En la era de Trump, esta "celebración" suena como un intento fallido de humor negro o algo peor, una invitación al odio y la violencia racistas por parte de los seguidores del presidente y otros elementos despreciables de la sociedad estadounidense.

Creado como una semana de eventos culturales hispanos en 1968 por el presidente Lyndon Johnson y extendido a un mes completo en 1988 por Ronald Reagan, se tiene lugar entre el 15 de septiembre y el 15 de octubre. Supuestamente es un reconocimiento de los logros de los hispanoamericanos y sus contribuciones a la sociedad. Supuestamente…

El presidente Donald Trump proclamó oficialmente el Mes Nacional de la Herencia Hispana en un comunicado el 13 de septiembre, diciendo:

"El Mes Nacional de la Herencia Hispana celebra los logros de los hispanoamericanos, que han enriquecido nuestra cultura y sociedad y han ayudado a convertir a Estados Unidos en el país increíble que es hoy", dijo. Y en el apogeo del cinismo agregó: "Los hombres y mujeres hispanoamericanos encarnan los valores estadounidenses de la devoción a la fe y la familia, el trabajo duro y el patriotismo a través de sus innumerables contribuciones como líderes, innovadores, empresarios y miembros de nuestras Fuerzas Armadas".

Esto, proveniente de alguien que ha vilipendiado y perseguido a los inmigrantes latinos sin parar desde el primer día en que lanzó su campaña etiquetando a los mexicanos como narcotraficantes, etc., dando así luz verde oficialmente a la intolerancia y el abuso.

Como dijo Raúl Reyes en una columna de opinión en The Hill: "La antipatía del presidente hacia los latinos está bien documentada. Ha atacado a líderes, políticos y periodistas latinos. Él canceló DACA. Ignoró a la gente de Puerto Rico durante su hora más oscura. Su administración nos trajo niños en jaulas, separaciones familiares y un intento de deprimir la participación de los latinos en el Censo. Luego vino el 3 de agosto, cuando un tirador inspirado en la intolerancia del presidente mató a 22 personas en El Paso ".

Hipocresía de tal magnitud que hace, o debería hacer, que cualquier persona decente -demócrata o republicano-- quiera vomitar especialmente durante la "celebración" del Mes de la Herencia Hispana.