[OP-ED]: La doctrina radical de Trump sobre el retiro
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Los altos funcionarios agregan: “En vez de negar esta naturaleza elemental de los asuntos internacionales, la aceptamos”. Esta aceptación ha llevado a Estados Unidos a retirarse del acuerdo de Paris sobre el cambio climático, firmado por otros 193 países.
El aspecto “elemental” de las relaciones internacionales ha existido por milenios. La historia de la raza humana siempre se ha caracterizado por la competencia y el conflicto. La política exterior estadounidense ha reflejado este elemento suficientemente. Estados Unidos posee el aparato militar y de inteligencia más grande del mundo, tropas y bases en decenas de países del mundo y constantes intervenciones militares en varios continentes. Esta no es la imagen de una nación que no sea consciente de la competencia política y militar.
Sin embargo, en 1945, el mundo cambió. Tras dos de las guerras más mortales de la historia de la humanidad, que dejó a más de 60 millones de muertos y a gran parte de Europa y Asia físicamente devastadas, Estados Unidos intentó construir un nuevo sistema internacional. Creó instituciones, reglas y normas que alentarían a los países a solucionar sus diferencias de manera pacífica; a través de negociaciones en vez de guerra. Creó un sistema en el cual la industria y el comercio expandirían la economía mundial para que así, una marea creciente levantara todos los barcos. Además, enfatizó los derechos humanos básicos, para que hubiese prohibiciones morales y legales más fuertes contra políticas deshumanizadoras como aquellas que llevaron al Holocausto.
No funcionó de manera perfecta. La Unión Soviética y sus aliados rechazaron varios de estos ideales desde el comienzo. Varios países en desarrollo adoptaron solo algunas partes del sistema. No obstante, Europa occidental, Canadá y Estados Unidos se convirtieron, de hecho, en una asombrosa zona de paz y cooperación económica, política y militar. Ciertamente, hubo competencia entre las naciones pero fue manejada pacíficamente y siempre con el objetivo de un mayor crecimiento, mayor libertad y derechos humanos mejorados.
El “Occidente” que emergió es, en términos históricos, un milagro. Europa, que se había desgarrado a sí misma durante cientos de años debido a la “naturaleza elemental” de la competencia internacional, estaba ahora compitiendo solo para crear mejores trabajos y un mayor crecimiento, no para anexar países y someter poblaciones.
Esta zona de paz creció con el correr de los años, primero integrando países como Japón y Corea del Sur, y más tarde algunos países en América Latina. Siempre fue en competencia y conflicto con el bloc soviético, en formas geopolíticas tradicionales. Luego, en el año 1991, la Unión Soviética colapsó y grandes zonas del mundo gravitaron hacia este orden internacional abierto.
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Estados Unidos se encontraba en el centro del sistema. Había intentado construir tal iniciativa luego de la Primera Guerra Mundial, pero falló. Franklin Roosevelt, aprendió de aquellos errores y desarrolló un nuevo conjunto de ideas mientras la Segunda Guerra Mundial llegaba a su fin. Esta vez funcionó.
Desde ese entonces, cada presidente de cualquier partido ha reconocido que Estados Unidos creó algo único que representa un quiebre de siglos de conflicto internacional “elemental”. En las últimas dos décadas y media, Estados Unidos ha intentado ayudar a que cientos de millones de personas, desde Méjico hasta Ucrania, que desean formar parte de este orden internacional liberal, se incorporen.
Desde el comienzo de su carrera política, Trump pareció no ser consciente de esta historia e ignorante de estos logros. Ha sido constantemente displicente con los aliados políticos, económicos y morales más cercanos de Estados Unidos. Habla con admiración sobre hombres fuertes como Vladimir Putin, Xi Jinping, Abdel Fattah el-Sissi y Rodrigo Duterte, pero critica a casi todo líder democrático de Europa.
Las consecuencias de la postura y de las acciones de Trump son difíciles de prever. Podrían resultar en el lento deterioro del orden internacional liberal. Podrían significar el auge de un orden nuevo y no tan liberal, promovido por China e India, ambos países mercantilistas y nacionalistas.
Sin embargo, también podrían traer como consecuencia, a la larga, el fortalecimiento de este orden, tal vez con el resurgimiento de Europa. Trump ha reunido a los países del continente de una manera en la cual ni siquiera Putin fue capaz. La canciller alemana Angela Merkel, dijo que Europa debe cuidarse a sí misma y, como si quisiese recalcar ese hecho, la misma semana dio la bienvenida al primer ministro de India y al primer ministro de China. El presidente francés, Emmanuel Macron, defendió los intereses y valores occidentales cara a cara con Putin, de la misma forma que lo hubiese hecho un presidente estadounidense en el pasado.
Tal vez Donald Trump no provoque el fin del mundo occidental pero podría terminar con el rol de Estados Unidos en su centro.
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