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Trump pronuncia un discurso en el Total Sports Park en Washington Township, Michigan. EFE
Trump pronuncia un discurso en el Total Sports Park en Washington Township, Michigan. EFE

A Trump le duelen las verdades, pero hay que decírselas

En esta extraña época de Trump, la verdad parece doler más que nunca. Si le dices al pan, pan y al vino, vino, se supone que te disculpes o te arriesgas a que…

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Parece que la verdad se ha vuelto una ofensa, y no solo entre la pandilla de mentirosos y manipuladores que rodean a Donald Trump, sino también –créalo o no– entre algunos periodistas, mis colegas, que desde la cena de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca el sábado, han sacado a relucir una sorprendente inclinación a la santurronería.

Es bien sabido que la controvertida comedia de Michelle Wolf en el evento anual ha sido vilipendiada salvajemente por Trump y su gente, lo que demuestra que la actuación de Wolf dio en el clavo. Trump no asistió a la cena por segundo año consecutivo, encargando a Sarah Huckabee Sanders, su impopular secretaria de prensa, la ingrata tarea de representarlo en un evento en el que se sabía que se harían bromas inmisericordes –aunque no inmerecidas– sobre el presidente y su administración. Y así fue.

“Deshonrosas”, es como Sean Spicer, el exsecretario de prensa de la Casa Blanca, calificó las palabras de Wolf. A lo que Wolf simplemente respondió con un cordial “¡Gracias!”. Las alabanzas de Spicer u otros como él habrían significado que su acto de comedia no había dado en el blanco.

“Trump no está aquí, por si no lo han notado. Él no está aquí”, dijo. “Y lo sé, lo sé, lo arrastraría hasta aquí, pero resulta que el presidente de los Estados Unidos es el único p…. que no se permite agarrar”.

No obstante, fueron los comentarios de Wolf sobre Sanders los que provocaron una tormenta de críticas.

“Nunca estoy segura de cómo llamar a Sarah Huckabee Sanders”, dijo Wolf en un momento dado. “¿Es Sarah Sanders, Sarah Huckabee Sanders? ¿Es la prima Huckabee? ¿Es la tía Huckabee Sanders? ¿Qué es el Tío Tom, sino las mujeres blancas que decepcionan a otras mujeres blancas?”.

Sin duda, este fue un comentario sobre Sanders mucho más suave de lo que merece. Irónicamente, a Sanders le pagamos nosotros, los contribuyentes, por mentirle al pueblo. Tal vez debido a un malentendido, gran parte de la indignación fue causada por una supuesta burla de Wolf a la apariencia física de Sanders.

“Que la @PressSec se sentara y absorbiera críticas intensas de su apariencia física, su desempeño laboral, etc., en televisión nacional en lugar de irse, fue impresionante”, escribió en un tuit la reportera del New York Times y excolega del New York Daily News, Maggie Haberman, quien no estuvo presente en la cena. Ella es uno de varios periodistas críticos de Wolf.

Sin embargo, Wolf nunca atacó la apariencia de Sanders, sino su actuación despreciable al faltarle el respeto a los periodistas como cosa de rutina, burlándose de la Segunda Enmienda y defendiendo ciegamente al mentiroso en jefe.

Como escribió el columnista del Washington Post Jonathan Capehart el lunes: “... hasta que algo de esta ira e indignación moral hacia Wolf se dirija a Trump por su falta de atención a la crisis del agua de Flint y la devastación en Puerto Rico; su silencio sobre el heroísmo de James Shaw Jr. y las demandas de control de armas; su falta de respeto por el estado de derecho y su incapacidad para gobernar de manera efectiva sin provocar temor en los corazones de las familias estadounidenses, esta gente necesita callarse sobre Michelle Wolf”.

Es más que patético que una atrevida rutina de comedia haya causado tal indignación cuando el presidente –el presidente, por amor de Dios– descaradamente miente sobre mexicanos violadores y nazis buenos, por no mencionar su burla a un periodista discapacitado y su alarde de cuánto disfruta de faltarles el respeto a las mujeres de la peor manera posible.

La Primera Enmienda está bajo el asedio de los que debían protegerla, ¿y hay gente indignada por un acto de comedia? Por favor…

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  • Donald Trump
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