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Vista de gases lacrimógenos que la policía fronteriza utiliza para evitar que grupos de personas crucen hoy, la garita El Chaparral, de la ciudad de Tijuana, en el estado de Baja California (México). EFE
Vista de gases lacrimógenos que la policía fronteriza utiliza para evitar que grupos de personas crucen hoy, la garita El Chaparral, de la ciudad de Tijuana, en el estado de Baja California (México). EFE

No, no somos un país de leyes

Hemos visto la cara aún más cruel del gobierno de Trump y del Partido Republicano. 

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Madres angustiadas que intentan desesperadamente proteger a sus hijos, descalzos y en pañales, del gas lacrimógeno que los asfixia; miles de soldados en pie de guerra desplegados para reprimir a gente pobre que huye de la violencia, muerte y desesperanza de sus países, creadas en buena medida por la política de los Estados Unidos.

Imágenes de terribles abusos que son dolorosas, ofensivas para la dignidad humana, que revelan la profundidad con que el racismo, como un río envenenado, ha calado en esta cultura; imágenes que, inevitablemente, ahora son la cara aún más cruel del gobierno de Trump y del Partido Republicano.

Es por eso por lo que Tom Pérez, presidente del Comité Nacional Demócrata, y todos los demás que niegan o tratan de encubrir la chocante realidad, necesitan prestar atención a este mensaje: No más, ya es suficiente, no hagan más declaraciones como esta: “Disparar gas lacrimógeno a los niños no es lo que somos como estadounidenses”, escribió Pérez en Twitter. “Buscar asilo no es un delito. Tenemos que ser mejores que esto”.

Hagan silencio de una vez por todas porque, desafortunadamente, esta entidad fea, racista, abusiva e ilegal es lo que somos. Y ha llegado el momento de admitirlo y de aceptar el incómodo hecho de que este comportamiento brutal e injustificable no es ni republicano ni demócrata, sino estadounidense.

No se debe olvidar que el presidente Obama más que mereció el dudoso título de “deportador en jefe” con su política de deportaciones masivas sin precedentes, incluida la separación de niños y la militarización de la frontera. El expresidente creó la maquinaria de deportación que tanto le ha servido a Trump para poner en práctica su inhumana persecución de inmigrantes y saciar el apetito racista de sus seguidores.

“Los demócratas responderán a la escalada de la violencia antiinmigrante de Trump con el equivalente de ‘pensamientos y oraciones’ diciendo: ‘Trump es cruel’ por continuar y expandir las políticas de Obama, quien continuó y expandió las de Bush”, ha dicho el activista de inmigración y autor Roberto Lovato.

Abandonemos también de una vez por todas la gastada letanía de “este es un país de leyes” como excusa para el despreciable abuso de personas indefensas que creyeron en el mito estadounidense de la libertad y el respeto por los derechos humanos. Abandonémosla porque es una mentira para ser invocada hipócritamente por aquellos que tratan de ocultar sus propios prejuicios.

“Seamos claros. Esta acción militar contra los refugiados desarmados es un crimen contra la humanidad. Además, nuestro gobierno está violando la ley al impedir que estas familias busquen lo que está legalmente a su disposición: el asilo”, manifestó Ángela Fernández, directora ejecutiva de Northern Manhattan Coalition for Immigrant Rights.

“Al ordenar el cierre de los puntos de entrada fronterizos, las madres, los padres y los niños se encuentran atrapados en una situación insostenible en la frontera. Esta situación es creación de nuestro propio gobierno, tanto actualmente en la frontera como históricamente con nuestra participación en desestabilizar gobiernos democráticamente elegidos y destruyendo la sociedad civil en Honduras, Guatemala y El Salvador, lo que ha hecho que estos países sean invivibles”, agregó Fernández. “Debemos asumir la responsabilidad de esta crisis de refugiados y permitir que estas familias ingresen a los Estados Unidos y permitirles que busquen asilo. Su sangre no está solo en manos de esta administración, sino en manos de presidentes, secretarios de estado y congresos anteriores por nuestras políticas fallidas en Centroamérica y el crecimiento incesante de nuestro aparato de detención y deportación”.

No más excusas, no más mentiras, no más negación. Los migrantes que llegan a la frontera no son “inmigrantes ilegales”, no están infringiendo la ley, solicitar asilo es su derecho. El presidente del país y sus secuaces son los que violan las leyes y destruyen el tejido moral de la sociedad estadounidense.

¿Cuánto más van a soportar el horror los estadounidenses decentes de cualquier filiación política?

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