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Joe Biden and Vladimir Putin will hold their first summit on June 16, 2021. Photo: Getty Images.
Joe Biden y Vladimir Putin celebrarán su primera cumbre el 16 de junio de 2021. Foto: Getty Images.

Biden tiene que abordar el tema de las armas nucleares en su cumbre con Putin

Entre los muchos temas que el presidente necesita tratar con el líder ruso, las armas nucleares deberían ser una prioridad.

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Visto el calendario reciente del presidente Joe Biden, parece que la política exterior se ha convertido en una prioridad.

El martes 9 de junio viajó a Reino Unido para participar en la cumbre del G7 del jueves. Era la primera vez que los líderes de estos países se reunían en persona desde la pandemia.

Aprovechando su viaje a Europa, Biden saltó a Bruselas para reunirse con los socios de la OTAN para discutir una variedad de temas, desde la agresión rusa en el este de Ucrania hasta su decisión de retirar las tropas estadounidenses de Afganistán.

El 15 de junio participará en la primera cumbre entre Estados Unidos y la UE desde 2014 e intentará enmendar las relaciones que puso a prueba su predecesor, Donald Trump.

Los aranceles punitivos sobre el acero y el aluminio impuestos por Trump se levantarán a finales de año. Biden lo hará, a pesar de la presión de los grupos de la industria siderúrgica de EE. UU. para mantenerlos y el exceso de capacidad de acero de China, que provoca una reducción de los precios de este metal a nivel mundial.

Su paso por Europa culminará en Ginebra, Suiza, donde tendrá su primera cumbre con el presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin.

El esperado encuentro está programado para el miércoles 16 de junio. Ambos hombres están preparados para el diálogo, ya que son buenos conocedores del escenario mundial.

Biden se desempeñó como presidente de Relaciones Exteriores del Senado y como vicepresidente manejó múltiples misiones internacionales para la administración Obama, como hacer lobbying para conseguir cientos de millones de dólares en ayuda para el Triángulo Norte, en Centroamérica.

Putin trabajó para la KGB, la agencia de seguridad de la Unión Soviética, y ocupó puestos de seguridad nacional bajo la presidencia de Boris Yeltsin. Se ha desempeñado como jefe de estado de Rusia, ya sea como primer ministro o presidente, desde 1999.

Los dos hombres se reunieron en numerosas ocasiones cuando Biden era vicepresidente, y en 2021 tuvieron dos llamadas telefónicas en las que hablaron sobre la interferencia rusa en las elecciones estadounidenses, así como sobre la normalización de los lazos bilaterales.

Intentar establecer un contraste claro con la última cumbre entre Estados Unidos y Rusia será clave para el actual presidente estadounidense.

La cumbre de 2018 en Helsinki, Finlandia, estuvo marcada por el fracaso de Trump a la hora de confrontar enérgicamente a Putin.

Contradiciendo a su propio equipo de inteligencia y al FBI, Trump dijo que creía en el líder ruso cuando éste afirmó que su país no se entrometió en las elecciones de 2016, en las que Trump triunfó sobre Hillary Clinton.

Al ser cuestionado por un periodista, Putin respondió que él deseaba la victoria del ex magnate inmobiliario en las elecciones de 2016 dado su énfasis en normalizar las relaciones entre las dos potencias mundiales.

Ser más agresivo con Rusia será la forma con que Biden muestre un claro cambio de tono en los objetivos diplomáticos de Estados Unidos, pero ese podría ser un enfoque equivocado para abordar cuestiones más amplias.

Los comentaristas políticos sugieren que los dos hablarán sobre seguridad cibernética después de que piratas informáticos rusos atacaron a las agencias gubernamentales estadounidenses, y también el encarcelamiento del crítico de Putin Alexei Navalny, pero ambos jefes de estado deberían encontrar el tiempo para hablar de seguir reduciendo sus arsenales nucleares y liderar el cambio climático.

Los dos temas están más conectados de lo que algunos creían originalmente.

Efectos duraderos de la Guerra Fría

Se estima que Rusia tiene más de 6.300 ojivas nucleares, mientras que Estados Unidos tiene 5.800. Estas cifras representan una reducción importante desde la era de la Guerra Fría.

Un estudio realizado por la Federación de Científicos Estadounidenses halló que desde que existe la tecnología para hacerlo, se han construido 125,000 ojivas nucleares. El 97% de éstas fueron creadas por las dos potencias mundiales.

Las reservas nucleares llegaron a este nivel porque Estados Unidos y la Unión Soviética estaban decididos a ganar batallas científicas e ideológicas para demostrar al otro su dominio en los asuntos globales.

