La mentira como estrategia política | OP-ED
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El propósito es ganar a como dé lugar, sin importar si se miente. Esa parece ser la máxima de sectores políticos, la mayoría de derecha, que temen perder los privilegios económicos y de manejo del Estado.
Es lo que acaba de pasar en Chile, este domingo, en el Plebiscito para aprobar o rechazar la nueva Constitución. Un texto progresista, a la altura de estos tiempos en los cuales se reconocen más derechos y lo multicultural de las sociedades. Más del 60 por ciento de los votos fueron para frenar la opción del nuevo camino institucional del país suramericano.
¿Qué contemplaba la nueva Constitución? Romper con el pasado de la dictadura de Augusto Pinochet, que vendió la idea de un bienestar económico, que resultó cierto para unos pocos, los mismos que no quieren perder sus privilegios. Los que se oponen a que la salud, la educación y las pensiones dejen de ser manejadas por el mercado y por el sector privado que ellos dominan. Los que no aceptan que reconozcan las diferentes naciones indígenas, una justicia especial para ellas, paridad e igualdad de género y el derecho al aborto.
La campaña estuvo rodeada de mentiras y de ataques al cambio. Mintieron al decir que el Gobiernos les quitará el dinero que la gente tiene en los fondos de pensiones y que no podrán tener casa propia. Usaron la misma estrategia que se ha empleado en Colombia en la última década para ponerle obstáculos a la paz y al cambio: decir que perderán dinero y propiedades.
Pero también utilizaron el cuento de que Chile se volvería como la Venezuela de estos tiempos. El mismo discurso de la derecha en todo el continente, desde Miami hasta Argentina. Están aferrados al poder y no se pueden permitir que los países cambien en la medida de las exigencias de los nuevos tiempos. Se resisten a reconocerles más espacios a la mujer, en todos los ámbitos. Que sea ella la que decida si mantiene o no el embarazo.
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Se oponen a medidas contra el cambio climático, lo desconocen y promueven la deforestación y el ataque a los líderes y comunidades que protegen el medio ambiente. Se resisten, como en Colombia, a impuestos a las bebidas azucaradas y a los comestibles ultraprocesados, que afectan la salud, con la mentira de que afectan la economía de los pequeños comerciantes.
Ocurre en Chile, en Brasil, en Bolivia, en Colombia, en Estados Unidos. Incluso, el Brexit fue el resultado de las mentiras de la derecha británica que engañó a los electores para que votaran la salida de la Unión Europea. Y hoy lo están lamentando.
En el caso del cambio de Constitución en Chile, ahora dependerá de la capacidad de negociación del presidente Boric para lograr que lo fundamental, de la que acaba de perder la batalla en las urnas, se mantenga. Es negociar con quienes usaron el chantaje y el ‘todo vale’ como arma política.
El próximo escenario es Brasil, que se prepara para las elecciones presidenciales del 2 de octubre, en medio de una marcada división política entre la extrema derecha de Jair Bolsonaro, cercano ideológico a Donald Trump, y la izquierda de Lula. Está claro que la dictadura de la mentira marca la estrategia de Bolsonaro, férreo enemigo de los derechos humanos y del medio ambiente.
Finalmente, no se puede obviar el papel de los medios de comunicación, cómplices en buena medida de ese panorama de engaño, por supuesto porque quienes no quieren que haya un cambio a favor de las mayorías son sus dueños o tienen una relación financiera directa. Por lo menos ocurre en Colombia, en Argentina y en Chile.
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