La identidad en movimiento: La autodefinición al emigrar

La identidad no es un concepto estático, sino dinámico, que está en constante cambio durante toda

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La identidad no es un concepto estático, sino dinámico, que está en constante cambio durante toda la vida. Puede ser que la manera de definirnos en un momento, cambié para la siguiente etapa vital, sobre todo cuando tienen lugar los fenómenos migratorios. 

Cuando se deja el país de origen, no solo hay una distancia geográfica, sino que también comienza un proceso de reconstrucción de la identidad en un entorno cultural que es nuevo y diferente, lo cual incluye aspectos sociales y lingüísticos en algunos casos, por lo que cabe preguntarse cómo se define el Yo, cuando se parte hacia lo desconocido. ¿Es posible redefinirse sin perder la esencia de lo que se ha sido toda la vida?

Las crisis de identidad y el desarraigo

El primer sentimiento que se puede experimentar luego de emigrar es el desarraigo, puesto que se pierden las referencias cotidianas como los códigos sociales, el idioma, la ya familiar geografía y las costumbres. En casa, algunos movimientos son naturales, desplazarse hacia ciertos lugares y el saber qué se encontrará, pero cuando se emigra, es necesario hacer un esfuerzo consciente para comprender un nuevo entorno, lo cual puede generar una crisis de identidad, en la cual la persona se cuestiona sobre su pertenencia a la nueva comunidad. 

En este punto, el emigrante podría sentir una parte de sí fragmentada, entre lo que fue y lo que debe ser para poder integrarse en una nueva esfera social. Tal como Jean-Paul Sartre sostuvo, la identidad no es algo que esté dado, sino que se va construyendo por medio de las decisiones y las acciones. Cuando el emigrante llega a un nuevo país, lleva consigo una gran responsabilidad, la de redefinirse. 

La negociación cultural

En una nueva realidad, el emigrante podría atravesar las etapas del duelo: la negación, la ira, la depresión, la aceptación y llegar al estadio de la negociación, en la cual emigrar también es una oportunidad para reinventarse. Sin embargo, algunas personas podrían sentir que no pertenecen a ningún lugar o que tienen una pertenencia dual o múltiple. 

A la luz de las reflexiones del filósofo Zygmunt Bauman, desde el concepto de “modernidad líquida”, se pudiese entender que en la actualidad las identidades no son permanentes, sino maleables y fluidas. La identidad también experimenta esta liquidez, en la cual la persona debe encontrar el equilibrio entre las exigencias del nuevo entorno y las tradiciones culturales que ha heredado, configurando una identidad hibrida, en la cual pueden coexistir diferentes vivencias y culturas. 

La reconstrucción del yo

Reconstruirse implica integrar experiencias pasadas y presentes. Por fortuna, el ser humano ha sobrevivido ya a una constante evolución que le traído hasta el presente, por lo que, desde una coherencia interna, puede llegar a sentir su propia autenticidad, sin negarse a los cambios que está viviendo.

Resulta interesante la teoría de la identidad narrativa de Paul Ricoeur, para quien el ser humano construye su identidad por medio de los relatos. En este sentido, quien emigra comienza también a reescribir su propia historia de vida, agregando capítulos nuevos que no borran los del pasado, sino que le dan una nueva resignificación. 

En este proceso, la memoria tiene un papel fundamental, ya que es la que permite conservar el vínculo entre los orígenes y el presente, sin negar los acontecimientos que ahora la persona se encuentra viviendo. 

¿Es posible volver a casa?

Una constante en la mayoría de los emigrantes es la posibilidad del retorno a lo que se conocía como hogar. Este es el sueño de un gran número de emigrantes, que anhelan volver a lo conocido, pero que, aun haciéndolo, se percatan d que no son los mimos del pasado, sino que han cambiado. 

Conocer otros lugares y vivir otras experiencias en tierras extranjeras les puede hacer sentir extraños en su propio territorio, por lo que surge la paradoja del retorno, ¿se regresa de verdad o se llega para vivir un nuevo exilio, dentro del país de origen?

De acuerdo con el filósofo del ser, Martin Heidegger, hay una “morada del ser” que se entiende como el lugar en el que la persona se siente completamente en casa; sin embargo, para quien emigra, esta morada ya no se refiere a un solo lugar, sino más bien a una combinación de espacios de los que emergen experiencias y recuerdos que conforman la identidad, por lo que se puede comprender que emigrar no es solo un viaje con un destino, sino un continuo proceso de transformación. 

Emigrar es una experiencia que puede desafiar todo aquello que se conoce o que se creía como certero, para dar paso a un proceso de fragmentación y reconstrucción; un viaje en el cual el emigrante es un ser que habita en mundos diferentes, con una identidad que combina lo conocido con lo que está por conocer, convirtiéndose en un río que está en movimiento y en busca de nuevos lugares en los cuales desembocar.

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