Sin embargo, en medio del caos, la confusión y la crueldad características de la administración de Trump, ha surgido una significativa noticia: el proyecto favorito de Trump, su tan cacareado muro fronterizo, está muerto y enterrado.

México lo pagaría, ¿recuerda? ¿O era el Congreso, es decir, usted y yo, los contribuyentes?

“Estaré orgulloso de cerrar el gobierno”, declaró el diletante en jefe la semana pasada, aunque tras aceptar finalmente que el Congreso nunca aprobaría los $ 5 mil millones que exigió Trump, la Casa Blanca cambió el tono. La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Sarah Sanders, dijo que el presidente había pedido a los ministros de su gabinete que identificaran fondos que se puedan usar para el muro. Si sucediera, seremos los contribuyentes los que pagaremos la factura.

“Sanders dijo hoy que la Casa Blanca no está buscando que los contribuyentes paguen el muro, mientras que al mismo tiempo dijo que la Casa Blanca está buscando a otras agencias para encontrar fondos para el muro. ¿Está consciente la @presssec que las agencias del gobierno federal son financiadas por los contribuyentes?” preguntó el reportero de la Casa Blanca de CNN, Jim Acosta, en un tweet el 18 de diciembre.

Sí, el absurdo monumento de Trump al racismo y la estupidez nunca se construirá. Sin embargo, tratar de predecir el comportamiento de este hombre es tan imposible como lograr la paz en el Medio Oriente. En lo que probablemente sea el último suspiro de su ridícula postura “machista”, Trump amenazó nuevamente el jueves con cerrar el gobierno a unos pocos días antes de Navidad.

Según Paul Ryan (R-Wis.), Trump informó a los líderes republicanos de la Cámara que no firmaría un proyecto de ley de gastos a corto plazo aprobado por el Senado porque no incluía los $ 5 mil millones para el muro fronterizo.

Ryan, en un repugnante despliegue de adulonería, presentó un nuevo proyecto de ley de gastos a corto plazo que incluye $ 5.7 mil millones para la seguridad de la frontera, aunque sabe que tal proyecto no tiene posibilidades de ser aprobado. Como resultado, las noticias pueden no haber sido completamente buenas después de todo, ya que el gobierno pudo haberse cerrado parcialmente el viernes pasado. Lamento decir que no tengo forma de saber si sucedió, ya que estoy escribiendo esta columna el día anterior debido a las fiestas navideñas.

Otra buena noticia, aunque muy diferente: los jugadores de béisbol cubanos podrán jugar en los EE. UU. gracias a un acuerdo firmado el 19 de diciembre por Cuba y las Grandes Ligas de Béisbol, sin perder su residencia en Cuba, ni su vinculación con el béisbol cubano.

Hasta la firma de este acuerdo histórico, las estrellas de béisbol cubanas codiciadas por los equipos de las Grandes Ligas, eran víctimas de mercaderes inescrupulosos que hicieron millones traficando con su talento.

Los reaccionarios políticos cubanoamericanos de siempre, el senador Marco Rubio y el representante Mario Díaz Balart no esperaron mucho para condenar el acuerdo y prácticamente le suplicaron a Trump que no permitiera que siguiera adelante.

Desde que comenzó el bloqueo contra Cuba en 1962, los jugadores de béisbol en la isla han tenido que desertar para firmar con un club de grandes ligas. Jugadores como el legendario lanzador Orlando “El Duque” Hernández, Yasiel Puig de los Dodgers de Los Angeles, José Abreu de los Medias Blancas de Chicago y otros no tuvieron más remedio que seguir esa peligrosa ruta. Contrario a Rubio y compañía, todos han expresado su satisfacción con el nuevo acuerdo.

“Saber que la próxima generación de jugadores de béisbol cubanos no sufrirá el inimaginable destino de los jugadores cubanos anteriores es la realización de un sueño imposible para todos nosotros”, dijo Abreu en un comunicado. “(Con este acuerdo) finalmente terminará para el jugador de béisbol cubano tener que tratar con la explotación de contrabandistas y agencias sin escrúpulos”.

Crucemos los dedos con el deseo de que en 2019 las buenas noticias se multipliquen y se conviertan en esperanzadores eventos diarios.