Gabo, Jaime y yo | OP-ED
Todo puede pasar en Cartagena, donde estoy ahora mismo redactando este breve ensayo.
Esta semana me encontré con un líder llamado Jaime Abello Banfi, el hombre solidario y ajetreado mayordomo -que nadie reconoce como se merece -del legado de la figura más elevada del Periodismo en las Américas: Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura en 1982 y valiente escritor de crónicas periódicas.
Esa es una larga, LARGA sombra de la que supervisar y cuidar, querido Jaime. No lo digo para halagarle (ya vi que recibes suficientes halagos, aunque sin un agradecimiento sincero), ¡pero me quito mi nuevo sombrero de Panamá!
GABO, como es más conocido en todo el mundo, donde sus libros han sido traducidos a más de 30 idiomas, nos dejó el 17 de abril de 2014, seguido rápidamente de “La GABA”, su esposa de… años, el 15 de agosto de 2020.
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Mercedes Barcha, la madre de sus 2 hijos, fue la sombra que lo siguió lealmente y cuidó de él en sus viajes consecutivos por Venezuela, Estados Unidos, España y en su regreso fallido a Colombia que entristece a los que conocemos la historia, y a México, su segunda patria.
A cada paso del camino, GABO demostró ser un hombre, un escritor valiente, un padre de familia responsable.
A cada paso del camino, GABO demostró ser un hombre, un escritor valiente, un padre de familia responsable.
En Colombia, cuando tuvo que exiliarse como un escritor joven y rebelde, a su huelga voluntaria de hambre en París, donde escribió lo que consideraba su obra maestra (El Coronel No Tiene Quien Le Escriba), a su viaje como inmigrante indocumentado a través de el Telón de Acero, en la Europa del Este, y la experiencia agridulce de ver los frutos del socialismo, a sus enfrentamientos en Nueva York con sus empleadores en Prensa Latina, la agencia de noticias del gobierno cubano, y con los burócratas del gobierno de Estados Unidos, a su “larga marcha” hacia México en autobuses Greyhound hasta llegar a la Ciudad de México con $30 dólares en el bolsillo -según dicen -, una esposa y un hijo que mantener.
Después se tomó un largo y necesario descanso del periodismo y se concentró en la escritura real (ficción, literatura, los hombres de Kafka que despiertan a ‘Escarabajos’, o los cuentos de ‘Sonido y furia’ de Faulkner, contados por un loco, que no significan nada ...) que finalmente le dio fortuna y fama, más de la que jamás hubiera deseado.
Me gustaría escribir sobre el hombre que inspiró a mi generación, pero supongo que lo haré en la página digital, porque esta tozuda página impresa todavía se empeña en poner las barreras de la brevedad y logrará frenar mi último golpe al teclado. (CONTINUARÁ ;).
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