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Reimaginar el pacto estudiantil
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Reimaginar el pacto estudiantil | OP-ED

Tenemos que seguir respondiendo a los cambios sísmicos que se producen en la enseñanza superior, donde las instituciones deben explorar el porqué de las decisiones que se toman.

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Históricamente, las épocas de grandes perturbaciones han brindado oportunidades para cambios positivos. La pandemia tuvo un impacto innegable en el panorama universitario, pero el cambio radical comenzó mucho antes de este punto de inflexión mundial. Al igual que la Segunda Guerra Mundial trajo consigo la Ley GI y una nueva era de oportunidades para los soldados que regresaban, los dos últimos años han dado lugar a la necesidad de replantearse radicalmente la experiencia del estudiante.

Afortunadamente, las instituciones de educación superior están bien preparadas para los momentos de disrupción y encontrar formas de reimaginar sus posibilidades.

Por ejemplo, nunca ha sido tan importante ir al encuentro de los estudiantes allí donde están. Para ello, es imprescindible evaluar adecuadamente la situación y las necesidades individuales de cada uno. Con un enfoque holístico de la experiencia del estudiante, Holy Family ha dado la vuelta al guión y, en lugar de pedirles que se ajusten a políticas y normas obsoletas, se centra en escuchar lo que realmente necesitan para  así responderles con soluciones oportunas.

Tenemos que seguir respondiendo a los cambios sísmicos en la educación superior, donde las instituciones deben explorar el porqué de las decisiones que se toman, asegurándose de que cada elección no se basa en la práctica histórica o en la conveniencia, sino en nombre de las necesidades del estudiante. 

En su discurso de 1950 ante la Convención Nacional de la American College Personnel Association, el comisario de Estadísticas Laborales, Ewan Clauge, señaló que el número de graduados de ese año (casi medio millón) duplicaba el máximo alcanzado antes de la guerra, en 1940.  El aumento de las matrículas (atribuido a la GI Bill) propició mejoras de capital en las universidades estatales para dormitorios y aulas. La educación condujo a salarios más altos, impulsó la economía de posguerra y creó un beneficioso efecto dominó generacional.

Al igual que después de la Segunda Guerra Mundial, la pandemia puso de manifiesto necesidades no satisfechas y oportunidades no aprovechadas, desde desigualdades de raza, ingresos y discapacidad hasta la necesidad de proporcionar un mejor acceso a los servicios educativos en todos los aspectos de la experiencia del estudiante. Esto incluye todo, desde impartir cursos hasta el asesoramiento y la salud mental, y desde clases presenciales en horario ampliado hasta mecanismos de impartición híbridos, sincrónicos y asincrónicos. Hoy más que nunca, estamos atendiendo a nuestros estudiantes de forma más eficiente y personalizada.

Pero este cambio de mentalidad no se basa en un análisis puntual; se basa continuamente en los datos y se refuerza con las enseñanzas de la evaluación continua y un proceso iterativo para garantizar que se incorporen ajustes continuos en el proceso de atención a los estudiantes, para asegurar su éxito.

La enseñanza superior ha demostrado, una y otra vez, que está en el centro de la transformación de la sociedad. Nuestra responsabilidad es grande, pero la historia demuestra que nuestros esfuerzos crean un impacto duradero.

(*) Presidenta de la Holy Family University

 

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