Serán los innovadores americanos, no los legisladores, los que encuentren una solución al cambio climático | OP-ED
El presidente Biden se ha comprometido a reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero de Estados Unidos para 2030.
Tiene la intención de cumplir con este ambicioso objetivo mediante una ola de nuevos gastos federales y programas gubernamentales. Sin embargo, nuestra mejor esperanza de reducir las emisiones de carbono no está en un nuevo gasto gubernamental. Se trata de un cambio tecnológico radical, que solo puede llegar del sector privado.
El gobierno está frenando el progreso contra el cambio climático al imponer regulaciones que evitan que las tecnologías de reducción de emisiones lleguen al mercado. Si nuestros líderes realmente quieren salvar el planeta, deben apartarse del camino de los emprendedores que pueden hacerlo de verdad.
Uno esperaría que el gobierno adopte tecnología con el potencial de reducir la contaminación por carbono. El propio presidente Biden ha prometido “estimular la innovación tecnológica estadounidense” como parte de su agenda climática.
Desafortunadamente, algunos de los avances más prometedores en tecnología verde se enfrentan a fuertes vientos en contra como resultado de políticas federales equivocadas o anticuadas.
Una de esas tecnologías, que aparecen en “They Say It Can Be Done” (“Dicen que no se puede hacer”), un nuevo documental sobre la relación entre innovadores y normativas, es un árbol artificial desarrollado por el físico e ingeniero Klaus Lackner de la Universidad Estatal de Arizona. Estos árboles artificiales contienen una resina plástica especial que puede absorber dióxido de carbono y liberarlo cuando se sumerge en agua. Son 1,000 veces más efectivos para absorber dióxido de carbono del aire que los árboles naturales. Una vez capturado, este dióxido de carbono se puede recuperar y convertir en combustible.
El principal obstáculo es la falta de regulaciones claras en torno a las tecnologías de captura de carbono.
Hasta que exista un marco federal uniforme, el proceso de llevar esta tecnología al mercado seguirá siendo increíblemente complicado y plagado de riesgos.
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O considere tecnologías que podrían reducir la necesidad de una ganadería a gran escala. La cría de miles de millones de pollos, cerdos y ganado requiere grandes cantidades de agua, alimento y tierra. La huella de carbono resultante es enorme: alrededor de 7,1 gigatoneladas de gases de efecto invernadero al año.
También en este caso, las nuevas tecnologías podrían ayudar a reducir las emisiones. Hay investigadores que están diseñando carne de cultivo celular producida en el laboratorio en lugar de en un corral de engorde. Esta proteína cultivada en laboratorio es segura, saludable y mucho menos intensiva en carbono que la carne de cultivo tradicional.
Eat Just Inc., una startup que fabrica carne de laboratorio, obtuvo la aprobación para vender su pollo de cultivo celular en Singapur. Pero todavía está esperando la luz verde de los reguladores estadounidenses.
Soluciones de alta tecnología como estas son precisamente lo que se necesita para proteger nuestro planeta de la amenaza del cambio climático. Si bien es imposible decir si la carne cultivada en laboratorio o los árboles artificiales son la mejor solución, un campo de juego regulatorio accesible y nivelado permite que prosperen las mejores innovaciones.
Demasiados estadounidenses creen que cuando se trata de cambio climático, solo el gobierno está a la altura. La realidad es que la principal barrera para la adopción a gran escala de tecnologías sostenibles no es la falta de participación del gobierno precisamente, sino el exceso, o al menos de la forma equivocada.
Para cumplir su promesa de reducir la huella de carbono de la nación, el presidente y su equipo deberán reconocer cómo el gobierno obstruye el desarrollo y despliegue de tecnología que pueda cumplir esa promesa.
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