[OP-ED] Un irlandés/colombiano: El demonio que conoces y el que desconoces...
Han pasado casi dos meses desde que dejé un trabajo estable en el gobierno para tener la oportunidad de vivir mi sueño.
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Han pasado casi dos meses desde que dejé un trabajo estable en el gobierno para tener la oportunidad de vivir mi sueño. La batalla de ires y venires en mi cabeza que me mantuvo despierto era “¿Seré capaz de mantener el estilo de vida que ya tengo?, ¿Podré mantener a mi familia?”
“¿Estaré cometiendo un error?”
En esta temporada electoral hemos presenciado el vaivén en la estigmatización entre Hillary Clinton y Donald Trump. Un día se borran emails, y al día siguiente se trata de acusaciones sobre abuso sexual. Esta elección ha sido una serie de realidad televisada o sencillamente una telenovela muy mala.
Con toda la cháchara de montar una muralla o tener un sistema de impuestos justo, los candidatos han pasado por alto un factor importantísimo. ¿Cuántos Americanos han dicho que votarían por Trump porque Hillary es “corrupta”? Probablemente la misma cantidad que votaría por Hillary porque Trump “no tiene experiencia” para ser el Comandante en Jefe.
No estamos votando realmente por un candidato de primera categoría, sino nos estamos conformando con el “mejor de dos males”. Es cierto que la Sra. Clinton tiene 30 años de experiencia previos a sus comienzos como Primera Dama del Presidente Clinton, y posteriormente en el Senado de Nueva York y finalmente como Secretaria de Estado.
La cuestión es que, con un gran poder viene una gran responsabilidad. Eso incluye su responsabilidad en el ataque de Bengasi en el 2012 y el permanente escándalo de Wikileaks.
En el otro lado de la moneda, se ha documentado que el Sr. Trump tiene una larga historia de desventuras bajo el nombre de Trump. Sus comentarios espantosos concernientes a las mujeres y a las minorías no lo han hecho mucho más aceptado.
Estos escándalos han llevado a las personas a confundirse un poco frente a con quién aliarse. Entonces, ¿qué debe hacer un posible votante? Primero y principal, no podemos quedarnos sentados en estas elecciones.
El destino de este país depende de nuestro voto. No sólo podría determinar nuestro futuro, sino el de las generaciones que vendrán. No se trata sólo de ver los pros y contras de cada candidato.
Debemos cuestionarnos: “¿A dónde llevará al país en los próximos cuatro años? ¿Será a quien elija quien me ayude a progresar en la vida o será mi elección quién me haga retroceder?”
Con suerte, en las próximas elecciones, vendrá un candidato que pueda empezar de cero pero que pueda mantenerse humilde y no caer en las trampas políticas que han emboscado a los pasados políticos.
De la misma manera en la que me he encontrado en una encrucijada entre conformarme con un trabajo que conocí o lanzarme a lo desconocido, nosotros como país hemos llegado a un punto determinante en el camino. Debemos escoger entre el demonio que conocemos y el que desconocemos.
Recuerdo las elecciones del 2000 cuando Al Gore podría haber tenido el voto popular, pero perdió el voto Electoral por cinco puntos contra George W. Bush.
Dejemos que la frase del filósofo George Santayana sea el catalizador para el 8 de noviembre: “Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”.
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