La desobediencia es el verdadero fundamento de la libertad.

Los obedientes deben ser esclavos.

Henry David Thoreau (1817-1862)

No hace falta tener mucha memoria para ubicar en la historia los momentos en los que la desobediencia civil fue la última alternativa: Revoluciones, Movimientos, Protestas Pacíficas y Campañas Culturales que han desmantelado gobiernos enteros.

Durante el 2016 no hubo una esquina del planeta que no se commocionara ante la voluntad espiritual del jefe de una tribu americana que decidió plantarle cara a una de las compañías energéticas más grandes de América, en defensa de su integridad territorial, sus ideales y sus principios.

¿El resultado? La movilización espiritual y cultural más vibrante en los últimos años. 

Muchos han cuestionado sus resultados, muchos lo han comparado incluso con movimientos menos populares como el Black Lives Matter, pero el secreto de Standing Rock ha sido la fibra espiritual y pacífica que ha logrado estimular.

La supervivencia de los ideales y el éxito de la coalición de tribus indígenas americanas recae exactamente en eso: amparar bajo una misma consciencia a tantos grupos sociales. 

También es cierto que la protesta de una minoría en un país capitalista siempre tendrá resultados más mediatizados que la misma campaña en un país del “tercer mundo”. 

Pero esta vez, ninguno de los jefes ni ninguno de los manifestantes vio diferencia alguna entre sus pieles y sus proveniencias. 

Este fue un movimiento unificador que, codo a codo, servirá de ejemplo para las batallas por venir.