¿Solo 4 días?
La tradicional semana laboral de cinco días se tambalea.
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La tradicional semana laboral de cinco días se tambalea. Como un coloso con pies de barro, este esquema centenario, heredado de la era industrial, comienza a mostrar fisuras frente a una realidad que demanda nuevos equilibrios. En Reino Unido, un experimento reciente con 61 empresas y más de 3.300 empleados ha arrojado resultados sorprendentes, el 92% de las compañías participantes ha decidido mantener permanentemente la semana laboral de cuatro días. Lo han calificado como "extremadamente exitoso" y "un gran avance". ¿Estamos ante el nacimiento de un nuevo paradigma laboral o simplemente frente a otra moda pasajera destinada a desvanecerse?
El mundo post-pandémico ha acelerado una conversación que ya llevaba años gestándose en los márgenes. La semana laboral de cuatro días ha pasado de ser una utopía a convertirse en una realidad tangible que gobiernos, empresas y trabajadores exploran con creciente interés. No se trata simplemente de trabajar menos, sino de trabajar mejor. El modelo que está ganando más adeptos sigue la fórmula "100:80:100": mantener el 100% del salario trabajando el 80% del tiempo, con el compromiso de conservar al menos el 100% de la productividad.
Los datos recabados un año después del mayor ensayo mundial en el Reino Unido resultan reveladores ya que al menos el 89% de las empresas participantes mantenían la política de semana laboral reducida y el 51% la habían implementado de forma permanente. Más significativo aún es el descubrimiento de que los trabajadores con jornadas tradicionales de cinco días dedican, en promedio, uno de ellos a "no hacer nada". La investigación demuestra que las personas pueden realizar la misma cantidad de trabajo en 33 horas que en 38, simplemente eliminando tareas innecesarias y la procrastinación que prolifera en esquemas laborales más extensos.
Esta revolución silenciosa avanza a distintas velocidades según el país. Islandia, pionera en este campo, realizó entre 2015 y 2019 el mayor estudio piloto del mundo con una semana laboral reducida. Los resultados fueron tan positivos que hoy casi el 90% de su población activa disfruta de horarios reducidos o adaptaciones similares. Bélgica, por su parte, ha otorgado recientemente a sus trabajadores el derecho a condensar su jornada laboral en cuatro días, aunque manteniendo las mismas horas semanales. Como expresó su primer ministro Alexander de Croo: "El objetivo es dar más libertad a las personas y a las empresas para organizar su tiempo de trabajo". España ha iniciado también un proyecto piloto enfocado especialmente en ayudar a las PYMES a reducir su semana laboral, con un fondo de 10 millones de euros para acompañar la transición.
No todos los intentos han sido exitosos. Suecia probó en 2015 una reducción de jornada laboral con resultados desiguales. Aunque el personal médico participante reportó experiencias positivas, críticos del experimento señalaron los altos costos de implementación que hacían inviable su aplicación a gran escala. Sin embargo, empresas como Toyota decidieron mantener la jornada reducida para sus mecánicos, demostrando que cada sector puede encontrar su propio equilibrio. Japón, un país tristemente célebre por sus casos de "karoshi" (muerte por exceso de trabajo), ha comenzado a explorar alternativas cuando Microsoft experimentó allí con fines de semana de tres días, logrando un asombroso aumento del 40% en productividad.
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En España, el modelo ya muestra resultados sorprendentes. Software DelSol, empresa jienense dedicada al desarrollo de aplicaciones para pymes, fue la primera en implementar la jornada de cuatro días en 2020. Tres años después, su facturación se había incrementado un 80,8%, pasando de 9,4 millones en 2019 a 17 millones en 2022. La consultora de marketing Good Rebels, otra pionera, comenzó con un proyecto piloto en julio de 2021 que terminó instaurándose definitivamente. Con los viernes como jornadas libres y manteniendo el mismo salario, la empresa experimentó un aumento del 7% en productividad en solo un año.
Lo verdaderamente revolucionario de este modelo es cómo desafía una premisa fundamental de la organización laboral moderna; que más horas equivalen a mayor productividad. Los datos sugieren precisamente lo contrario. Las empresas participantes en estos experimentos descubren que, al reducir las horas trabajadas, los empleados mejoran su concentración, disminuyen las reuniones innecesarias y aumenta la eficiencia. Simultáneamente, los trabajadores reportan menor estrés, mayor satisfacción y mejor equilibrio entre vida personal y profesional. En palabras llanas, ellos trabajan menos pero mejor, y viven más plenamente.
Los beneficios trascienden lo meramente productivo. El estudio de 4 Day Week Global revela una disminución del 65% en días de baja por enfermedad y una reducción del 57% en la probabilidad de renuncia por parte de los empleados. A nivel empresarial, las organizaciones participantes experimentaron un aumento promedio del 15% en sus ingresos durante el período de prueba. No sorprende entonces que ninguna expresara deseo de volver al modelo tradicional de cinco días.
Quizás el verdadero reto no sea técnico sino cultural. Nuestras sociedades han construido identidades y estructuras sociales en torno al trabajo de cinco días. Cambiar esto implica replantearnos no solo cómo producimos, sino cómo vivimos. En última instancia, la semana laboral de cuatro días no es simplemente una modificación de horarios, sino una invitación a reconsiderar la relación entre tiempo, productividad y bienestar humano. Como dijo acertadamente Jack Sargeant, miembro del parlamento galés: "Es una propuesta audaz, pero no más que la de aquellos que lucharon por una semana de cinco días, vacaciones pagadas y subsidios por enfermedad, que ahora damos por sentados". Quizás dentro de algunas décadas, nuestros descendientes mirarán con similar extrañeza la idea de trabajar cinco días por semana, preguntándose cómo pudimos vivir así tanto tiempo.
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