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The value of difference

[OP-ED] El valor de la diferencia

La diversidad favorece el desarrollo de las sociedades, pero no se puede quedar en el papel. Entendamos que la diferencia no resta, suma.

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Cómo confluir en medio de las diferencias? Esta pregunta es pertinente, hoy más que nunca por la conciencia pública de esa condición. La globalización hizo aflorar las profundas diferencias étnicas, culturales, políticas, económicas, de género, entre otras, no solo en cada ciudad o país, sino en los continentes y el mundo.

El contraste en estos tiempos es la polarización que nos lleva a los extremos y a denigrar de quien no piensa o actúa como nosotros. Sin ir a ámbitos más complejos en donde muchas fuerzas confluyen, en nuestras familias o con nuestros amigos, en donde las diferencias deberían unirnos en una discusión respetuosa, vemos que mensajes acalorados terminan enemistándonos o poniendo prohibiciones, desde mi punto de vista absurdas, como no hablar de política, de religión o de fútbol, por poner sólo algunos ejemplos.

Estos espacios deberían ser los más propicios para aprender a escuchar al otro, a conocerlo, a reflexionar sobre las diferencias, a argumentar desde el conocimiento, para que aprendamos a construir nuevos caminos de encuentro. Desde allí, podríamos lograr ser más inclusivos, a valorar la diversidad como algo que enriquece y, finalmente, a confluir en medio de las diferencias, por una mejor sociedad. Así mismo, la educación debería servir, entonces, de pararrayos y antídoto.

Por poner otro ejemplo, la diversidad y la inclusión han estado presentes en los procesos migratorios por siglos. Y en las Américas hacen parte de su proceso de desarrollo en más de 500 años. Somos la suma de múltiples ingredientes étnicos y culturales. Pero en muchos ámbitos, como la educación, no se hace realidad.

En América Latina y el Caribe, somos 660 millones de habitantes, de los cuales el 10% pertenece a pueblos indígenas y casi el 20% son afroamericanos. Pero unos y otros lamentablemente tienen muy malas condiciones sociales y económicas, además de poco acceso a educación, salud y a un trabajo digno. 

En Estados Unidos, los latinos cada vez son más y tiene mayor peso en el desarrollo del país. Hoy representan el 18,9%, de acuerdo con el censo del 2021. Hay una mejora sustancial en sus condiciones laborales y educativas, pero aún falta la voluntad política hacia la diversidad y la inclusión en varios estados y empresas.

En ese país, el muro del idioma es un factor fuerte para la exclusión, donde siguen existiendo expresiones y acciones discriminatorias por los orígenes. Sin embargo, quienes han logrado dar el salto y se han vinculado social y económicamente lo han hecho a partir de la educación, condición fundamental para que la diversidad y la inclusión se materialicen y podamos entender lo determinantes que son para nuestro desarrollo. Por eso, la importancia de apropiarnos de sus significados: aprender del otro, confrontar nuestras diferencias y entender que dependemos de otras personas para avanzar.

¡Qué satisfactorio resulta ver en un salón de clases la diversidad de una sociedad! Ese debería ser el medidor para saber si avanzamos o estamos en retroceso. Se logró dar el salto, al menos en la educación y en muchos espacios laborales. Falta, pero está claro que es irreversible el avance hacia la equidad. 

La responsabilidad desde el sector educativo y desde las instituciones es crear las estrategias necesarias para tener una visión desde la diversidad y la inclusión, sumada a la calidad. Si lo logramos, se impactarán otros espacios de la sociedad. 

Por eso es importante entender que la diferencia no resta. Por el contrario, suma.

(*) Doctora en Pedagogía. Rectora de la Escuela Colombiana de Rehabilitación (ECR).
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