[OP-ED]: La nueva fórmula mágica de los hombres fuertes del mundo
Nacionalismo crudo, populismo y auge de medidas para intimidar y neutralizar a la prensa libre se han convertido en el procedimiento estándar de algunos…
Las noticias que nos llegan sobre Arabia Saudita son alarmantes. Un país famoso por su estabilidad al punto del estancamiento está siendo testigo de cómo el príncipe de la Corona, de 32 años, arresta a sus familiares, congela sus cuentas bancarias y los destituye de puestos clave. Pero si examinamos la situación más de cerca, no debería ser tan sorprendente. Actualmente, Mohammed bin Salman está aplicando a Arabia Saudita lo que ahora se ha convertido en el nuevo procedimiento operativo estándar de los hombres fuertes del mundo.
La fórmula fue perfeccionada por Vladimir Putin después de asumir el poder en Rusia. En primer lugar, ampliar las amenazas extranjeras para tener la excusa de concentrar el país alrededor del régimen y cederle poderes extraordinarios.
Fue lo que llevó Putin a cabo con con la guerra de Chechenia y el peligro del terrorismo.
El siguiente paso: moverse contra centros de influencia rivales dentro de la misma sociedad. En Rusia eso significaba ir contra los oligarcas, quienes en ese momento eran más poderosos que el Estado mismo. Más tarde, hablar sobre la necesidad de finalizar la corrupción, reformar la economía y proveer beneficios para la gente común. Putin fue capaz de triunfar en la última ronda, en gran parte debido a la cuadruplicación de precios de petróleo durante una década. Por último, controlar los medios de comunicación a través de modos formales e informales. Rusia pasó de tener una próspera libertad de prensa en el 2000 a tener hoy los medios de comunicación bajo un nivel de control del Estado similar a los tiempos de la Unión Soviética.
Naturalmente, cada elemento de esta fórmula no se aplica en cualquier lugar. Tal vez el príncipe de la corona saudí, Mohammed, demuestre ser un reformador. Sin embargo, la fórmula para el éxito político que está siguiendo por ahora es parecida a lo que se ha aplicado en países tan dispares como China, Turquía y Filipinas. Los líderes han optado por utilizar los mismos ingredientes (el nacionalismo, las amenazas extranjeras, el discurso anti-corrupción y el populismo) para fortalecer su control en el poder. Cuando el poder judicial y los medios de comunicación son vistos como obstáculos para la expresión de la autoridad de un gobernador, son sistemáticamente debilitados.
En su libro The Dictator’s Learning Curve,(“La curva de aprendizaje del dictador”), que escribió en 2012, William Dobson explicó proféticamente que la nueva raza de hombres fuertes en el mundo ha aprendido una serie de trucos para mantener el control mucho más inteligentes y sofisticados que en el pasado. “En vez de arrestar a la fuerza miembros de grupos de derechos humanos, hoy en día los déspotas más efectivos utilizan cobradores de impuestos o inspectores de salud para clausurar a grupos disidentes. Las leyes son redactadas en forma amplia y luego son utilizadas como un bisturí para apuntar a grupos que el gobierno considera como una amenaza.” Dobson cita a un activista venezolano que describió el apoyo astutamente combinado y el procesamiento selectivo de Hugo Chávez con un refrán: “Para mis amigos, todos, para mis enemigos, la ley”.
CONTENIDO RELACIONADO
Las dictaduras centralizadas clásicas fueron un fenómeno del siglo XX, que nacieron de las fuerzas y tecnologías centralizadas del momento. “Los dictadores modernos trabajan en el espectro más ambiguo que existe entre la democracia y el autoritarismo”, escribió Dobson. Ellos [los dictadores]mantienen las formas democráticas: constituciones, elecciones, medios de comunicación. No obstante, trabajan para desproveerles de cualquier sentido. Ellos trabajan para mantener contentos a la mayoría, utilizando el apoyo, el populismo y las amenazas externas para mantener la solidaridad nacional y su popularidad. Por supuesto, alimentar el nacionalismo puede salirse de control, como ha sucedido en Rusia y podría suceder en Arabia Saudita, que ahora está comprometida en una feroz guerra fría con Irán, acompañada de una guerra de poder muy reñida en Yemen.
Sin embargo, Dobson finaliza su libro expresando su optimismo al creer que, al menos cuando salió publicado el libro, había gente en varios países resistiendo y superando tácticamente a los dictadores.
No obstante, lo que ha tenido lugar desde que escribió el libro es deprimente. En lugar de ver a los déspotas dejarse influir por los demócratas, hemos visto a estos últimos acelerar la curva de aprendizaje.
Tengamos en cuenta a Turquía, un país que a principios del 2000 parecía en un camino firme hacia la democracia y el liberalismo, anclada en un deseo de convertirse en un miembro pleno de la Unión Europea. Hoy en día, su gobernador, Recep Tayyip Erdogan, ha eliminado casi todos los obstáculos para acceder al control total. Ha desempoderado al ejército y a la burocracia, ha tomado diversas acciones fiscales y regulatorias en contra de sus oponentes en los medios de comunicación y ha declarado que un grupo potencial de la oposición, el movimiento de Gulen, son terroristas. Los gobernadores de Filipinas y Malasia parecen haber tomado como referencia el mismo libro de tácticas.
Obviamente, esta no es la imagen de la democracia en todas partes, pero es una tendencia que puede verse en zonas remotas del mundo. En países como India y Japón, que siguen siendo dinámicas democracias en varios aspectos, hay elementos de este nuevo sistema que avanzan progresivamente: nacionalismo crudo, populismo y auge de medidas para intimidar y neutralizar a la prensa libre.
Donald Trump, por su parte, ha amenazado con tomar medidas gubernamentales contra NBC, CNN (para la que trabajo) y otras cadenas televisivas. Ha atacado tanto a jueces como a agencias independientes. Ha ignorado normas democráticas que fueron establecidas hace tiempo. Tal vez, pues, Estados Unidos esté también avanzando en esta peligrosa curva de aprendizaje.
DEJE UN COMENTARIO:
¡Únete a la discusión! Deja un comentario.