 2006 pero que, en lugar de reducir el número de cárteles, los ha multiplicado e incluso “diversificado”. 

En el municipio de Uruapan, capital industrial del aguacate michoacano, las míseras viviendas de techos laminados contrastan con los millonarios anuncios de guacamole de la Super Bowl. Los sicarios exigen a los productores “mordidas”; o pagan las cuotas que van de 25.000 a 100.000 dólares mensuales o se quedan con sus cultivos. O peor, los arrasan. 

No solo el narco es un problema endémico en la región; más de la mitad de los habitantes de Uruapan viven en la pobreza.

La industria aguacatera se mantiene fiel al sistema pese a ubicarse en los altos cerros: El pasado noviembre, según reporta El País, la cadena de negocio estuvo parada por protestas de los productores; los jornaleros trabajan para subcontratas y ganan unos 30 dólares por cinco horas cosechando. En tanto en las comercializadoras la cosa no anda mejor: durante la Super Bowl, se corta, se pela, se limpia y se almacena aguacate durante diez horas y por 130 dólares la semana. 

Desertización con “nachos”

Siendo tan rentable el negocio, la siembra furtiva de la fruta está provocando la deforestación de miles de hectáreas de bosque de pino y encino, según datos oficiales.

Algunos productores, reporta BBC, llegan incluso a provocar incendios en el pulmón michoacano para poder plantar árboles.  Otros talan los pinos o secan los árboles para justiciar su derribo.

El resultado, de acuerdo al Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), es devastador: se pierden entre 600 y 1.000 hectáreas de bosque cada año. Mientras que los cultivos ilegales de esta fruta rondan las 20.000 hectáreas.

¿Puede existir un orgullo racial y cultural sin hacer demasiadas preguntas? Las respuesta es sí. En tanto las conozcamos tal vez ni los ‘touchdowns’ sean tan celebrados ni el guacamole nos sepa tan lindo.