El pragmatismo y sus principios motorizan el fuerte apoyo que Robert ‘Saleem’ Holbrook está otorgando al Día Nacional de la Acción para Antwon Rose programado para el 12 de julio.

Rose es uno más de los jóvenes negros desarmados que terminan asesinados en un encuentro con un policía blanco. Fue abaleado hace semanas en East Pittsburgh, Pa, un pueblo minúsculo localizado a unas 300 millas al este de las calles de Filadelfia, en las que Hoolbrook, que es latino, creció

El asesinato de Rose, de 17 años, desencadenó protestas en Pittsburgh, Filadelfia y más allá.

Es fácil de entender el lado pragmático del apoyo de Holbrook, porque trasciende la solidaridad con una víctima más del epidémico abuso policial de Estados Unidos, ese flagelo sistémico en el que hay una grave carencia de rendición de cuentas.

“La brutalidad policial es tan rampante en las comunidades latinas como lo es en las comunidades negras. Muchas veces, debido al lenguaje y la cultura, los abusos en las comunidades latinas pasan inadvertidos”, dijo Holbrook, quien enfatiza la necesidad de mantener la “atención” enfocada en la brutalidad policial.

En todo Estados Unidos, la policía disparó mortalmente a 179 latinos, 223 negros y 457 blancos en 2017, según un estudio.

Holbrook, un residente de Filadelfia que es asesor político del Amistad Law Project, con sede en Pittsburgh, observa que en la persecución de un policía a un latino “existe la misma probabilidad de que dispare” que cuando persigue a un negro.

“La gente debería sumarse a Antwon Rose porque esto podría ocurrir en el norte, en el sur y en los suburbios de Filadelfia. La brutalidad policial impacta de forma desproporcionada a los blancos y a los morenos”.

El año pasado, un policía disparó a muerte por la espalda a un hombre desarmado, en el norte de Filadelfia. Años antes, el mismo policía disparó a otro hombre desarmado en la espalda y lo dejó paralizado. El policía, despedido pero nunca encarcelado --y que está tratando de recuperar su trabajo a través de un arbitraje--, volvió recientemente a las noticias al obtener un trabajo en el patronage-laden Philadelphia Parking Authority.

Aunque las autoridades actuaron de forma inusual en el caso del asesinato de Ross, también emergieron los acostumbrados intereses empresariales que plantean cuestiones capitales

(bueno versus malo) para Holbrook y muchos otros.

Las autoridades introdujeron un cargo criminal de homicidio contra el policía que mató a Rose, Michael Rosfeld, algo que no es común en los casos de tiroteos mortales realizados por la policía.

Sin embargo, para ser consistentes con las rupturas que con demasiada frecuencia se extienden a los policías acusados de actos indebidos, un juzgado distrital liberó a Rosfeld en vez de mantenerlo encarcelado antes del juicio. Una medida que, el magistrado admitió, fue la primera de este tipo que hubiera tomado con cualquier sospechoso de homicidio en 39 años de trayectoria.

Además, el juez de Pittsburgh que ahora decide los asuntos del caso Rosfeld tiene una larga amistad con el abogado del acusado, y ha sido investigado por su uso de esa palabra que empieza por “n”, con múltiples alegaciones que otros jueces desestimaron.

“Queremos a ese juez fuera de este caso”, dijo Holbrook.

El impulso de Holbrook por procurar justicia en incidentes como el asesinato a Rose es en sí mismo inusual.

Holbrook ha conocido en su propia experiencia la injusticia que proviene de las desigualdades atribuidas al color de la piel y que se han incrustado en el sistema de justicia: fue un menor condenado a cadena perpetua en Pensilvania, el estado que alguna vez tuvo la marca de la mayor población de reos adolescentes sentenciados de por vida.

A principios de este año, Holbrook, quien se convirtió en un notable activista por los derechos humanos y un perspicaz escritor de ensayos mientras estuvo en la cárcel, obtuvo su liberación después de haber cumplido 27 años de esa cadena perpetua, por haber presenciado un crimen mortal que se cometió en su décimo sexto cumpleaños.