La primera y única vez que Estados Unidos lanzó un arma nuclear para atacar otro estado fue contra dos ciudades japonesas en la Segunda Guerra Mundial.

En el año 1962 tuvo lugar el caso más cercano  a una guerra nuclear, al estallar la crisis de los misiles en Cuba.

Cuba se alineó rápidamente con la Unión Soviética y abolió todas las empresas privadas después de que el autoproclamado marxista-leninista Fidel Castro derrocara a Fulgencio Batista, respaldado por Estados Unidos.

El presidente John F. Kennedy impuso un embargo a la isla e intentó invadirla para echar a su nuevo líder. Esto llevó a Castro a buscar ayuda de los soviéticos, y se enviaron misiles nucleares a Cuba para su defensa. Sus armas estaban ahora a unas pocas millas de las costas de Florida.

Una serie de negociaciones diplomáticas entre el fiscal general Robert F. Kennedy y el embajador soviético Anatoly Dobrynin salvó al mundo de una aniquilación segura.

La URSS acordó retirar sus armas nucleares de Cuba si Estados Unidos retiraba sus armas de Turquía mientras se comprometía a no volver a intentar invadir la isla.

La creciente influencia de la URSS junto con los grandes movimientos comunistas y de izquierda en América Latina convirtieron a la región en un campo de batalla ideológico.

Varias administraciones presidenciales estadounidenses apoyaron dictaduras de derecha y grupos paramilitares para evitar que los soviéticos ganaran aliados en el hemisferio sur.

En muchos casos, fueron en contra de la voluntad democrática de un país para colocar un líder que fuera más amigable con Estados Unidos y las políticas comerciales neoliberales.

Chile es un ejemplo, ya que la C.I.A. gastó millones de dólares para apoyar al oponente del líder socialista Salvador Allende y luego financió un periódico nacional que se oponía a sus políticas.

Allende fue depuesto en 1973 mediante un golpe militar respaldado por Estados Unidos y el general militar Augusto Pinochet tomó el poder. Esto puso fin a 50 años de democracia en el país andino.

El pueblo chileno volvió a la democracia en 1990, pero durante más de tres décadas vivió bajo la constitución de 1980 redactada bajo la dictadura de Pinochet. En octubre de 2020, el 78% de los votantes aprobaron un referéndum para redactar una nueva constitución por medio de una convención.

Esfuerzos similares liderados por Estados Unidos en Centroamérica resultaron en guerras civiles y la desestabilización de sociedades, cuyos efectos todavía se pueden sentir hoy. En el Triángulo Norte, sectores de sus economías quedan subdesarrollados, obligando a muchos a emigrar a Estados Unidos.

Las guerras indirectas en la región entre las dos potencias nucleares más grandes del mundo también estallaron, al ser una forma de enfrentarse indirectamente entre sí.

La llamada “destrucción mutuamente asegurada” (MAD), una estrategia de seguridad nacional en la que si dos estados con capacidad de autoconservación se involucran en una guerra nuclear a gran escala resultaría en la aniquilación de ambos, explica por qué no se ha lanzado otro ataque.

Aparte del costo que los sistemas de inmigración de Estados Unidos soportan por los remanentes de la Guerra Fría, el contribuyente estadounidense también está pagando un precio.

Los planes para mantener y modernizar el arsenal nuclear de Estados Unidos costarán casi $50 mil millones por año durante la próxima década.

Expandir el uso de la energía nuclear 

Pero, ¿cómo se relaciona todo esto con la batalla contra el cambio climático?

Estados Unidos es el segundo mayor emisor mundial de dióxido de carbono y representa el 15% de su producción mundial. La Federación de Rusia ocupa el cuarto lugar y su participación es del 5% de las emisiones mundiales. Juntos, son responsables de una quinta parte del problema.

Aunque actualmente encabezan el problema del calentamiento global, ambos tienen la capacidad de liderar una respuesta global, dada su infraestructura nuclear.

La energía nuclear es la alternativa al carbono más limpia y de cero emisiones, y los isótopos radiactivos de las armas nucleares se pueden convertir en energía.

Después de la firma del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas de 1991 (START I), Estados Unidos y la Unión Soviética eliminaron alrededor del 80% de todas las armas nucleares que existían en ese momento. Gran parte del material se ha utilizado para combustible nuclear, pero esto todavía deja más de 13.000 ojivas en todo el mundo.

En 2021, ambos líderes de estas potencias han demostrado que están comprometidos para trabajar en ambos frentes.

Durante la cumbre virtual de abril sobre el clima organizada por Estados Unidos, Putin hizo referencia al progreso de su país con la energía nuclear.

