[OP-ED]: El caso para el gobierno
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Desde Ronald Reagan, gran parte de Estados Unidos ha aceptado un marco ideológico afirmando que el gobierno es la fuente de nuestros problemas. Según la célebre frase de Reagan: “Las nueve palabras más aterradoras del idioma inglés son: Soy del gobierno y estoy aquí para ayudar”.
Reagan argumentaba que debían retirarse de la visión de un Estado activista y defendía un rol del gobierno estrictamente limitado, dedicado a funciones centrales como la defensa nacional. Fuera de estos ámbitos, él pensaba que el gobierno simplemente debería alentar al sector privado y a las fuerzas del mercado.
La visión del mundo de Reagan creció de la década del ‘70, un período marcado por la mala gestión fiscal, por las extralimitaciones gubernamentales y el crecimiento enlentecido. Podría haber sido la actitud correcta en ese tiempo. Sin embargo, ha quedado en su lugar durante décadas como una ideología rígida, incluso a pesar de que hemos entrado en una nueva era en la cual Estados Unidos ha enfrentado una serie de desafíos muy diferentes, que con frecuencia requieren desesperadamente de un gobierno activista. Esto ha sido una abdicación bipartidista de responsabilidad.
Hemos visto durante décadas cómo el crecimiento salarial estancado para el 90 por ciento de los estadounidenses ha sido acompañado por un crecimiento sobrecargado para algunos de los más ricos, dando lugar a una creciente desigualdad en una escala que no se había visto desde la edad dorada. Se ha asumido que el gobierno federal no pudo hacer nada respecto a esta brecha en expansión, a pesar de que hay más evidencia de lo contrario.
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Hemos sido testigos de cómo se incorporó China al sistema comercial mundial y tomó ventaja de su acceso a mercados y capital occidentales, mientras que todavía mantiene una economía interna enormemente controlada y persigue prácticas comerciales abusivas. También hemos asumido que el gobierno estadounidense no puede hacer nada al respecto dado que cualquier acción sería proteccionista.
Adicionalmente, hemos presenciado cómo instituciones financieras tomaron más y más riesgos con el dinero de otras personas, apostando efectivamente en un sistema “cara, yo gano; cruz, tu pierdes”. Toda charla de regulación era vista como socialista. Incluso luego de que el sistema se desmoronó, causando una de las peores crisis económicas desde la Gran Depresión, los llamados pronto llegaron a desregular el sector financiero una vez más ya que, después de todo, la regulación gubernamental es obviamente mala.
En este mismo período, las empresas tecnológicas han crecido en tamaño y escala, casi siempre utilizando la ventaja de llevar la iniciativa para establecer cuasi-monopolios y competencia para aplastar. Se suponía que la economía digital empoderaría al emprendedor individual. No obstante, se ha convertido en algo en el cual cuatro o cinco empresas dominan totalmente el panorama mundial. Hoy en día, una empresa de tecnología nueva aspira simplemente a ser comprada por Google o Facebook. Y asumimos que el gobierno federal no debería haber tenido ningún rol en moldear esta nueva gran economía. Eso sería activista y malo. Mejor que el gobierno solo observe el proceso, como un espectador pasivo que mira un nuevo drama en Netflix.
Por otra parte, se encuentra el problema con el clima. Estos huracanes no han sido causados por el calentamiento global, pero resulta probable que su frecuencia e intensidad hayan sido magnificadas por el cambio climático. Los nombres de huracanes particularmente calamitosos han sido retirados y en los últimos 20 años se han retirado tantos nombres como en los 40 años anteriores. California ha tenido más de 6.400 incendios forestales este año. Los 17 años más calurosos registrados han tenido lugar en las últimas dos décadas.
Sin embargo, hemos sido cautelosos frente a demasiado activismo gubernamental. Esto resulta cierto no solamente al abordar el cambio climático sino en otras áreas que han contribuido al poder destructivo de las tormentas. Houston eligió no tener ningún tipo de urbanismo que limitase el desarrollo, incluso en áreas propensas a las inundaciones, pavimentando sobre miles de hectáreas de humedales que solían absorber el agua pluvial y frenar las inundaciones. La industria química ha sido capaz de convencer a Washington de ejercer una normativa muy laxa, por lo cual hay protección limitada contra incendios y contaminación, algo que quedó muy en claro en las últimas semanas. Y ahora, por supuesto, los bajos impuestos y baja regulación de Tejas han llegado al gobierno federal, mano a mano, solicitando más de U$S 150 mil millones para reconstruir su Estado devastado.
Estamos viviendo en una era de revoluciones, naturales y humanas, que están sacudiendo a individuos y comunidades. Necesitamos que el gobierno sea más que un observador pasivo de estas tendencias y fuerzas. Necesita activamente moldear y manejarlas. De no ser así, el individuo ordinario quedará sin poder. Me imagino que esta semana, la mayoría de las personas en Tejas, Florida y Puerto Rico estarían encantadas de escuchar las palabras: “Soy del gobierno, y estoy aquí para ayudar”.
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