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No quiero volverme técnico, pero las pruebas muestran que los perseguidores de Trump—en los medios, en el Congreso y en las escuelas de Derecho de la nación—se han descarriado. No piensan con claridad. En algunos casos, ni siquiera piensan. EFE
No quiero volverme técnico, pero las pruebas muestran que los perseguidores de Trump—en los medios, en el Congreso y en las escuelas de Derecho de la nación—se han descarriado. No piensan con claridad. En algunos casos, ni siquiera piensan. EFE

[OP-ED]: Los perseguidores de Trump se descarrían

Hay ciertas verdades básicas que siguen en pie, aun durante el colapso de los medios modernos inspirado por Trump.

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En uno de los últimos ejemplos de la crisis de información, CNN dio a conocer una historia, esta semana, en la que un amigo de Donald Trump dijo, después de una reunión en la Casa Blanca, que pensaba que el presidente estaba considerando despedir a Robert Mueller. Después, la cadena noticiosa burdamente volvió a emitir la historia para reportar que Trump, de hecho, estaba pensando en acabar con el fiscal especial. A continuación, CNN presentó a un montón de gente—desde expertos y reporteros a funcionarios electos—para que comentaran sobre la noticia y utilizó esas citas para iniciar todo un día adicional de historias noticiosas. 

Y cuando el presidente de la Cámara, Paul Ryan, objetó y señaló que toda la historia había sido fabricada por los medios, los locutores de CNN trataron de justificar su metedura de pata, diciendo que algunos expertos conservadores como Ann Coulter pidieron la remoción de Mueller, y afirmaron que la Casa Blanca aun no había negado la historia. 

Un indicio del error de los liberales es que se mostraron suficientemente desesperados para buscar cobertura detrás de una pirómana retórica como Ann Coulter. 

¿Qué diablos le pasó a mi profesión? Parece que muchos periodistas—especialmente muchos en la cámara de ecos New York-Washington—se sienten personalmente tan ofendidos con la idea de que Trump sea presidente, y tan avergonzados de haberse perdido la historia de cómo alguien como Trump podía resultar electo, que se olvidaron del manual de reglas y todo lo que nos enseñaron los viejos editores sobre buscar más de una fuente y verificar tres veces. 

Aún así, hay ciertas verdades que aun están vigentes: 

--Las columnas mejor escritas, y los noticieros más creíbles, son aquellos con los que más estamos de acuerdo. 

--Los argumentos mejor articulados y más persuasivos son aquellos que comparten nuestra posición. 

Y finalmente—gracias a la tormenta de opiniones después del testimonio de James Comey—podemos agregar a la lista: 

--En toda situación “él dijo, él dijo”, la persona más creíble es aquella a la que apoyamos. 

Y aunque determinar un castigo apropiado para el delito es tarea del sistema judicial, hay abogados que—guiados por sus simpatías partidarias—pueden encontrar un delito que calce con el presidente. 

Si a uno le gusta Trump, piensa que Comey mintió del comienzo al fin. Si a uno le disgusta Trump, cree que el ex director del FBI dijo la verdad del comienzo al fin. 

Una excepción a la regla—y refrescante, por cierto—es el profesor jubilado de la Escuela de Derecho de Harvard, Alan Dershowitz, quien no permitió que su oposición a Trump (dice haber votado por Hillary Clinton) le impidiera hacer un análisis estrictamente legal. 

En CNN, Dershowitz sostuvo que el testimonio de Comey no reveló prueba de un delito. El presidente tiene la autoridad legal de detener una investigación del FBI, y por tanto no puede haber obstrucción de la justicia. El hecho de que hubo tantos otros expertos legales sosteniendo lo contrario—basados en débiles fundamentos constitucionales-muestra cuánto nos hemos aparte del curso debido. 

Prueba A: El analista de CNN, Jeffrey Toobin, a su vez graduado de la Escuela de Harvard, insistió todo el tiempo—antes de que muchos de los hechos se sepan—que éste es un caso claro de obstrucción de la justicia que podría llevar a un juicio político. 

Es ahí donde los críticos de Trump se descarrían. Mezclan—en una sola olla—el término legal “obstrucción de la justicia” y el concepto político “juicio político”. El primero tiene un estándar mucho más alto, y opera dentro de parámetros muchos más estrechos, que el último. Todo lo necesario para un juicio político es 218 votos en la Cámara de Representantes. Demostrar obstrucción de la justicia o incluso imputar a alguien ese cargo, es mucho más difícil. 

Eso es lo que dice Elizabeth Foley, una aguda abogada y profesora de Florida International University. Durante su aparición en el programa de CNN, “Fareed Zakaria GPS”, Foley hizo con el locutor y con el profesor de la Escuela de Derecho de Harvard, Lawrence Tribe—quien apoyó a Hillary Clinton abiertamente y criticó desde un comienzo a Trump—lo que hace un chef de sushi con el pescado crudo. El punto principal de Foley era que, bajo el código federal existente, no está claro que la investigación del FBI sea uno de los procedimientos por los que puede acusarse a un individuo de obstrucción. 

La respuesta de Zakaria fue pedir dócilmente a Foley que no se volviera “demasiado técnica”.

No quiero volverme técnico, pero las pruebas muestran que los perseguidores de Trump—en los medios, en el Congreso y en las escuelas de Derecho de la nación—se han descarriado. No piensan con claridad. En algunos casos, ni siquiera piensan.

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