[OP-ED]: El arte del engaño
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Desde el comienzo, la Casa Blanca ha deseado verse dura frente a Corea del Norte. En los primeros meses de la presidencia de Trump, antes de que hubiera sido posible un análisis de política serio, el Secretario de Estado Rex Tillerson advirtió que la era de paciencia estratégica con Corea del Norte había finalizado. La semana pasada, el consejero de seguridad nacional, H.R. McMaster dijo que el potencial de Corea de Norte de presionar a Estados Unidos con armas nucleares era una amenaza “intolerable”. No el uso de armas de Corea del Norte, eso sí, solo el potencial.
Trump, por supuesto, fue más allá, y declaró públicamente el martes que si Corea del Norte no cesa con sus amenazas, será alcanzado con “fuego y furia como el mundo nunca ha visto”.
Al ser presionado el jueves, Trump se volvió más decidido aún y dijo: “En todo caso, tal vez la declaración no fue lo suficientemente severa”. En otras palabras, Trump ha dejado claro que Estados Unidos respondería a las amenazas nucleares de Corea del Norte con un ataque militar masivo, y es muy posible que incluya armas nucleares.
¿Acaso esto es creíble? Una vez más, no lo es. Estados Unidos no emprenderá una guerra nuclear preventiva en Asia. Los comentarios de Trump sin duda han preocupado a los aliados más cercanos de Washington en la región, Japón y Corea del Sur. Las amenazas vacías y la retórica vaga únicamente desvalorizan el prestigio y el poder estadounidense, luchando en la administración por el futuro.
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Entonces, ¿por qué hacerlo? Debido a que es el modo básico de acción de Trump. Durante su vida entera, Donald Trump ha realizado grandes promesas y amenazas inquietantes, y jamás ha cumplido ninguna. Cuando estaba en los negocios, Reuters encontró que con frecuencia amenazaba con demandar a medios de comunicación por difamación, pero la última vez que lo llevó a cabo fue en 1984. Trump afirma que nunca resuelve los casos fuera del tribunal. De hecho, los ha resuelto por lo menos 100 veces, de acuerdo al periódico USA Today.
En su vida política, ha seguido la misma estrategia de fanfarronadas. En el año 2011 afirmó que tenía investigadores quienes “no pueden creer lo que están encontrando” sobre el certificado de nacimiento de Barack Obama, y que en algún momento “revelaría algunas cuestiones interesantes”. No tenía nada. Durante la campaña, prometió que etiquetaría a China como un manipulador de divisas, movería la embajada en Israel a Jerusalén, que ordenaría a Méjico pagar por una pared fronteriza y que iniciaría una investigación sobre Hillary Clinton. Hasta ahora, anything. Luego de ser electo, indicó a China que tal vez reconocería a Taiwán. Después de semanas de convertirse en presidente quebró. Insinuó que poseía grabaciones de sus conversaciones con el director del FBI, James Comey. Por supuesto, no tenía nada.
Incluso ahora, mientras lidia con una crisis nuclear, se pueden demostrar con facilidad que las declaraciones realizadas por Trump son falsas. Tuiteó que su primer orden presidencial fue “modernizar” el arsenal nuclear de Estados Unidos. De hecho, él simplemente siguió un mandato legislativo de autorizar una revisión del arsenal, que aún no ha sido completado. ¿Acaso piensa que Corea del Norte no lo sabe?
Cuando Estados Unidos observaba mientras la Unión Soviética de Stalin desarrollaba armas nucleares, era cuidadoso en su retórica. Cuando vio a un líder mucho más amenazador, Mao Zedong, que perseguía las armas nucleares, fue todavía más cauteloso. Mao insistía que no tenía miedo de una guerra nuclear ya que China igual tendría más sobrevivientes de los necesarios para derrotar a imperialistas occidentales. Y sin embargo, varias administraciones estadounidenses mantuvieron su serenidad.
El mundo ya está viviendo con un Corea del Norte nuclear. Si esta realidad no puede ser revertida a través de negociaciones y diplomacia, la tarea será desarrollar un sistema robusto de disuasión, del tipo que mantuvo la paz con la Rusia de Stalin y la China de Mao. Las fanfarronadas de parte del presidente pueden aumentar los peligros del cálculo erróneo o causar una espiral desencadenante de palabras y hechos.
“Yo pienso que los estadounidenses deberían dormir bien de noche, no preocuparse por esta retórica particular de los últimos días”, dijo Tillerson el miércoles. Esta fue una afirmación inusual, tal vez incluso sin precedentes. El secretario de Estado parece haber estado diciendo a los estadounidenses, y al mundo, que ignoren la retórica, no del dictador de Corea del Norte, sino de su propio jefe, el presidente de Estados Unidos. Probablemente sea lo que los asociados de Trump han hecho por él toda su vida. Ellos saben que el mantra líder para él no ha sido el arte de la negociación sino el arte del engaño.
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