Mientras que la epidemia de coronavirus asola salvajemente nuestras ciudades, aquí, en The Palace Gardens, una residencia de asistencia a ancianos en Homestead, Florida, donde he estado viviendo desde el 1 de febrero, el jardín es tan hermoso como siempre, las comidas aún son deliciosas y la vida continúa pacíficamente para sus más de 200 residentes.

Es cierto que, debido al virus, las familias no pueden visitar ya que a nadie se le permite ingresar a las instalaciones modernas, excepto a los trabajadores que usan máscaras, y que el happy hour, una ocasión festiva diaria, ahora no cuenta con entretenimiento en vivo. Pero El Palacio sigue siendo El Palacio.

Por ese hecho, hay que darle crédito a un increíble y casi irreal pequeño ejército de mujeres inmigrantes. Con nombres como Odalys, Daisy, Yami, María, Misleikis, Consuelo, Jenny, están aquí para atender a los hombres y mujeres mayormente blancos (con un puñado de viejitas y viejitos como yo) que pueblan The Palace, las 24 horas del día, con un grado de cuidado, compasión y eficiencia que desafío a mis lectores a encontrar en cualquier otro lugar.

El suyo no es un trabajo fácil. Estas mujeres, con sus uniformes azules, se aseguran de que cada residente esté limpio, alimentado y cómodo, incluso las dos que, a los 104 años, son sorprendentemente animadas, al igual que varios de noventa y tantos que sueltan “la muleta y el bastón” y salen a bailar en cada happy hour.

 Se necesita mucha resistencia y mucha dedicación y, sobre todo, una gran cantidad de amor para hacer lo que hacen estas mujeres todos los días.

Ellas son los que hacen que The Palace sea especial, no el edificio, el jardín o la comida.

Eso es lo que se llama Amor en los Tiempos del Coronavirus.