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Mildred Gillars, the “Axis Sally” of wartime German propaganda broadcasts, confers with James Laughlin, her attorney, outside district court after testifying  that because she feared for her life she signed a “written oath of allegiance to German” the day after Pearl Harbor.    Bettmann Archive/Getty Images
Mildred Gillars, la “Axis Sally” de las emisiones de propaganda alemana en tiempos de guerra, conversa con James Laughlin, su abogado, a la salida del tribunal de distrito tras testificar que, por temor a su vida, firmó un “juramento escrito de lealtad a…

La voz de una traidora redimida | OP-ED

Berlin Bitch, Berlin Babe o Axis Sally, la voz americana del nazismo, se hizo famosa entre los soldados del frente occidental. Una historia de película.

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Por estos días se estrenó en Amazon la historia de la traidora estadounidense por excelencia. Aunque American Traitor, the trial of Axis Sally cuenta con Al Pacino, que salva la película, es por demás floja y se queda corta ante la historia real.

Mildred Gillars nació en Maine en 1900 en un hogar acomodado. Dejó su último año del College porque soñaba ser actriz. “Vivía de manzanas y galletas”, cuenta Richard Lucas, que tardó cinco años escribiendo su biografía. Según el escritor, “Mildred se desmayaba en medio de los ensayos” debido al hambre. Cuando llegó a Broadway y su sueño parecía cumplido, renunció.

Conoció a un diplomático británico y se fue para Argelia. Luego partió con su madre a Berlín por las fechas en que los nazis subieron al poder. Quedó fascinada con estos uniformados entusiastas y bien puestos, y aunque su madre le dijo que deberían volver, ella se quedó.

A través de nuevos contactos empezó a reseñar películas y doblarlas al inglés. Por esa época, Goebbles tomó el control de la escena cultural. La idea era emplear a los medios al servicio de la propaganda nazi. En 1939, el Foreign Language Service alemán tenía 500 empleados y la radio del Reich trasmitía en 14 idiomas, 24 horas al día. 

Llegó a la radio y se convirtió en una figura poderosa. Les ponía swing y jazz a los soldados americanos y a sus mujeres en casa. Y les hablaba “¿En serio, chicos? ¿de verdad quieren morir en Alemania?”, “Mujeres, ¿quieren que sus esposos sean asesinos? Porque en eso se están convirtiendo”. 

Cuando la guerra acabó, cambiaba sus antigüedades por comida. Los servicios de inteligencia la encontraron en 1946 en el sótano de su casa junto a sus cintas, que serían usadas en su juicio.

Probar el cargo de traición bajo la ley americana era casi imposible, y de los 10 cargos fue condenada por uno: amenazar a las tropas antes de Normandía. Fue condenada de 10 a 30 años de prisión.

Probar el cargo de traición bajo la ley americana era casi imposible, y de los 10 cargos fue condenada por uno: amenazar a las tropas antes de Normandía. Fue condenada de 10 a 30 años de prisión.

Pasó 12 años en prisión, se convirtió al catolicismo y en guía espiritual para prostitutas y adictas. Al salir, trabajó como maestra de música e idiomas en una escuela católica.

La gran traidora americana murió a los 88 años, en Columbus, Ohio. Una historia que merece libros, películas y miniseries. Así ha sucedido.