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La policía arrestó a una docena de "DREAMers" y activistas de derechos civiles en Nueva York el martes durante una protesta que paralizó la Quinta Avenida frente a Trump Tower, después del anuncio de la administración de que está eliminando el programa DACA que ha protegido a cientos de miles de jóvenes inmigrantes indocumentados de la deportación y les ha permitido trabajar y conducir legalmente. EFE
La policía arrestó a una docena de "DREAMers" y activistas de derechos civiles en Nueva York el martes durante una protesta que paralizó la Quinta Avenida frente a Trump Tower, después del anuncio de la administración de que está eliminando el programa…

[OP-ED]: Deportar a los Soñadores no compondrá el espíritu quebrantado de los estadounidenses

Este Día del Trabajo, me salteé el asado y en su lugar, me obligué a digerir un trozo de verdad que no es nada apetecible, pero innegable: los estadounidenses…

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Con eso quiero decir--a pesar de todas las quejas sobre la globalización, la codicia corporativa, las fábricas cerradas, la pérdida de puestos de trabajo, los inmigrantes y la caída de los salarios--que lo cierto es que muchos estadounidenses ya no quieren trabajar. 

O quizás sea más preciso decir que muchos estadounidenses--en la época del estado benefactor y de los sindicatos--se han acostumbrado a la idea de no trabajar. La noción romántica--tan predominante en el siglo XX--de un arduo día de trabajo para obtener un buen jornal, está pasada de moda. 

Hoy en día, cuando se negocian contratos con los empleadores, el objetivo es tanto dinero y vacaciones como sean posibles. Es decir, obtener la mayor cantidad de beneficios con la mínima cantidad de esfuerzo. 

Por supuesto, la mayoría de nosotros tenemos que trabajar. Pero mientras nuestros abuelos vivían para trabajar, muchos de nosotros ahora trabajamos para vivir. Mientras los inmigrantes tal vez abren un restaurante y hacen planes para lanzar 10 más, el nativo cada vez más define su éxito como la capacidad de vender el restaurante y jubilarse a los 40 años. 

Aún así, los estadounidenses somos un pueblo orgulloso. Por lo que no es fácil para nosotros admitir que--cuando se trata de empuje, determinación y ética laboral--no podemos compararnos con nuestros abuelos. Muchos de nosotros tenemos manos suaves y pasamos el día en oficinas con aire acondicionado, examinando planillas y tecleando. 

Así pues, en lugar de admitir la verdad, creamos excusas para evitar competir por puestos de alta tecnología que no podemos realizar y puestos no-especializados que no deseamos realizar. 

Afirmamos que los trabajadores extranjeros obtienen puestos que, a nuestro parecer, deben ir a los estadounidenses, no porque haya un problema con nosotros, sino porque hay un problema con los extranjeros. A saber, que trabajan por menos dinero y son más fáciles de explotar. 

Eso es lo que me dijo recientemente un oyente durante un programa radial que yo dirigía. Se identificó como republicano y partidario de la idea de una economía global, pero sin embargo, afirmó que no se podía esperar que los estadounidenses compitieran con inmigrantes legales en puestos de tecnología, porque “el campo no está nivelado”. Después de todo, dijo, los programadores de India y China están dispuestos a trabajar por salarios más bajos. 

Pensé que estaba bromeando. Las empresas tecnológicas como Google, Facebook e Intel no son conocidas exactamente por no remunerar bien a sus empleados. De hecho, muchos de sus empleados se convierten en millonarios. No es de extrañar que haya largas colas de solicitantes que compiten por la oportunidad de ser explotados por los titanes de Silicon Valley. 

Recordaba esa llamada el martes cuando el Procurador General, Jeff Sessions, subió al podio para anunciar un importante cambio con respecto a los jóvenes indocumentados que, entre otras cosas, ayudarán, supuestamente, a salvar al asediado trabajador estadounidense. 

Según Sessions, el programa conocido como Acción Diferida para los que Vinieron de Niños (DACA, por sus siglas en inglés)--por el cual los beneficiarios recibían, entre otras cosas, un permiso de trabajo--”negaba puestos de trabajo a cientos de miles de estadounidenses al permitir que esos mismos puestos de trabajo fueran a inmigrantes ilegales.” 

Qué tontería. Como si esos “cientos de miles de estadounidenses”--muchos de los cuales tuvieron todas las ventajas posibles--no tuvieran la libertad de competir con los indocumentados por esos puestos, y como si no tuvieran una enorme ventaja en esa competición por ser nacidos en el país.

Puesto que la mayoría de los beneficiarios de DACA son latinos, qué lindo detalle de la Casa Blanca asignar a Sessions para que diera un hachazo al programa. No es amigo de los inmigrantes. Sessions se opuso a DACA cuando ocupaba un escaño en el Senado, desea restringir la inmigración legal y planea combatir las llamadas ciudades santuario porque piensa que la policía local debe imponer la ley de inmigración federal. 

Si Sessions y la Casa Blanca desean defender a los trabajadores estadounidenses, pueden encontrar otras maneras para hacerlo además de tratar de echar del país a jóvenes indocumentado que trabajan, producen y van a la universidad. 

Si gente como ésa representa una amenaza e infunde temor a los trabajadores estadounidenses, entonces tenemos problemas mayores que DACA. Nuestro espíritu quebrantado--y nuestro país junto con él.

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