“El 45% de nuestro balance energético proviene de fuentes de energía de bajas emisiones, incluida la energía nuclear y las plantas de energía nuclear tienen niveles de emisiones cercanos a cero, como es bien sabido ... Rusia está interesada en impulsar la cooperación internacional para encontrar formas de combatir eficazmente el cambio climático, así como todos los demás desafíos y problemas fundamentales que enfrentamos hoy ”, dijo.

En una llamada telefónica que el presidente Biden tuvo con el líder ruso días después de su toma de posesión, los dos acordaron extender New START, un acuerdo de la era de Obama que siguió al START I.

El nuevo acuerdo llamaba a todas las potencias nucleares a comprometerse con el desarme y usar los materiales de sus ojivas para encabezar proyectos de energía limpia que enfrentarían los problemas de la proliferación nuclear y el cambio climático de una sola vez.

Antes ya se alcanzaron grandes acuerdos multilaterales sobre armas nucleares. El Plan de Acción Integral Conjunto (Acuerdo Nuclear de Irán) y el Tratado de No Proliferación Nuclear son prueba de ello.

Las potencias nucleares que no han firmado ninguno de los dos acuerdos son Israel, Corea del Norte, India y Pakistán. Lograr que estos países cumplan con un acuerdo será un desafío dado que son estados más pobres y sus armas brindan una forma de dominio y seguridad regionales.

Otro problema que puede surgir de esto es el fracaso a la hora de promover el uso generalizado de la energía nuclear. Estados Unidos y Rusia han experimentado fugas desastrosas como el accidente de Three Mile Island y Chernobyl, respectivamente.

Sin embargo, si esto se puede lograr, sería un gran paso para que las naciones más poderosas del mundo se unieran a través de la diplomacia para salvar el planeta.

Competir con China

Si se trabaja inteligentemente, también podría satisfacer otro de los objetivos de Biden que mencionó antes de dejar la cumbre del G7.

“Propongo que tengamos una alternativa democrática a la Iniciativa Belt & Road y ellos [los líderes de otros países del G7] han acordado eso. Es algo que está en marcha y acordamos formar un comité para llevarlo a cabo”, dijo. "Vamos a insistir en altos estándares para una alternativa más transparente y respetuosa con el clima a la Iniciativa Belt & Road".

La Iniciativa Belt & Road (BRI) fue propuesta por el líder chino Xi Jingping en 2013. Es un plan global en el que la República Popular China invierte en muchos países en desarrollo, principalmente a través de proyectos de infraestructura masivos.

Se trata de un intento de la potencia asiática por ejercer su influencia en el sur global y ofrecer competencia al orden internacional liberal,  compuesto principalmente por EE. UU., Canadá y la UE.

China tiene una ventaja en el sentido de que no tiene el mismo pasado colonial o ni el peso de una política exterior intervencionista en el pasado que marcan al resto de países liberales cuando llegan al mundo en desarrollo.

Por estas razones, muchos gobiernos de América Latina han dado la bienvenida a la inversión del gigante durmiente.

Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el comercio bilateral se multiplicó por 25, de $12 mil millones en 1999 a $306 mil millones en 2018, situando a China como el segundo socio comercial más grande de América Latina, después de Estados Unidos.

“Desde 2005, los bancos de política monetaria chinos han proporcionado más de $141 mil millones en compromisos de préstamos a América Latina, superando, en algunos años, los préstamos del Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco de Desarrollo de la CAF de América Latina combinados, informa el Atlantic Council.

La postura aislacionista que adoptó el presidente Trump hacia la región, además de actos como imponer sanciones al petróleo venezolano y designar a Cuba como estado patrocinador del terrorismo, solo ha acelerado la presencia de China en países al sur de los Estados Unidos.

Su único viaje a América Latina como jefe de Estado fue para la Cumbre del G-20 2018 en Buenos Aires.

En contraste, Biden visitó 16 veces el continente cuando formó parte de la administración Obama, más que cualquier otro presidente o vicepresidente en la historia de Estados Unidos.

Aunque el gobierno chino dice lo contrario, los préstamos que otorga a los países latinoamericanos parecen tener implicaciones geopolíticas.

Paraguay no se beneficia mucho del BRI porque es uno de los nueve países latinoamericanos que reconocen a Taiwán como un estado soberano y, por lo tanto, China limita las relaciones comerciales y diplomáticas con ellos.

Ni siquiera mientras la región continúa luchando para contener los casos de COVID-19, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Paraguay no recibirán la vacuna Sinopharm de China porque mantienen relaciones diplomáticas con un estado que Beijing considera una provincia separatista.

