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A la izquierda, la portada del libro que inspiró la producción de la primera edición de AL DIA. A la derecha, una de las primeras cubiertas de la nueva publicación.   AL DÍA News

Periodismo hecho en casa | OP-ED

A martillazos entusiastas en la sala de mi casa en el Norte de Filadelfia terminé emsamblando lo que creía era mi último obstáculo en mi camino a convertirme…

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Para hacer periodismo en el Norte de Filadelfia en 1991 sólo faltaba un martillo, algunas puntillas y unos pedazos de madera que se podían comprar en Home Depot.

Para empezar un periódico solo se necesitaba, además de una computadora personal MAC, dos piezas adicionales: Una impresora láser y una light box.

El primero, para imprimir las páginas ya diseñadas, y la segunda, para armar y pegar en boards las columnas, los titulares y los espacios en blancos donde se pegarían las fotos que serían también cortadas y pegadas a mano en la página que iría, al final de un largo proceso, al impresor.

Recuerdo que la impresora láser la compramos con un regalo caído del cielo en la forma de un cheque de reembolso de impuestos del IRS, que creo nos llegó en 1992.

La computadora MAC fue una inversión de exactamente 2.200 dólares que esta vez pudimos pagar de contado.

La única pieza de tecnología que no podíamos comprar era la bendita light box.  No se conseguía por ninguna parte, ni en el almacén de suministros para artistas plásticos donde pudimos comprar la cuchilla para cortar el papel, las reglas para cortarlos rectamente y el adhesivo necesario para pegarlo a los boards. Así que me pareció fácil construir la última pieza de tecnología con mis propias manos.

Mi profesor de la Universidad de Iowa, Bill Zima, que se fue finalmente a descansar en el 2012, vino nuevamente a mi rescate.

Uno de los libros que él nos pidió comprar para su clase de Desktop Publishing en la Escuela de Periodismo de la Universidad era el que llevaba por título “Cómo producir un pequeño periódico, una guía para periodistas independientes”, escrito por una pareja que decidió fundar un periódico comunitario —’El Harvard Post’— en un pequeño poblado de Massachusetts y luego decidieron escribir ese libro para animar a otros a seguir su ejemplo.

Fui uno de los que devoró con entusiasmo las páginas dedicadas a “Cómo construir un Light Box”, indispensable para poder finalizar el proceso pre-press, o armada de un periódico en la sala de tu casa, antes del envío final al printer.

La light box nació a la vida días más tarde después de leer las instrucciones más de una vez y de una visita al Home Depot de mi vecindario, donde encontré, desde las puntillas, hasta todos los elementos descritos en la sección “Cómo construir un Light Box”: Un switch, los cables eléctricos, las luces y la lámina de plástico opaco para poner encima de la estructura de madera cuadrada de maderos que, martillo en mano, apuntillé con entusiasmo cuando creía que era el último obstáculo en mi trayectoria para convertirme en un periodista independiente.

No tenía entonces ni la menor idea de lo que estaba a punto de pasar en el mundo de la prensa digital, inmerso como estaba en mi pequeño mundo de tratar de producir un pequeño periódico artesanalmente, no desde mi garaje, sino en la sala de mi casa, pues mi modesto hogar en Olney en Filadelfia carecía incluso del providencial garaje de inventor iluso.

No tenía ni la menor idea de que una nueva invención estaba a punto de irrumpir, el web browser, que sacudiría con más fuerza el negocio de los periódicos

No tenía ni la menor idea de que una nueva invención estaba a punto de irrumpir, el web browser, que sacudiría con más fuerza el negocio de los periódicos y daría nuevamente a los soñadores la ilusión de que podrías convertirte en publisher de tu vecindario, como yo lo era, o de toda tu ciudad, como yo finalmente me convertí, sino también de toda la nación o del mundo. Todo desde la comodidad de la sala de tu casa.

Las generaciones de Desktop Publishers han venido y han pasado, los escritores y bloggers han venido y muchos también han pasado, uno tras del otro. Todos dejando atrás un cementerio formidable de sobreestimadas y ahora obsoletas piezas de tecnología, desde las grandes imprentas, dejadas por chatarra por la corporación Gannett en todo el país, hasta mi propia computadora MAC SE que rescaté de ir a la basura y ahora permanece en la oficina de AL DíA en Filadelfia como un recordatorio a las nuevas generaciones de las oportunidades que se están abriendo en frente de ellos.

“La edad de oro del periodismo”, anunciado por Andrew Sullivan en 2008, está a punto de empezar en momentos en que la indomable pasión humana por la libertad de expresión trata en estos momentos de decidir cómo usar mejor el nuevo set de herramientas de tecnología disponibles, para todos recrear modelos de periodismo autosostenible que hagan posible, una vez más, el sueño del periodismo independiente.

Un rayo de esperanza es ahora visible en el horizonte, trás el desplome de los imperios de periódicos en América, sacudidos no solo por la revolución tecnológica, sino por otro sismo de más grande escala telúrica: El de la nueva y más extraordinaria generación de lectores de los más diversos orígenes culturales y étnicos en lengua inglesa que haya visto la nación en sus 250 años de existencia, hecho aún más evidente por la presencia de 62 millones de americanos de origen hispano que hoy residen en los Estados Unidos de América. 

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