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Diversos más allá de la salsa
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Diversos más allá de la salsa | OP-ED

Las universidades en Estados Unidos necesitan ampliar las iniciativas de fomento de la diversidad y la inclusión para los estudiantes latinos.

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En el periodo que llevo como editora del Laboratorio de Periodismo sobre Educación Superior en AL DÍA he tenido la dicha de conocer a varios líderes universitarios con distintas perspectivas sobre cómo fomentar la diversidad y la inclusión de los latinos en la academia. Sin embargo, muchos de ellos se enfocan en seguir dándole la vuelta a la rueda de los estereotipos más allá de ofrecer alternativas contundentes que ayuden a ampliar la representación de la comunidad latina en la educación superior. 

La primera falla recae en pensar que los clubes y las asociaciones estudiantiles son la solución infalible para fomentar la diversidad y la inclusión entre los latinos. A veces, más allá de unir esfuerzos, lo que hace es segmentar. O peor aún, hay líderes universitarios que se recuestan de la creación de estos clubes o centros de diversidad como única respuesta a la falta de inclusión de latinos en la institución y echan a un lado otras iniciativas necesarias para enriquecer y profundizar sobre la latinidad en la academia. Y ni hablar de quienes piensan que contar con un club de salsa es la clave para una institución más diversa. Bien podría serlo, pero no todos los latinos encuentran en la salsa la solución para sentirse representados. Otro gran estereotipo. 

Lo menos que quiero es restarles crédito a estas organizaciones que, en su mayoría, nacen de las iniciativas de los propios estudiantes ante la falta de representación, y que ofrecen un sentido de pertenencia que no se consigue en otros colectivos. El problema está en los líderes universitarios que se sostienen de esto para dar por sentada la inclusión de latinos en la educación superior. 

La segunda falla es la falta de personal latino en las instituciones. Si la memoria y Google no me fallan, Pensilvania cuenta con un solo presidente universitario latino: Pedro Rivera, de Thaddeus Stevens College of Technology (localizado en Lancaster). Sin embargo, resulta contradictorio si lo comparamos con la cantidad de latinos que viven en Pensilvania. Según Excelencia in Education, Pensilvania tiene la 12ª población latina más numerosa de los Estados Unidos, donde son hispanos el 61 % de los estudiantes que se gradúan de instituciones de cuatro años. 

La tercera falla es la falta de ofertas académicas acordes con los intereses de los alumnos y la ausencia de programas bilingües y biculturales. 

Según un estudio realizado por The Education Trust y Equal Opportunity Schools con estudiantes de escuela superior, 2 de cada 5 alumnos negros y latinos expresaron su interés en seguir una carrera en el campo de la Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM) al llegar a la universidad. Sin embargo, menos del 3 % se matriculan en cursos STEM ya que se les niega el acceso a las oportunidades de AP STEM.

El estudio concluyó que esta causa sistemática se debe a la falta de liderazgo para crear un sentimiento de pertenencia entre los estudiantes de color. Además, recomendó a los pilares escolares la promoción de información adecuada sobre cómo acceder a las oportunidades de AP STEM y ofrecer planes de estudio culturalmente relevantes y que afirmen la identidad.

Siguiendo la línea de la oferta académica, las universidades también deben asegurarse de que el currículo vaya acorde con el trasfondo de los estudiantes. La Universidad Estatal de San Diego (SDSU) es un gran ejemplo de esto. Debido a la alta matrícula de estudiantes hispanos en SDSU, el profesor Nate Rodríguez creó un curso para estudiar a Bad Bunny, superestrella del reguetón.  

“Cuando creo las clases, me fijo realmente en lo que necesitan los estudiantes. Y aquí en San Diego vivimos en la frontera. Tijuana está a un par de metros de nosotros. Así que los estudiantes son muy biculturales”, aseguró Rodríguez en entrevista con AL DÍA el pasado mes de septiembre.

En conclusión, las universidades deben tomarse el tiempo para evaluar y repensar mejores alternativas sobre lo que verdaderamente representa ser latino en la academia. Empecemos por lo básico: se necesita más personal hispano, más cursos que apelen a la comunidad latina, más ayudas económicas y más espacios de conversación entre los alumnos y la academia donde se analice críticamente la latinidad y se encuentren soluciones a largo plazo.

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