El plan de Xi Jingping también ha sido acusado de conducir a la "diplomacia de la trampa de la deuda", cuando las economías más pequeñas no pueden pagar los préstamos chinos y Beijing puede exigirles otras concesiones o ventajas.

China se arriesgó al otorgar préstamos a Venezuela después de que su economía sufriera una caída global en los precios del petróleo en 2014, aumentaran las sanciones de Estados Unidos y la inestabilidad política bajo la presidencia de Nicolás Maduro.

El país sudamericano alberga las mayores reservas de petróleo crudo del mundo y durante su dramático ascenso económico bajo el líder populista Hugo Chávez, dependió en gran medida de las ventas de petróleo para financiar grandes programas sociales.

Con su incapacidad para pagar las deudas, los bancos políticos de China determinaron que continuarían sus inversiones a través de acuerdos de préstamos por petróleo.

Los latinoamericanos comprenden los riesgos que conlleva el trato con China, pero su necesidad de infraestructura y desarrollo económico hace que los préstamos sean demasiado difíciles de rechazar.

Por otro lado, la segunda economía más grande del mundo está afectada por varios conflictos internos.

Más de un millón de uigures, una minoría étnica musulmana que habita rincipalmente en la provincia de Xinjiang, están recluidos en campos de internamiento. Se trata del mayor encarcelamiento de personas por motivos religiosos desde el Holocausto.

Reporteros sin Fronteras clasificó a China en la posición 177 de 180 países en su Índice Mundial de Libertad de Prensa 2021. Citan la censura en torno a la información sobre la pandemia y el encarcelamiento de defensores de la libertad de prensa como ejemplos recientes de su baja clasificación.

La guerra comercial en curso con los EE. UU. y los ataques cibernéticos contra el gobierno estadounidense han hecho que ambos países estén más enfrentados entre sí.

Los líderes de América Latina no quieren que la región vuelva a convertirse en un campo de batalla ideológico entre Estados Unidos y otra potencia mundial. Washington puede evitar esto invirtiendo fuertemente en proyectos de energía nuclear en la región en lugar de esperar para lanzar otra serie de guerras indirectas.

Varios países de la región han querido explorar la construcción de reactores nucleares porque son una fuente de energía más limpia, pero carecen del respaldo público o financiero para continuar con estos proyectos.

Desde el año 2019, hay siete reactores nucleares en América Latina, todos en Argentina, Brasil y México.

Argentina tiene la mayor cantidad, con tres en funcionamiento, y estos reactores ayudan a generar alrededor del 5% de la electricidad del país.

Bolivia está lista para completar las dos primeras fases de su centro de investigación nuclear para el otoño de este año con la ayuda de la empresa rusa JSC Rusatom Overseas, una corporación estatal que busca promover las tecnologías nucleares en el mercado mundial.

Después de trabajar con Putin en un nuevo acuerdo multilateral para que las potencias nucleares conviertan sus ojivas en energía limpia, el presidente Biden debería considerar expandir los proyectos de energía nuclear en América Latina si realmente quiere ofrecer una alternativa al BRI.

El trabajo de Rusia en Bolivia demuestra que ellos también ven potencial para una transición nuclear exitosa en la región.

La inversión de Estados Unidos y Rusia en reactores nucleares en América Latina no solo ayudaría a estos países en desarrollo en su lucha contra el calentamiento global, sino que la nueva industria también generaría empleos profesionales y bien remunerados.

También reduciría la fuga de cerebros en América Latina, porque sus ingenieros, químicos y físicos calificados ya no necesitarían irse a Estados Unidos o Europa para trabajar.

Si la administración Biden cumpliera con tal misión, podría recurrir a sus aliados en el Reino Unido y Francia, ya que ambos son también potencias nucleares, pero Rusia tiene una infraestructura más robusta en el sector y ya tiene un punto de apoyo en la región. 

"Creo que estamos en una contienda, no con China, por decir, sino una contienda con los gobiernos autocráticos de todo el mundo sobre si las democracias pueden competir con ellos en un siglo de tan rápida evolución como el siglo XXI”, dijo Biden.

Puede que el presidente estadounidense tenga que estar preparado para trabajar con un líder autocrático, Putin, para lograr un progreso notable en la lucha contra el cambio climático y perseverar en su influencia en América Latina contra la creciente amenaza de China.

La cumbre del miércoles entre los dos tiene el potencial de encontrar soluciones a múltiples conflictos globales, pero solo si ambos líderes acuerdan dejar de lado algunas de sus diferencias.

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